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Ha trabajado para empresas financieras como Goldman Sachs, Citibank, Merrill Lynch. Y ha estudiado en Harvard, el Colegio Alemán de Madrid, Université Paris Dauphine y en ICADE. Antes de empezar su jornada laboral, practica deporte con tesón y desayuna bien, porque el día siempre será exigente. Se lo ve sano, con buena planta y seguro de sí mismo. Hasta aquí, el retrato típico del tiburón o lobo de Wall Street o el Ibex 35. Pero un día empezó a barruntar que necesitaba cambiar su vida.

Necesitaba reorientar su vida, y luego, de añadidura, ayudar a otros a manejar sus dineros con la astucia de la sierpe y la pulcritud evangélica de las aves que ni cardan, ni hilan. Y, como es hombre que sabe aprovechar ese oro que se llama tiempo, durante mi retraso ha entrado en la iglesia que hay junto a la cafetería en que hemos quedado.

Es Borja Barragán, fundador de Altum Faithful Investing, una «empresa de asesoramiento financiero» dedicada —como no podía ser de otro modo— a generar suculentos beneficios, pero «aplicando principios católicos en todas y cada una de las decisiones de inversión». Nos explica por qué alguien, con veinte años de experiencia en este sector, se embarca en este riesgo y se dedica a la «inversión coherente con la fe».

Durante unos quince años, usted lleva una carrera profesional al uso dentro de la banca privada y las empresas de inversión.

Sí, al uso, en el sentido de alguien que está siempre involucrado en banca de inversión, sobre todo, en mercados financieros. Es la imagen que podemos tener en la cabeza: con seis pantallas delante, comprando y vendiendo todo el día. De hecho, yo me dedicaba a derivados de tipos de interés y renta fija. Algo un pelín extraordinario, en el sentido de que, a ojos de la sociedad, a un tío joven, en banca de inversión, no se le paga mal, desde luego. ¿Se puede considerar que hay algo de éxito en ese modo de vida? Rascas, y ves que es un éxito un poco fatuo, un poco vacío, un poco hueco.

¿Por qué un éxito vacío?

Porque hay que buscar sentido y propósito en las cosas que se están haciendo. Al final, cuando uno trabaja en banca de inversión, lo que le mueve es —suena un poco duro decirlo— la avaricia, es el más, el quiero más, más bonus este año, más bonus que el año pasado, más bonus que mis compañeros de trabajo, o más bonus que lo que puedan pagar en otros bancos. Y ahí empiezan a surgir dilemas éticos.

Este mundo es el que aparece descrito en películas como Margin Call (2011), El lobo de Wall Street (2013), o la de Michael Douglas, Wall Street (1987), donde se dice: «el dinero nunca duerme». ¿Son caricaturas, hay demasiada exageración en estas películas?

El lobo de Wall Street es una caricatura. Aunque puede haber cierta verdad, y de modo especial en Wall Street, donde Michael Douglas dice: «La avaricia es buena». Pero eran otros años. Probablemente sí que fuera entonces de ese modo. Lo que pasa es que luego todo eso ha ido evolucionando. Lo que ha habido, y eso sí que no ha cambiado, es lo que lo mueve, y es la avaricia. Tú vales lo que eres capaz de generar única y exclusivamente. Con lo cual, la persona o los trabajadores de este sitio se convierten nada más que en capital. En el momento en que ya no generan beneficios, se les descarta, se desechan.

¿Eso es lo que lleva, en muchas empresas, a automatismos fríos y soluciones fáciles, como despedir gente, basándose en lo que dice una hoja de Excel?

Correcto. El hombre es un mero factor productivo del cual se puede prescindir sin ningún tipo de problema. Se puede prescindir y explotar. No tenemos más que ver los horarios en que nos manejamos. La grandísima mayoría de las personas que trabajamos o que trabajamos en el sector servicios, sobre todo. ¿Es capaz un matrimonio joven de levantar una familia de una manera sólida, de poder criar una familia, sin andar preocupándose de cuántos hijos va a poder tener, por una mera cuestión económica? Esta es una reflexión que hay que plantearse. Si las empresas están, estamos, fomentando una sociedad donde se valore más el capital humano o bien la productividad. Porque hay ciertas cosas que solamente se generan en la familia, como la confianza, la lealtad, la honestidad, el trabajo bien hecho, el cumplir con tu deber. En el fondo, eso lo mamas y lo aprendes en tu familia, no en el trabajo. Ahora bien, los empleadores sí que buscan este tipo de cualidades en los empleados. Pero, para eso, hay que buscar una cultura de generación de familia. Si algo falla en el mundo de la empresa es la falta de ética, la falta de moralidad; lo que prima es el beneficio.

