La música de Los Flechazos y de Cooper ha formado parte de la vida de miles de personas en las últimas décadas. Detrás de ambos grupos está Alejando Díez Garín, más conocido como Alex Cooper, uno de los personajes más interesantes que la música española ha dado en el último medio siglo.
Hace unos días viajamos a León para charlar con él de sus nuevos proyectos. En noviembre de 2019 dio su concierto de despedida en Madrid –al que tuvimos la suerte de asistir– y, desde entonces, no se ha vuelto a subir a un escenario. El motivo de su marcha, tan sencillo como valiente: «Cuando tienes la sensación de ser de otra época, lo mejor es dejarlo».
A sus 56 años sigue fiel a su estilo, a sus ideas y, como no, a su condición de mod. De adolescente cayó fascinado por la cultura de los años sesenta, la música beat, las lambrettas y las parkas. Pero Alex Cooper no sólo es, muy a su pesar, un artista de culto, sino un referente por su coherencia y por su rebeldía frente a un mundo en decadencia.
A lo largo de su trayectoria de más de 35 años no ha parado. Ha sido autor de docenas de grandes canciones, ha dado cientos de conciertos en varios países, ha editado fanzines, ha creado uno de los festivales más veteranos de España (el Purple Weekend), ha tenido su propia tienda de discos y, desde 2010, dirige su propia editorial de libros sobre música (Ediciones Chelsea). Sin olvidar que tuvo tiempo para sacarse unas oposiciones en la Concejalía de Cultura y Festejos del Ayuntamiento de su ciudad, León, donde trabajó durante ocho años organizando desde conciertos de Maná y Shakira hasta las cabalgatas de Reyes o los concursos de bailes regionales. Tras esta experiencia, años después terminó renunciando a su plaza de funcionario. Una razón más que lo convierte en un rara avis en esta sociedad en la que una plaza fija de funcionario sigue siendo una de las grandes aspiraciones de muchos. Pero no para Alex Cooper, para quien su libertad nunca ha tenido precio.
La Fundación Club 45 es su nuevo proyecto, una iniciativa para divulgar la cultura pop y su impacto en la música, el diseño gráfico, las artes plásticas, el cine o el periodismo. Durante décadas, Alex Cooper ha ido coleccionando todo tipo de material relacionado con los años sesenta: miles de discos, fotos, revistas, partituras y material promocional, constituyendo una de las principales colecciones del mundo en este ámbito. Y la Fundación Club 45 lo pondrá a disposición del público con un museo en Santa Colomba de Somoza, una pequeña localidad leonesa de la comarca de la Maragatería, en pleno Camino de Santiago entre Astorga y Ponferrada. Después del verano abrirá las puertas el Archivo Gráfico de la Era Pop, que tendrá una exposición permanente con todo este material y que albergará una intensa actividad en torno a la cultura pop con proyecciones, actuaciones en vivo, conferencias y presentaciones de libros, discos y películas. Todo un sueño hecho realidad para los amantes de la música de los sesenta; mientras que para Alex Cooper supone el inicio de una nueva etapa.
¿Has dejado de componer desde aquel concierto de despedida en 2019?
Durante la pandemia grababa vídeos y los colgaba en Facebook. Pero sí; he dejado de tocar la guitarra. Alguna canción ha salido, pero ahora mismo quien tiene monopolizadas las guitarras es mi hija, que las tiene en su habitación. Como no me deja entrar, no puedo tocar.
¿Cómo te hiciste mod?
Yo entré en todo el ámbito cultural de los sesenta por casualidad y con mucha inconsciencia, como se hacen las cosas cuando eres joven, y por intereses puramente estéticos o sonoros. Me gustaban las canciones; estaba de moda en la época en la que yo era joven y encontré un código y unas conductas que me llamaron la atención. Luego me fui dando cuenta, poco a poco, de que sintonizaban mucho con mi manera de ver la vida en algunos casos, aunque en otros era totalmente contrario a lo que yo pensaba. Aprender a vivir con esas contradicciones me ha servido mucho.
¿Qué hace de los años 60 una década tan especial?
Aparte del gran atractivo estético y musical de las lambrettas, los Who o el Big Ben, es el primer momento en el que a nivel mundial todos los jóvenes sintonizan. En Filipinas, en Grecia o en Sudáfrica podías encontrar jóvenes que compartían los mismos intereses. En ese momento histórico todo el mundo quería ser joven y formar parte de un movimiento que se popularizaría gracias al vehículo de los Beatles y que terminaría influyendo en la literatura, la filosofía, la arquitectura, etc. Y todo nació de la necesidad de expresión de los jóvenes.
