Tienen los angloparlantes un adjetivo para el que yo apenas encuentro traducción. Es una palabra sencilla, compuesta por un morfema derivativo, el sujifo “less”. Una cosa muy british. Digo que no encuentro traducción y me frustra porque es el término con el que mejor podríamos definir a Chris Slattery como a, qué sé yo, Ignacio Echeverría: fearless. Diccionarios y traductores la asemejan a nuestro “intrépido” y yo suelo referirme más bien a “desacomplejado”. Sea como fuere, ha fallecido Chris Slattery, el más fearless entre los fearless.
El pasado miércoles 22 de noviembre falleció Chris Slattery, activista provida estadounidense que ha salvado más de 43.000 bebés del aborto. Católico convencido, Slattery fundó una red de centros de apoyo al embarazo para mujeres y niñas necesitadas de un hogar. Buscando siempre las alternativas reales, acogió a miles de mujeres en sus centros para favorecer la maternidad y acabar con el crimen del aborto.
Este neoyorkino desafió a la burocracia estadounidense y sus funcionarios gubernamentales con un objetivo: defender la vida. Se opuso a la industria del aborto con un objetivo: defender la vida. Peleó contra grandes farmacéuticas con un objetivo: defender la vida. Dio un testimonio público de fe rezando el Rosario frente a cientos de abortorios con un objetivo: defender la vida. Y luchó una larga batalla contra el cáncer muriendo a los 68 años de edad con un solo objetivo: defender la vida.
Gracias a la organización EMC Frontline, que fundó hace casi cuatro décadas, Slattery pudo atender con esmero a miles de mujeres que solo pretendían ser madres. El cálculo de su hazaña −intrépida o desacomplejada, según la traducción− le permitió rescatar a más de 2.000 bebés anualmente. Una lucha algo irracional, hasta dar la vida, que solo se entiende tras su conversión. Chris Slattery se convirtió al catolicismo en la década de 1980. Tras acudir a numerosas marchas provida en Manhattan, conoció a una anciana mujer que rezaba frente a los abortorios. Conmovido por las plegarias de esta mujer, Slattery pronto se sumó a la causa.
Precisamente en Manhattan opera Planned Parenthood, la mayor industria abortiva del mundo, y Slattery tuvo la brillante idea de alquilar un edificio junto al abortorio. Fue el primero de cientos: una salvación para las mujeres abocadas al aborto y un quebradero de cabeza para los trabajadores de Planned Parenthood. Con un megáfono en la mano Slattery llegó a ser portavoz de la Operación Rescate que los provida lanzaron sobre Nueva York. El compromiso de Slattery le llevó incluso al calabozo, pero nada pudo motivarle más.
De este activista fearless hay una virtud que todos deberíamos recuperar. Esa que Rod Dreher llama “ecumenismo de trinchera”: Slattery supo hacerse amigo de todos. Y gracias a su gracia y astucia, figuras como el cardenal John J. O’Connor, la Madre Teresa, Benedict J. Groeschel, Bowie Kuhn o J. Peter Grace colaboraron con Slattery en la difusión de su causa provida y, no menos importante, en la recaudación de fondos para ayudar a esas mujeres.
Precisamente una de estas figuras prominentes, el Reverendo Patrick Mahoney, le recordaba estos días en Twitter: “»¡Habrá generaciones futuras gracias a lo que hiciste!», se dice en La lista de Schindler. Estas palabras también describen la vida de mi querido amigo durante más de 35 años, Chris Slattery. Chris falleció temprano esta mañana rodeado de su amada familia y ahora está con su amado Salvador. Aquí hay una foto de nosotros orando en Planned Parenthood en el bajo Manhattan. A través del increíble trabajo con EMC, sus clínicas salvaron a más de 50.000 niños inocentes de la violencia del aborto en la ciudad de Nueva York”. Mensaje que Mahoney ha querido acompañar con las palabras “héroe provida”.
Muy activo en redes sociales, Slattery dedicó esta última década de su vida a hacer publicidad de las clínicas. En 2013, hace ahora diez años, continuó abriendo otra tanda de centros provida, provocando no poca polémica en una burocracia anclada en la cultura de la muerte. Sólo un año después ganó en los tribunales contra la ciudad de Nueva York. Ahora, enfrentado a toda una industria en la tierra, ha ganado la victoria del cielo. Dicen que le esperaban 43.000 ángeles de la guarda.