En las escuelas de negocio, y en todas las tendencias de comunicación corporativa, se está vendiendo la idea de que las empresas son éticas o sostenibles. Son diversas. Incluso reparten moralina para decirnos a nosotros, sus clientes y consumidores, cómo tenemos que ser. ¿Esto es un cambio real o es mera apariencia?

Estamos permitiendo que las empresas dicten los criterios morales. Cuando una empresa debería ser un sitio que provea de un producto o un servicio de la manera más eficiente posible, y para el bien común de la sociedad, y que genere puestos de trabajo. El problema es cuando las empresas están saliendo del tiesto y entran en opiniones no solamente económicas, sino también políticas, e incluso morales y religiosas. Ahí es donde nosotros, los usuarios o los inversores, los consumidores, tenemos que parar un segundo y preguntarnos: «¿En qué tipo de empresas estoy invirtiendo? ¿De qué tipo de empresas estoy consumiendo?».

Frente a este contexto, usted decide cambiar. ¿Se trata de un cambio de la noche a la mañana, o es un proceso?

Fue un proceso. Empecé a cursar un máster en Pastoral Familiar del Instituto Juan Pablo II. Allí entendí dos cosas muy claras. En un primer lugar, descubrí mi vocación al matrimonio y cómo quería vivir mi matrimonio, y qué tipo de tiempos y espacios debería dedicar a mi matrimonio. Este es el aspecto personal, pero fue un revulsivo que condicionó lo demás. Lo segundo, se daba la casualidad de que entre los alumnos de ese máster había religiosos y religiosas, los cuales, cuando supieron que yo andaba metido en finanzas e inversiones, me preguntaban: «Oye, esta es nuestra cartera de inversión, estamos invirtiendo en esto, no nos sentimos cómodos». Ahí veo que suceden dos problemas. Primero, las altísimas comisiones que estaban pagando estos religiosos, debido principalmente a su ignorancia. No tenían manera de controlar las comisiones que estaban pagando. Segundo, la falta de coherencia entre sus carteras de inversión y la fe profesada por esa propia entidad. Un ejemplo: tú puedes estar invirtiendo en compañías que promuevan el aborto, en compañías que estén fabricando la píldora del día después, compañías que estén apoyando de manera radical e incondicional la ideología de género, la persecución religiosa.

¿Persecución religiosa?

Existen casos, sobre todo en Estados Unidos. Hay compañías que están apoyando lo que se llama la Equality Act. Es una ley bajo la cual tú no puedes objetar en conciencia para determinados tipos de cosas. En el estado de Nueva York, si un médico objeta en conciencia a la hora de practicar un aborto, le pueden meter una multa de narices. Y hay empresas que promueven esto. Ahí es donde debemos parar un poco las máquinas y preguntarnos qué poder les estamos dando a las compañías.

Y eso es lo que usted detecta, a raíz de aquel máster en Pastoral Familiar.

A raíz de ahí, me planteo que se me dan bien las inversiones y las finanzas. Y me pregunto cómo puedo ponerlo al servicio de instituciones que a mí me han estado acompañando en lo personal durante toda mi vida. Una de las moralejas que he aprendido es que quiero una unidad de vida; no puede ser que yo, de lunes a viernes, esté nadando entre tiburones, y luego los domingos soy un padre de familia metido en parroquias y catequesis. Es incongruente.

En España, destacadas compañías y bancos, durante las semanas de junio o julio, colocan la bandera LGTB en el logotipo corporativo. Y luego nos enteramos de que su principal directivo que, de una u otra manera, tolera este movimiento va a misa todos los días o se precia mucho de tener una familia católica practicante.

