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Hace algunos años, ocurrió un hecho perturbador en la de por sí perturbadora televisión argentina. Paulatinamente, comenzó a hacerse visible en las tertulias políticas un personaje con aires estrafalarios y pendencieros, pero con cierto bagaje académico (lo cual ya es decir) y algunas cosas interesantes para explicar. El hombre se dispuso a discutir acaloradamente con cuanto adversario se le pusiera en frente, llegando al insulto personal y levantando los estandartes de la Escuela Austríaca, en repudio a John Maynard Keynes y al populismo, vacas sagradas de la Historia Argentina (aunque muchos argentinos no lo sepan). Muy pronto, el académico del peinado descuidado comenzó a hacerse popular entre cierto sector de una población hastiada de la clase política tradicional (si se nos permite el calificativo, que ya disecaremos). El individuo en cuestión, economista y profesor universitario, respondía al nombre de Javier Gerardo Milei y -parece ser- llegó para quedarse.

Fuente: Perfil

Una biografía completa del profesor Milei excedería el espacio de estas páginas. Baste con decir que fue futbolista, cantante de una banda de rock y practicante del Tantra. En definitiva, un personaje inasible para los esquemas clásicos rioplatenses. Autodefinido minarquista y libertario, Milei desempolvó a autores olvidados en el escenario político hispanoamericano, como Friedrich Von Hayek, Ludwig Von Mises y Milton Friedman, entre muchos otros. Estos, junto al español Jesús Huerta de Soto o su compatriota Alberto Benegas Lynch (h) conforman el panteón particular del último fenómeno de la actualidad argentina. Sin embargo, para entender el porqué de tanta estupefacción ante su aparición, conviene hacer un poco de historia.

Breve historia Argentina

El bipartidismo domina la política argentina desde mediados del siglo XIX. Terminado el Orden Conservador que edificó el Estado Argentino moderno (1880-1916), el voto universal, secreto y obligatorio provocó que la política del país tomara otros derroteros. A partir del primer gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1951), la rivalidad Partido Justicialista-Unión Cívica Radical se consolidó para la posteridad y hasta, por lo menos, 2015. Los terceros en discordia, cuando existieron y con la excepción de Propuesta Republicana, significaron un soplo de aire fresco que se perdió en el vendaval de las opciones mayoritarias: es el caso del Partido Intransigente (formación de centroizquierda subsumida en el kirchnerismo), el Frente País Solidario (de características y destino asimilables al PI) o la Unión del Centro Democrático, único partido político liberal de cierta relevancia en la Argentina moderna. Es importante aclarar que, mal que le pese a los liberales vernáculos, la corriente ideológica por ellos defendida está indivisiblemente ligada (a ojos de la opinión pública argentina) a diversas dictaduras militares que pretendieron aplicar el ideario liberal y que recibieron el gozoso apoyo de intelectuales de ese sector. Para los seguidores de la Escuela de Chicago, el peronismo (al menos, hasta la era de Carlos Saúl Menem [1989-1999]) hacía imposible la implementación de según qué medidas para ellos, imprescindibles. La etapa kirchnerista (2003-2015) consolidó un modelo populista con algún sesgo de izquierda y marcado por un Estado omnipresente e intervencionista. Concluida la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019), quien (en términos de Raúl Alfonsín) no supo, no quiso o no pudo desmontar lo realizado en presidencias anteriores, se produjo la restauración kichnerista. Y en ese escenario, surge Javier Milei.

Juan Bautista Alberdi

Puede dividirse el fenómeno Milei en dos aspectos: uno es relativamente accesible para todo aquel que haya leído algo de economía política (y de política a secas). Milei defiende el alejamiento del Estado de casi todos los aspectos de la vida social (exceptuando, como los liberales clásicos, la defensa de los derechos fundamentales), así como la primacía del individuo frente a la masa. Por otra parte, es un encendido defensor de ciertos valores tradicionales, así como férreo opositor al aborto (al que ve como un ataque al derecho a la vida del nascitūrus). Como muchos liberales argentinos, Milei admira el legado de los ideólogos de la Generación del ’80, como Juan Bautista Alberdi (1810-1884) -el Padre de la Constitución- y considera que la llegada de los partidos de masas al Poder (sobre todo, con Hipólito Yrigoyen y la Unión Cívica Radical en 1916) marca el comienzo de la decadencia argentina. A diferencia de Mario Vargas Llosa con el Perú, Milei sí tiene claro cuándo se jodió la Argentina.

Aunque difieren en el punto de vista y en las conclusiones, casi todos los observadores serios coinciden en que Milei es un gran signo de interrogación, pero también un revulsivo de la política en el país de Maradona y el Papa Francisco.

Desde las huestes de Mauricio Macri, uno de sus intelectuales más influyentes se permite dudar sobre el fenómeno:

¿Qué representa Javier Milei?

Se dice de Milei que representa dos cosas: por un lado, el agotamiento social del modelo estatista-nacionalista del kirchnerismo y, por el otro, una nueva oleada de descontento social con la clase política. Con lo primero estoy de acuerdo. Con lo segundo, no tanto. En buena parte parte porque todavía no hay indicios suficientes como para decir que estamos ante un nuevo “que se vayan todos” (se refiere a la crisis de representación que tuvo lugar en 2001, que aceleró la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y provocó un amplio rechazo hacia la clase política).

¿Aporta algo a la discusión política argentina?

