Hoy hace cien años que nació John Senior (1923-1999) y, miren ustedes por dónde, compartimos día de cumpleaños, con la notable diferencia de setenta y nueve años. Senior nació en Stamford hace un siglo y hoy nos resulta fundamental recuperar su figura, que es la figura del maestro.
Tuve un profesor que decía que habría que inmolar el Ministerio de Educación porque la educación es una cosa del hogar, fruto del ámbito familiar, de la transmisión de los padres a los hijos, y al estado sólo le corresponde, como mucho, la enseñanza, la mera instrucción. Hoy le hacemos, con la figura ejemplar de John Senior, una enmienda a la totalidad.
La vocación del servicio
Fue en 1960, mientras trabajaba como profesor en la Universidad Cornell, cuando se convirtió al catolicismo. Una conversión que cambió su vida y la de aquellos que le rodeaban. Escribía hace cinco años su hijo, Andrew Senior, que una de las virtudes de su padre había sido la de vivir «con las puertas abiertas», esto es, con el corazón dispuesto. Hoy sabemos que por la lectura de Santo Tomás de Aquino le llegó la fe. Nos dejó también anotado Andrew que precisamente su padre habría de parecerse a Santo Tomás en esa paciente bondad, que es la antesala de la sabiduría. Fue durante toda su vida cortés, educado y tremendamente generoso y puso su trabajo al servicio del servicio, su vocación a disposición de los alumnos.
John Senior, sin embargo, tenía su carácter, pero afortunadamente sabemos que uno resulta más exigente precisamente con aquello que más aprecia, que el hombre sencillo practica su carácter con lo que sencillamente ama. Destacaron tras su muerte algunos alumnos suyos que Senior fue dentro y fuera del aula lo que John Henry Newman, tan apreciado por el maestro, llamaría «caballero» y Andrew Senior ha dicho de su padre que fue Rudyard Kipling quien mejor lo definió, algunos años antes, con su famoso poema «If»: «Si puedes soportar oír la verdad que has dicho / tergiversada por villanos para engañar a los necios…». Acertó, claro.
Dios en las humanidades
Aunque tampoco hoy conocemos con profundidad la vida y obra de Senior, sí nos ha llegado el ejemplo de su programa humanístico. Con sus colegas Dennis Quinn y Frank Nelick formó en la Universidad de Kansas el Integrated Humanities Program (IHP), un programa de estudios humanísticos que terminó por llevar a cientos de alumnos a Dios. Hablaba John Senior del hombre y los alumnos terminaban mirando hacia lo alto, pues «cada asunto era visto a la luz de todos los demás, y especialmente a la luz del bien, de la verdad, y de la belleza». Tras cinco fructíferos años (1972-1977), la Universidad de Kansas decidió clausurar el Programa de Humanidades Integradas, ante el alto número de alumnos que abrazaban la fe católica en su abrazo a las humanidades.
La reflexión sobre el hombre lleva al ídem a Dios y Senior diseñó un programa donde algunas de las lecciones obligatorias pasaban por tumbarse al raso para contemplar las estrellas por la noche, aprender a bailar el vals, memorizar largos poemas de grandes autores, practicar con esmero la caligrafía, amar la belleza de la música, y conocer la historia del mundo por las calles de Roma. Muchos alumnos, claro, no pudieron más que convertirse al catolicismo y algunos de ellos terminaron sus días como monjes, sacerdotes e incluso obispos.
Amor por la Iglesia
En su trabajo resultó evidente su amor por la Iglesia y siguió con mucha atención la deriva que ésta tomó con el Concilio Vaticano II. Algo preocupado por el cambio en la liturgia eucarística, reivindicó la presencia vivificadora de Cristo en la Misa tradicional, pero supo ante todo querer con lealtad humilde a la Iglesia, a la que tanto amaba. De este amor brotó en gran medida su concepción de la educación, que emulaba con admiración, entre otros, los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, o las ideas que San Benito introdujo hace siglo en su opción benedictina de la que hoy nos habla Dreher. Reivindicó la cultura del hogar, que forma la sensibilidad y la imaginación, junto a la educación superior, que forma el intelecto, limitadamente.
Natalia San Martín Fenollera y su Despertar de la señorita Prim nos dejaron en Homo Legens un breve retrato de Senior y pronto será la mencionada editorial la que publique «John Senior y la restauración del realismo». Así que en esta jornada en la que ambos estamos de celebración, brindemos por último con unas palabras del maestro Senior: «Cada noche cantad canciones de la época dorada alrededor de un piano. La música realmente nutre el amor. Impregnaos de la imaginación cristiana, escuchad ese lenguaje misterioso con que nos habla el Esposo». El profesor Senior hoy nos pone deberes. Hagámoslos.