Es algo que no sabemos si está para quedarse, o es simplemente una moda. Es curioso que muchas de estas compañías que cambian el logotipo durante ciertos meses, apoyando claramente la ideología de género, son compañías que no dejan de vender ni un solo teléfono, ni un solo bien o servicio, en países donde de verdad se castiga a las personas homosexuales, como pueda ser en países como Irán. En estos casos, las empresas se están sirviendo de las personas para sus objetivos puramente comerciales y de marketing. No se está preservando la dignidad de las personas; se está utilizando a la persona como un mero factor productivo.

Las empresas parecen sustituir, como referentes morales, a las iglesias. Sin embargo, usted empieza a prestar servicios financieros para entidades religiosas, y deja de trabajar para otros clientes corporativos. Es parte de su negocio en Altum.

Si vamos a ofrecer un servicio financiero, lo primero que debemos hacer es ser muy buenos profesionales en lo financiero. La primera reflexión por mi parte fue: «Luz y taquígrafos» y estar regulados por la CNMV para ofrecer una garantía de que las cosas se están haciendo como se tienen que hacer. A partir de ahí empiezan dos actividades principales en Altum. La primera es asesoramiento en materia de inversión, en la cual elaboramos recomendaciones de inversión que nunca entren en conflicto con el magisterio católico. El magisterio católico es riquísimo, pero no hay un documento doctrinal que te diga cómo tiene que invertir un católico. La Iglesia está para ofrecer una serie de orientaciones, pero no para dar soluciones técnicas. Por tanto, nosotros lo que hemos hecho ha sido intentar aterrizar toda esa doctrina y aplicarla de una manera pragmática en cómo construir una cartera de inversión, basándonos en cuatro pilares: promoción de la vida, de la familia, dignidad humana y protección de la Creación. Estos cuatro pilares son, en cierto modo, el legado de los tres últimos papas: vida y familia, Juan Pablo II; dignidad humana, Benedicto XVI; cuidado y protección de la Creación, papa Francisco.

¿Cómo entiende usted este último punto?

Como se debe entender: sin idolatría al medio ambiente, y con un uso correcto que el hombre debe hacer del medio ambiente. Y velando por aquello que está en la Doctrina Social de la Iglesia, que es el desarrollo integral de la persona, y siempre velando por las generaciones que están por venir. Pero en ningún caso comparando a la cría de nutria con el feto humano. Y esto es una cosa que además denuncia el papa Francisco en Laudato si’. Él dice que es una absoluta incongruencia que estemos queriendo defender el medio ambiente, sin defender a los más indefensos de los humanos, que son los fetos.

¿Esto cómo se concreta, para sus clientes y para todos?

Analizando tantas compañías, desde el punto de vista de magisterio católico, nos encontramos con una base de datos enorme de información. Esa base de datos es muy útil para el cliente profesional, para gestoras y bancos que quieren hacer carteras de manera coherente con el magisterio católico. Y nosotros nos encontramos con un problema, y es que en el equipo de Altum FI somos ocho. Nos llama gente del mundo retail preguntándonos: «Oye, tengo un patrimonio pequeño, y me gustaría que lo gestionaseis así, porque creo en los criterios que vosotros vais aplicando». Pero no tenemos manos ni tiempo suficiente para hacer una gestión de 20.000 patrimonios de 4.000 euros. Nos da mucha rabia —porque católico significa universal— que la gestión coherente con la fe —el faithful investing— sea únicamente para ricos, o para congregaciones, o para family offices que tenga gente con dinero. Desde aquí la apuesta fue decir: «Hagámoslo accesible a todo el mundo». Esa es la razón de ser de la aplicación Altum App. Gracias a esta aplicación —para móvil o para web—, cualquier persona, antes de tomar una decisión de inversión, puede comprobar si tal o cual compañía entra en conflicto o no con el magisterio católico.

Es una información que se da. No es un servicio por el que cobren ustedes.