A Milei le valoro que hable sin complejos sobre sus ideas económicas, que en la conversación pública argentina, muy escorada hacia el estatismo, fueron disruptivas y permitieron correr el centro de gravedad del debate.

¿Su participación puede contribuir a cambiar paradigmas instalados en la sociedad?

(…) Me genera dudas su participación política. Es posible, en mi opinión, decir que es un líder populista. Por un lado, porque demoniza a todos los que no están de acuerdo con él (políticos, medios, etcétera) y se propone como único salvador posible. Y, por otro, porque propone soluciones simples a problemas complejos, siguiendo la definición de populismo de Felipe González. Milei parece creer que los problemas estructurales de la economía argentina se arreglan con un ajuste y con reducir la cantidad de empleados públicos. Es una visión demasiado simplista, que no suma.

Esa visión que, en palabras del entrevistado “no suma”, agrego yo, levanta ampollas en un país tradicionalmente sustentador del estado paternalista y vigilante.

Cuidado, hay opiniones más tajantes. Luis Wainer, sociólogo, doctor en Ciencias Sociales y profesor de las universidades de Buenos Aires, Avellaneda y Hurlingham, tiene un enfoque más heterodoxo y, quizá, pesimista:

Fuente: El Comercio Perú

¿Es Milei algo nuevo?

Javier Milei no es un recién llegado a la política, porque las relaciones entre política y sociedad (entre todas sus dimensiones posibles) son capilares, se van desplegando de distintos modos y asumiendo más o menos centralidades según los tiempos. Milei, quien ha ponderado la administración Menem y sobre todo al dirigente político mayormente asociado a la oligarquía diversificada argentina en su etapa de financiarización y sus consecuentes crisis sociales (se refiere a Domingo Cavallo, liberal y funcionario de diversos gobiernos argentinos), hoy recobra un protagonismo manifiesto.

¿Y cuál es su mérito, entonces?

La pregunta que cabe, me parece, es más sobre el porqué de esta presencia que por sus cualidades, porque no es la primera vez que la ortodoxia liberal o la escuela austríaca adquieren una resonancia tal, inclusive en disputa con otras opciones liberales habituales en la escena política-económica (y mediática) nacional. Quizás el elemento diferencial es el que otorgó la pandemia y su relación entre política y ciudadanía. La primera imponiendo una serie de medidas de cuidado reactivas al discurso de tal concepción económica. A su vez, el crecimiento de Milei, por lo pronto coyuntural, ocupa una vacancia política, menos por su programa y más por las características exteriorizantes (sobreactuadas) que asume su crítica a la clase política, cuando esta no resuelve la mayor parte de los problemas que actualmente asume la ciudadanía.

¿Es posible pensar en una evolución del fenómeno?

Si pensamos que luego de los cuatro años de un gobierno como el de Mauricio Macri -que profundizó todos los problemas de la transición democrática argentina y recreó muchos de los que habían sido parcialmente resueltos- seguido por la pandemia y las dificultades económicas que transita el actual gobierno nacional, entonces resulta esperable el crecimiento de opciones mayormente marginales, por fuera de todo pacto democrático. Mucho más aún en una ciudad donde preexiste una elaborada relación con todos los elementos político-culturales que la pandemia profundizó.

Otros analistas e intelectuales retoman la idea sostenida párrafos atrás, según la cual Milei encarnaría una suerte de “neopopulismo a la derecha”, al estilo Silvio Berlusconi, Vladímir Putin o, por qué no, Donald Trump.

A todo esto, el lector se preguntará por la clave del éxito fulgurante de Milei a la hora de transmitir sus (no tan) novedosas ideas.

En palabras de Guido Baistrocchi, experto en comunicación política, “(…) Milei hizo algo bien. Logró romper con una lógica que se vivía en la comunicación política. Consiguió un espacio entre los jóvenes, con un discurso muy aferrado al liberalismo económico, pero con cierto tono anti estado de las cosas. Entendió que había una necesidad en cierto público desinteresado por la política. Tiene un personaje histriónico muy bien desarrollado. En definitiva, se enfrentó a las corporaciones políticas tradicionales mostrándose como una opción ‘nueva’ en detrimento de lo ‘viejo’”.

Fuente: Portal de Noticias

Entre sus defectos, apunta Baistrocchi, “aunque no le tiene miedo al intercambio de ideas, en los debates previos a la elección se lo notó desorientado y fuera de su lógica habitual. Fuera de foco, a destiempo e irritado”. Milei es, nada cuesta advertirlo, un boxeador que combate mejor en terreno propio y con público adepto. Sus iniciales escaramuzas televisivas quedaron atrás. Como el futbolista que supo conseguir el éxito en ligas menores, ahora le toca disputar la Liga de Campeones. Aunque el resultado electoral de las Primarias lo avala, queda por saber si finalmente alcanzará un escaño en la Cámara de Diputados y qué hará con (y desde) él.

El economista y analista político Carlos Melconian, otrora presidente del Banco de la Nación Argentina (el mayor banco público del país) intentó bajar las expectativas en torno a Milei. Según Melconian, Milei recibirá el voto de jóvenes desencantados con cierto tufillo antisistema, pero será una golondrina que no hará verano. Melconian apunta que la sociedad argentina no acepta del todo a referentes provocadores y vehementes que, aunque pueden encarnar cierto malestar de época, cuentan con obsolescencia programada. Como dijimos al principio, muchos de los fenómenos novedosos de la política argentina terminan evaporándose o sumándose a opciones tradicionales. En el caso de Milei, está por verse.