Es inmensamente difícil sacar una buena entrevista. El entrevistador, supongo yo, se enfrenta siempre a la dificultad de hacer hablar a alguien que, en ocasiones, peca por defecto y, en otras, en no pocas, peca por exceso. Eso aristotélico de que la virtud está en el punto medio es cosa que se dice mucho por ahí, pero a la hora de la verdad ya saben cómo funciona el mundo. Luego, uno también tiene que enfrentarse a sus propias ganas de hablar, a la tentación de explayarse, y debe hacer el necesario sacrificio de guardar voto de silencio, o, mejor dicho, de prudencia, tragarse unas cuantas ideas propias, dejarlas para una columna, y ceñirse a exprimir al entrevistado. Pues bien, en todo eso, Joaquín Soler Serrano, si no fue el mejor, estuvo muy cerca de serlo.

Joaquín Soler Serrano
Las entrevistas del programa A fondo, emitidas entre los años 1976 y 1981, fueron, son y serán fuente de inspiración y descubrimiento para los que las vieron, ven y verán. Fueron muestra de una televisión repleta de unos contenidos que dejaban un poso cultural en los espectadores, una televisión que creía en aquello de las cosas con fondo, nunca mejor dicho y, además, con forma. Porque el programa era de una profundidad excepcional y, además, estética y visualmente bonito, con muebles de diseño y un ambiente cuidado. Se podía fumar, comer manzanas o beber. No sé si fue antes el fondo que la forma, o la forma era lo que llamaba al fondo porque aquel espacio, digo yo, invitaba a estar horas y horas conversando en él.
Conversaciones para la historia
El desfile de personajes es realmente admirable, más de ochenta, y no sólo de la esfera nacional, sino internacional. Las entrevistas de Soler Serrano nos descubren la persona, la obra, el cariño y el respeto. Para muchos han sido el primer contacto, la primera vez, con un autor después predilecto. Pero les aseguro que todos y cada uno de los minutos de grabación, sea quien sea el protagonista, despiertan curiosidad. Y esto de despertar la curiosidad puede parecer fácil, pero es que, además, la mantienen con intensidad suficiente, lo que en este mundo repleto de otras tentaciones tan a mano es muy difícil de conseguir. Las entrevistas de A fondo las tenemos ahí, a golpe de click. Uno puede, incluso debe, volver una y otra vez a ellas porque, como las cosas que merecen la pena, no envejecen. O quizá si envejezcan, pero lo hacen muy bien. Tengo la mala costumbre de pensar que uno tiene que mimarse mucho a sí mismo, y también a los demás, y no hay forma mejor de hacerlo que con los libros, con las películas, en fin, con la cultura. Ahora mismo, mientras escribo, no veo lugar mejor para hacerlo que en alguno de esos episodios.
Y vuelvo a recorrer las que he visto, que no han sido todas, y se me antoja muy difícil elegir una. Recuerdo a Umbral mirando cómo da en la cámara y explicando aquello de que para conseguir un buen artículo «hay que quemar un ensayo, un soneto y una noticia». Qué razón. Pienso en Camilo José Cela mostrando el cuaderno de notas original en el que escribió Viaje a la Alcarria, con alguna de las flores que iba encontrando en el camino prensadas entre las páginas, y explicando que «las cosas hay que cuidarlas». Como la vida misma. Me gusta mucho Torrente Ballester, a quien empecé a leer precisamente por esa entrevista, y su teoría de que «los escritores gallegos escriben en castellano, pero piensan en gallego», lo que da otro ritmo a las páginas. No he dejado de leer a los gallegos teniendo eso bien presente. Recuerdo el primer plano de las manos de Miguel Delibes mientras se liaba el tabaco de picadura que fumaba «porque los liados eran muy caros», y lo asocio con Josep Pla y su fumar para buscar el adjetivo. Tampoco abandonaré aquel consejo de Cunqueiro, aquello de que a la gastronomía hay que añadirle «un poco de literatura y un poco de fantasía» y que así se disfruta más. Pero probablemente quien más me emociona sea aquella Carmen Martín Gaite recordando cómo su padre, que «se había dejado los ojos en los libros», le había contagiado esa pasión. Eso es a lo que hay que aspirar. Hubo una temporada en la que me obsesioné con extraer los momentos en los que escritores hablan de la necesidad de esfuerzo diario y trabajo, de lo poco que ayudan las musas y de las muchas horas que hay que echarles a los párrafos. Tengo una buena colección.

Entrevista a Camilo José Cela
Una herencia a la que volver
De todo esto sólo me provoca cierta tristeza, casi nostalgia, pensar en quién podría ir hoy, a quién se entrevistaría, quién tiene algo que decir, algo que contar. No lo sé. Dijo Juan Antonio Vallejo-Nájera, hacia 1986, que «Un arte que se difumina es el de la conversación. Casi siempre hay demasiadas personas, mucho ruido y prisa». Hoy no estamos mucho mejor. Quizá volver a las entrevistas de A fondo sea poner el primer ladrillo de la casa. Porque las entrevistas de don Joaquín se pueden ver de muchas formas, pero hay que verlas. Aunque sólo sea por su esfuerzo de grabar todo aquello. En su conversación con Luis García Berlanga, resume a la perfección la filosofía del programa cuando dice que «es una herencia que puede ofrecerse realmente a las generaciones venideras. Porque a todos nos hubiera gustado poner el video y encontrarnos a Cervantes hablando de por qué escribió el Quijote y explicándonos sus razones».
Y es que Joaquín Soler Serrano tenía el raro don de hacer hablar a todos los que tenían algo que decir y, además, la preocupación de que lo dicho quedase ahí, conservado, para nosotros. Chapó y gracias.