León, aparte de ser la ciudad en la que has vivido la mayor parte de tu vida, tiene una estrecha relación con la música, ¿a qué se debe?
Yo tengo la tesis de que la música beat es música popular leonesa. ¿Por qué? Porque en León tuvieron lugar los primeros festivales de conjuntos músico-vocales internacionales que hubo en España, en el Teatro Emperador, en los años sesenta. Fueron los primeros festivales a los que vinieron bandas extranjeras. Eso creó un caldo de cultivo en la ciudad que tuvo su impacto. Diez años después aparecieron grupos como Los Cardiacos o Menta, que tenían mucho que ver con los años sesenta, estética y musicalmente. Luego llegamos los Flechazos y toda la generación posterior. Pero en León se llevan escuchando los Beatles, Los Salvajes, Los Bravos, Los Rolling Stones y los Who desde hace más de sesenta años.
Todo eso ha tenido una influencia constante en los garitos, en la radio y en la gente joven, generación tras generación. Por ello, León ha llegado a ser la capital del pop. Y por eso yo creo que un chaval de León tiene que conocer su cultura y su tradición, ya que no puedes mirar hacia adelante si no sabes de dónde vienes. En realidad, este es el motivo por el que hemos creado un museo del pop en un pueblo de la provincia de León.
No nos extraña que convencieras al alcalde de este pueblo en la primera reunión.
Cuando yo trabajaba en el ayuntamiento y trataba con la gente de los bailes regionales veía cómo ellos defendían su cultura y buscaban sus raíces. Se documentaban para ver cómo habían sido las cosas originalmente para intentar reinterpretarlas y tener una base sobre la que construir un futuro. Me di cuenta de que era exactamente lo mismo que yo estaba haciendo con los mods, con el festival Purple Weekend, con los fanzines y con toda esa labor de difusión cultural. Por eso, este museo de la Era Pop es un proyecto casi etnográfico.
¿Y qué te llamaba la atención de la cultura mod?
Recuerdo que la primera vez que fui a Londres me impactó muchísimo ir a comprar mi primera parka a Carnaby Street. Me metí en el metro y vi a un niño de la mano de su madre, con 7 u 8 años, vestido de mod de arriba abajo, con una americana de pata de gallo y una corbata. No daba crédito. En los 70 esta estética se convirtió en la manera clásica de entender la elegancia. De alguna manera, en Inglaterra, es el uniforme de la gente cuando se quiere acudir a un sitio vestido de manera elegante. Todo esto tiene que ver con el estilo y, de una manera muy sana, con la modernidad, con toda la cultura Mid Century, que fue el paso previo a la exageración que llevó a la decadencia de todo lo que podía haber sido y no fue culturalmente.
Y si echas la vista atrás, ¿qué te ha aportado el movimiento mod?
A mí el ser mod me ha abierto muchas cosas, aunque eso no quiere decir que los mods tengan los mismos intereses que yo o que compartan el planteamiento vital que yo tengo. Por ejemplo, yo empiezo a interesarme por los escritores ingleses de finales de los cincuenta y principios de los sesenta; por los Angry Young Men y descubro a Alan Sillitoe, por ejemplo. A partir de ahí, me pongo a leer a todos los escritores de esa generación y descubro que tanto Kingsley Amis como Alan Sillitoe eran conservadores. De ahí, llego a Anthony Burgess, autor de la novela La naranja mecánica y La trilogía malaya. En esa época me doy cuenta de que tanto la vida de Anthony Burgess como todo lo que subyace en La naranja mecánica es conservador. Aparece en mi radar Tom Wolfe y La banda de la Casa de la Bomba y otras crónicas de la era pop y descubro su nuevo periodismo y todo lo que tiene que ver con ello, que también es conservador. Pero, obviamente, no podemos decir que todos los mods leen a escritores de la esfera conservadora. Yo puedo tener más afinidad con ello, pero también me gustan otros autores como Juan Marsé, por ejemplo.
Me hizo mucha gracia una frase tuya en un libro en el que en una entrevista decías “La lucha de clases me parece una chorrada”.