No cobramos, es gratuito. Pero porque queremos que no haya ninguna traba, si alguien quiere invertir de una manera coherente con su fe. Lo que queremos es que paguen por este servicio quienes ganan dinero dedicándose a la inversión, es decir, los fondos de inversión en los cuales tú y yo podemos invertir. Si eres una gestora de fondos de inversión, y si hay clientes tuyos que quieren invertir de una manera coherente con la fe, compra tú esa plataforma. Esta plataforma se llama Altum Explorer, y en ella puedes construir carteras coherentes, pero eres tú quien paga por ello.

¿Los clientes de Altum son asociaciones religiosas…?

Instituciones religiosas, fundaciones, conferencias episcopales, tanto en España, como en Portugal y en Italia. Y tenemos también clientes particulares a quienes les gusta la aproximación que nosotros hacemos, pero porque al final es gente que lo que busca es tener una unidad de vida. Y family offices, por ejemplo. Tenemos casos concretos de gente que no son religiosos, pero que quieren vivir en coherencia.

¿Por qué eligen ustedes el nombre Altum?

El nombre viene de “Duc in altum”, de Lucas 5:4. «Rema mar adentro». Los apóstoles están en la orilla, aletargados, tristes, limpiando las redes, vacías porque no habían pescado nada la noche anterior. Llega el Señor y les dice: «Remad mar adentro; Pedro, súbete a la barca, echa la red». Y la sacará llena de peces. Pero esto no se trata de que, si inviertes con fe, vas a tener mucha más rentabilidad. No. Aquí de lo que se trata es de animar a aquellos apóstoles que estaban en la orilla, aletargados y tristes, sin hacer nada, a dar un paso más allá y atreverse a ser coherentes en su manera de invertir. Este es un llamamiento a los cristianos: ahora ya se puede. Hay una alternativa. Venimos de una época de inversión convencional cuyo objetivo consistía en maximizar beneficio. De siete o diez años para acá, hemos tenido la inversión socialmente responsable, la inversión sostenible. El siguiente paso es la inversión moralmente responsable.

¿Por qué la diferencia entre “socialmente responsable” y “moralmente responsable”?

Porque no podemos caer en la trampa de haya empresas que, desde el punto de vista ESG (Environmental, Social, Governance), sí que pueden tener una calificación muy buena, pues no tienen emisiones tóxicas, desde el punto de vista de gobernanza se portan fenomenal con todos sus empleados, y todos los stakeholder están encantados con ellos. Pero, si esta compañía se dedica a investigar con embriones humanos, para el cristiano, para el católico, debería levantarse una bandera roja. Ahí es donde entramos nosotros, y donde entra el concepto de faithful investing. El nombre de Altum es eso: rema mar adentro, deja atrás las adherencias del pasado y las viejas seguridades, y atrévete a invertir de una manera coherente.

¿A usted le dio vértigo ese «adentrarse mar adentro»? Usted dejaba un trabajo seguro.

Por aquel entonces tenía cuatro hijos; ahora tengo siete. Fue un cambio radical, pero también fue un proceso de más de seis meses de hablarlo mucho con mi mujer. Fue un proceso de preguntarse: ¿Cómo puedo poner al servicio de los demás aquellos dones que Dios me ha dado? Fue un proceso largo, y también pasando mucho tiempo delante del Santísimo. Las decisiones importantes en la vida a veces se cuecen a fuego lento. No son decisiones rápidas y fugaces. Creo que el hombre de hoy, el hombre postmoderno, tiene un problema grande, y es que ha sacado a Dios de su vida. Hemos sacado a Dios de todas nuestras decisiones.

¿Cree usted que sería preferible acudir menos a escuelas de negocio y aprenderse mejor la Doctrina Social de la Iglesia?

Has tocado un punto muy importante. Hace poco hemos sacamos un informe de inversión coherente con la fe, en el cual comparamos el ESG versus el faithful investing. La moraleja es que el ESG tiene muchas debilidades. Porque unos utilizan una metodología para medir las emisiones de CO2, y otros emplean otra. ¿Cómo es posible que Tesla, por una compañía de medición de ESG, tenga una calificación buenísima, y por otra tenga una calificación malísima? Es incongruente y muy poco sólido. ¿Sabes cuáles son los criterios que han permanecido inalterados durante el tiempo, y que son aplicables siempre y en todo lugar para el desarrollo integral de la persona? Las declaraciones de fe de la Iglesia.