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“La Iglesia no está haciendo nada contra el coronavirus”. Esto escribió hace poco una influyente periodista en Twitter. Enseguida la red social se llenó de testimonios demostrando lo contrario. Y es que en materia de ayuda humanitaria la Iglesia es cualquier cosa menos una recién llegada.

Desde que Cristo la fundara sobre roca, hace veinte siglos, hasta nuestros días, los ejemplos de entrega a los más necesitados son incontables. De los cientos de miles de posibles nombres, quedémonos hoy con uno, el de Pedro de Betancur, también conocido como el hermano Pedro.

Nacido en Tenerife, en 1626, hijo de una familia tan pobre como piadosa, el hermano Pedro fundó la primera orden religiosa de América, como consecuencia de haber fundado, a su vez, la primera gran institución de asistencia global del nuevo mundo, el hospital de Belén, a un tiempo sanatorio, escuela y albergue.

El Belén, en Guatemala, supuso un testimonio a favor del hermano Pedro cuando Juan Pablo II canonizó a este en 2002. Pero no solo. El hospital es también un ejemplo de lo que España hizo en América: erigir instituciones para socorrer las necesidades físicas y espirituales de la población indígena.

Nunca antes una potencia conquistadora había hecho nada similar. La excepcionalidad se debió al signo católico del imperio. Sostener lo contrario es negar la evidencia. Igual que afirmar hoy que la Iglesia no está haciendo nada contra el coronavirus.