Yo decía muchas bobadas de joven también, como todos… pero yo no he hablado abiertamente de opciones políticas en toda mi carrera, porque el rock and roll tiene que ver con la libertad y estás influyendo en la gente de una manera que no me parece justa. Y eso no lo digo yo, lo decía Alice Cooper, que no es sospechoso de nada. Por otra parte, a mí me parece que yo soy un artista comprometido, ya que el primer compromiso es hacer bien tu trabajo. Yo he procurado hacer bien lo que tengo que hacer y, aparte, ha habido ciertas batallas en las que sí he entrado, como la del terrorismo. Yo vengo de una familia amenazada por ETA e hice una canción, “Oxidado”, dedicada a Gregorio Ordoñez.
¿Y qué supuso esa canción?
Era una llamada de atención a la gente que estaba callada y debería hablar. Esa canción me trajo muchos problemas. Cuando mataron a Gregorio Ordóñez fui al funeral a San Sebastián, de donde yo soy y tengo familia. Me pareció que había que estar allí y poco después salió una crítica muy dura en la revista Ruta 66. Dos años antes había tenido una bronca muy gorda con otra revista, Rockdelux, porque publicaron un anuncio de una acampada de Jarrai, las juventudes de Herri Batasuna. El dibujo era una pistola señalando, un icono muy pop de Robin Lister, pero escribí una carta al director diciendo que todos los meses compraba la revista y todos los meses me arrepentía porque ponían a parir a los grupos que me gustaban, pero con ese anuncio habían sobrepasado una línea roja por recibir dinero de esa gente. Se montó un pollo tremendo…
Hoy la mayoría de los grupos se posicionan políticamente. A mí, por ejemplo, me han encantado desde siempre Los Planetas, pero ahora son un peñazo cuando empiezan a dar la tabarra con la política.
A mí me han hecho campañas de acoso en internet bastante duras, a pesar de no haberme pronunciado nunca. Pero entiendo que cuando no participas en las cosas en las que lo hacen todos los demás, te señalan. Por eso, no hablar de política es una posición política.
Me llamó mucho la atención una frase sobre cómo justificabas el motivo de tu retirada: “Cuando tienes la sensación de ser de otra época, lo mejor es dejarlo”.
No sé en qué momento fue, pero lo tuve muy claro. De repente, veía que había que justificar cada uno de los pasos que daba y sentía que no conectaba. Es un poco triste, pero también es natural en actividades de creación. A mí me dan mucha pena algunos de mis compañeros que llevan dedicándose a esto mucho tiempo. A veces pienso si no lo harán porque no pueden hacer otra cosa. Me parece que hay que saber reinventarse y cuáles son los límites. La vida es muy corta y hay muchas cosas que hacer. A mí no me da tiempo a hacer todo lo que me gusta.
¿Cómo ha sido tu relación con la industria musical?
Ha sido una relación a trompicones. Yo he estado en un sello multinacional, que ahora es Warner, y cada vez que reeditan un disco de Los Flechazos me dan una gran alegría y colaboro con ellos para que sean unas ediciones muy cuidadas; pero por otra parte siempre he tenido la sensación de que a mí la industria me ha tratado mal. El haber sido tan crítico y el haber hecho lo que me ha dado la gana siempre ha tenido como consecuencia el tener que pagar un precio, y creo que lo llevo con bastante deportividad. La realidad es que no me interesa el futuro de la industria musical. Estoy bastante apartado de ello.
¿Y cómo te ha tratado la prensa?
A mí la prensa me ha tratado bastante bien, en su mayoría. Me han acabado considerando lo que yo nunca quise ser de joven, un artista de culto, porque a mí me gusta lo popular y, cuanto más popular, mejor. Y en ese sentido me da un poco de pena también que tengo la sensación de que nadie ha entendido muy bien lo que he hecho, porque lo que más éxito ha tenido de mi carrera son las cosas que he hecho de la manera más inconsciente. Entiendo que el espíritu efervescente y fresco de los Flechazos marcó a mucha gente en una época. Y estoy muy orgulloso de ello, pero no ha dejado de ser algo muy mimético que hacía cuando tenía muy pocos recursos, con unos mimbres bastante limitados. Como le pasa a todo el mundo cuando es joven, que está descubriendo cosas, las utiliza y no se da cuenta de que las está copiando directamente. Por ejemplo, yo decía en una canción “Si quieres divertirte necesitas acción, bailar a medianoche es la mejor solución; todos los búhos vivimos de noche y odiamos el sol”. Y me río porque no he sido noctámbulo en mi vida, pero estaba metido en un ambiente en el que eso era la línea general; por eso creo que era muy mimético. O, por ejemplo, en otra canción decía: “Mira, viejo, vuelve a casa; estamos en una fiesta, tu mujer se va a enfadar”. Hoy digo ¡qué vergüenza!, porque ahora soy yo el viejo que va a protestar por la música.
