Durante los 90 se convirtió en una auténtica pesadilla para Hugo Chávez. Supo ver lo que a Venezuela se le venía encima y organizó una oposición frontal al que acabaría convirtiéndose en uno de los regímenes más despóticos de la historia moderna. Lo pagó con la cárcel y la persecución. Pero Alejandro Peña Esclusa (Washington DC, 1954), no dio su brazo a torcer. Aprovechó esos años de reclusión para estudiar al enemigo, y fruto de ese aprendizaje ha nacido La guerra cultural del Foro de Sao Paulo, un libro con el que el autor nos recuerda que las ideas tienen consecuencias.
¿El Foro de São Paulo va ganando la guerra cultural?
Sí, la va ganando porque hasta ahora es un campo que la derecha había abandonado. En los últimos treinta años los gobiernos de derechas se habían centrado únicamente en el desarrollo económico, abandonando las universidades, la cultura y los medios de comunicación. Pero como hemos visto en Chile o en Perú, el desarrollo económico no es suficiente, porque a través de la cultura la izquierda es capaz de manipular a los pueblos para que piensen que todo está mal y que hace falta un cambio.
Pero, a pesar de todo, creo que la gente en el campo conservador empieza a ser consciente de la urgencia por dar la batalla de las ideas. Y una vez que empecemos a dar esa batalla, si lo hacemos en los términos correctos, les podremos hacer retroceder.
Precisamente Chile y Perú son ejemplos claros de cómo la hegemonía cultural construida por la izquierda desemboca, irremediablemente, en un triunfo político. Una vez que ya han alcanzado esta hegemonía tanto política como cultural, ¿llegamos tarde o todavía estamos a tiempo de plantar batalla?
Las dos cosas. Llegamos tarde, sí, pero siempre hay tiempo para dar la batalla. En mis primeros años en la lucha contra el Foro de Sao Paulo yo me dedicaba más al aspecto político, pero en estos diez años de silencio forzado y de persecución he investigado y me he dado cuenta de que más importante que la batalla política es la batalla cultural. Hay que dar la lucha en los dos frentes, por supuesto, pero sin una base cultural sólida no tenemos futuro. Por eso tenemos que empezar por dar a conocer la enorme riqueza de nuestra civilización, apostar por un renacimiento moral, espiritual y cultural basado en las grandes riquezas que hemos heredado.
En España y en Iberoamérica todavía hay gente que sólo quiere hablar de economía y de gestión, renunciando a dar la batalla de las ideas. ¿Pecan de ingenuos?
Creo que el problema es que están basados en prejuicios. Hay gente en la derecha que cree que la cultura no es importante, que eso se le puede dar a la izquierda. Y no entienden que esto es algo mucho más importante que la política. Cuando tú conquistas el mundo de las ideas, esas ideas conquistan el mundo. Por eso es de vital importancia dar esta batalla.
Tenemos que involucrarnos en las universidades, en la cultura, y en los medios de comunicación, porque quien tiene la hegemonía cultural, triunfa en la política.
En su libro hace un análisis en profundidad sobre el Foro de Sao Paulo, una organización que apenas es conocida pero que lleva más de 30 años ejerciendo el poder desde las sombras. ¿Cómo han conseguido esos triunfos políticos y esa hegemonía cultural sin que apenas se haya hablado de ellos?
Cuando se creó el Foro de Sao Paulo en 1990, justo después de la caída del muro de Berlín, la izquierda ya no podía hablar de lucha de clases, de la abolición de la propiedad privada o de ese tipo de cuestiones, que estaban totalmente desprestigiadas. Por eso se vieron en la necesidad de rescatar las ideas de Antonio Gramsci y levantar las banderas de nuevas ideologías, como el indigenismo o el ecologismo. Diseñaron un proyecto por la conquista de las narrativas. A partir de ese momento, la verdad ya no existe, lo que importa es el relato. Desde entonces, le han dedicado tiempo, esfuerzos y dinero a inducir narrativas, relatos y realidades paralelas. Y lo cierto es que han sido muy exitosos.
Otra de las claves, que la derecha no ha sabido replicar, es la internalización. El Foro de Sao Paulo arrancó con el proyecto fundamental de articular el marxismo a nivel regional. Por eso actúan en bloque, mientras que nosotros lo hacemos aisladamente. Así, país por país, la batalla cultural articulada internacionalmente fue derrotando a las mayorías políticas que la derecha había obtenido. Para cada nación desarrollaron una narrativa. En Venezuela una narrativa bolivariana, en Colombia la narrativa de la paz, en Chile sembrando la idea de que el crecimiento económico estaba basado en injusticias, en Bolivia, la narrativa del multiculturalismo, etc. Desde el Foro de Sao Paulo estudian las naciones, estudian la idiosincrasia local, se dan cuenta de cuales son los flancos débiles, desarrollan una narrativa o un relato y con eso manipulan a la población. Por eso es tan importante estudiar su método y darlo a conocer.
¿Cómo se han ido desarrollando todas estas nuevas ideas o corrientes como la ideología de género, el indigenismo o el feminismo radical?
Las ideologías son relatos, opiniones, que se terminan convirtiendo en líneas de pensamiento. Por ejemplo, yo digo que el sexo es una percepción. Y después convierto esa opinión en una línea de pensamiento. Lo que hizo el Foro de Sao Paulo fue tomar algunas ideologías que ya existían, en una frase embrionaria, y convertirlas en corrientes de pensamiento. Las aprovecharon, las financiaron y las impulsaron. El gran éxito del marxismo cultural ha sido que los partidos de derecha, que políticamente son de derechas, en lo cultural son marxistas. Los han dominado sin darse cuenta. Lo hemos visto, por ejemplo, con Macri. Él fue uno de los principales impulsores de la ideología de género, sin darse cuenta de que eso estaba socavando su gobierno.
Uno de los primeros frutos políticos del Foro de Sao Paulo fue la victoria de Hugo Chávez en el 98. En ese momento, usted fue una de las principales figuras opositoras, una posición que pagó con la cárcel y la persecución ¿Cómo le afectó esa experiencia?
Yo tenía muy claro que estaba combatiendo contra una tiranía. Sabía que era muy factible que me llevaran a la cárcel. Estaba psicológicamente preparado para ese acontecimiento, y traté de usar el tiempo en la cárcel, para crecer cultural y espiritualmente. Los años de silencio forzoso los aproveché para estudiar y para comprender mejor al enemigo, para prepararme mejor para luchar en el futuro. Por eso hoy, 11 años más tarde, he entendido la importancia de la batalla ideológica y cultural. Una batalla mucho más importante que la política. Esos años me sirvieron de crecimiento, de estudio, de aprendizaje.
¿Qué futuro ve para la región?
Creo que, por fin, se están creando alternativas a la hegemonía del Foro de Sao Paulo. Cada vez más gente es consciente del peligro que representa. Comienzan a surgir iniciativas como Fundación Disenso o Foro Madrid, que han tenido un gran acierto a la hora no solo de denunciar el poder del Foro de Sao Paulo, sino construyendo y articulando una oposición en la región.