En tu otra etapa musical, al frente de Cooper, se perciben algunos cambios en tu música…
En la época de Cooper yo soy capaz de hacer una música que me representa, que recoge el momento vital en el que estoy. Creo que esa música representa el sonido que necesita escuchar una persona de mi edad. No existe la música pop solamente para las 12 de la noche con un cubata en la mano en un garito. Puedes escuchar música pop a las 12 de mediodía en un parque. Eso es lo que yo defendía. Puedes hablar de tu familia, de tu hija y de otras muchas cosas. Y en Cooper hay mucho de eso, pero eso no ha trascendido, aunque yo estoy muy orgulloso.
¿Cómo fue esa evolución de Los Flechazos a Cooper?
Durante mucho tiempo, al inicio de Cooper, yo necesitaba quitarme el lastre de Los Flechazos, porque mi objetivo era hacer una carrera en solitario y tener personalidad propia, por lo que conscientemente dejé de tocar las canciones de los Flechazos. En el 2016 firmé un contrato con el público por el que íbamos a volver a revivir toda esa época y tocamos todo lo que había que tocar, pero también me trajo algunos problemas.
Recuerdo una crítica muy dura en El País de ese concierto en La Riviera en 2016.
Sí, decía que llevaba 25 años haciendo lo mismo, cuando la realidad es que había estado muchos años sin tocar ninguna canción de Los Flechazos. Esa crítica desanimó a la compañía e hizo que el repertorio no fuera todo lo explosivo que podría haber sido. También por mí culpa, porque cualquier persona que esté metida en el mundo de la industria hubiera utilizado el nombre de los Flechazos en lugar del nombre de Cooper, pero yo sentía un gran respeto por todo lo que supusieron Los Flechazos.
Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra…
Tú estuviste en el concierto de despedida en la sala But, para el que se vendieron las entradas dos meses antes. Y no hicimos una segunda fecha. ¿Sabes la cantidad de presiones que hubo para hacer una segunda fecha? Si yo anuncio que será el concierto de despedida, no tengo por qué hacer una segunda fecha, ya que supone engañar a los que han comprado la primera entrada. ¿Cuántos grupos hacen una segunda y una tercera en el concierto de despedida y luego dos años después se vuelven a juntar? Yo podría haber hecho eso, y también podría venir a esta entrevista en chándal o andar en patinete, pero un hombre ha de tener dignidad (risas).
Hemos hablado mucho de los años sesenta, pero ¿cómo era la música de los sesenta en España?
Cuando escucho que los años sesenta fueron un periodo gris y que diez años después llegó el color al país y ese tipo de cosas, me pongo malo, porque no es verdad. La escena musical que había en España en los años sesenta era apabullante y una de las más importantes de todo el mundo. Y muchas veces con el apoyo de las instituciones, por ejemplo, con los programas de Televisión Española de Alfredo Amestoy que iba por los pueblos a descubrir bandas de rock, festivales y sellos discográficos montados por gente muy cercana al poder. Era una manera de entender que había que canalizar la expresión juvenil y todos los grupos estaban en el mismo ambiente. La riqueza cultural que aportó todo eso fue increíble. Yo te he hablado de los festivales que hubo aquí en León, pero había bandas en muchos sitios que revolucionaron sus barrios. Grupos como Los Salvajes, Los Brincos, Los Bravos, Los Cheyenes, Los Canarios, Los No, etc. Por no hablar de las revistas españolas que plasmaban todo este movimiento: la revista Fans, Discóbolo, Alta Fidelidad, etc. Es alucinante ver cómo eran una explosión de color y cómo eran las melenas que había en esa época.
¿Y ahora hay algo que merezca la pena en la música?
Si yo me he ido del mundo de la música es porque no me motiva especialmente.
Aunque Alex Cooper ya no dé más conciertos, sí podemos seguir disfrutando de su música, de los libros de su editorial y, muy pronto, de su Archivo Gráfico de la Era Pop. Por suerte, para Alex Cooper queda mucho por andar.
Fotografía de portada: Mary Wilson