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Su nombre ya venía sonando antes de la pandemia. Pero fue entonces cuando se convirtió en referente informativo para muchos. En febrero de 2020, el Gobierno y sus terminales mediáticas afirmaban con desfachatez que el Covid-19 era una gripe como otras; Jano García sostuvo lo contario desde su podcast, ‘En Libertad’. Conspiranoico fue lo más bonito que le llamaron. El tiempo demostró que lo suyo no eran opiniones, sino hechos, todo lo contrario que lo de Lorenzo Milá y otros negacionistas de la primera hora. Normal que su libro, ‘La gran manipulación’ (Ed. La Esfera), se aupase hasta el número 1 de ventas, muy por encima de tantísimas predicciones de listillos a posteriori. ¿Hemos dicho ya que se llama Jano García? ¿Sí? Pues sigan el nombre y al hombre.

-Un año ya desde que el Gobierno decretó el confinamiento. ¿De verdad no se podía saber?

-Claro que se podía saber. Mi primer podcast sobre coronavirus es del 11 de febrero de 2020. Empecé a seguir el tema después de escuchar a Gan Kim Yong, ministro de Sanidad de Singapur, explicando cómo se comportaba el virus. Vale que China es un país opaco, de cuya información no te puedas fiar. Pero sí te puedes fiar de Singapur, Corea del Sur o Japón.

Jano García junto a la Puerta de Alcalá. Fotografía: Fernando Díaz Villanueva

-Para no ser fiable China, bien que se copian aquí algunos de sus tics.

-Si te fijas, nada relativo a su modelo de producción y su cultura de trabajo, que han sacado de la pobreza a millones de chinos. Lo que se imita son los abusos de poder. En Galicia, si no te vacunas, te pueden llegar a multar con 600.000 euros. ¿Estamos locos? Igual que prohibir salir de casa a ciertas horas o llevar mascarillas por la calle, cuando ningún estudio demuestra que sea eficaz. O el confinamiento mismo, el más severo de toda Europa. Solo faltó que tapiaran las puertas de los infectados, como en China.

-Todo eso después del 8M de 2020, porque hasta entonces se trataba de una gripe común.

-Si un particular como yo, sentado en el sofá de su casa, leyendo The Straits Times, de Singapur, sabía que no era una gripe común, ¿cómo no lo iban a saber Fernando Simón y el Gobierno?

-¿Por qué callaron? O en el peor de los casos: ¿por qué mintieron? ¿Por negligencia? ¿Por mala fe?

-Por una mezcla de las dos. Y porque tenían que celebrar el 8M, como fuese. Es así. Ni el 7 ni el 8 de marzo se publican datos de contagios; se congelan. Es el día después de la marcha, el 9, cuando vuelven a publicarse. En solo tres días, pasamos de 100 a 600 casos. Estadísticamente, es imposible. Pero tenían que mantener, hasta el domingo 8, que el virus era una gripe común.

-Realmente les iba la vida en ello, como dijo Carmen Calvo.

-El 8M, más que su gran día, es su buque insignia, su marcha de las antorchas, su particular espectáculo de masas. Hay que entender una cosa. Con la caída del Muro de Berlín, pierde sentido la lucha de clases. ¿Qué hace la izquierda entonces? Inventarse nuevas causas, como la del feminismo. Lo plantean como la forma que tienen las mujeres de ser heroínas y romper el techo de cristal. ¿Quién está en contra? Nadie. Pero no se trata de eso. Se trata de enfrentar a la sociedad.

-Enfrentamiento que no termina de cuajar en España, al menos en la vida real, que la oficial es otra cosa.

-España tendrá muchos problemas, pero uno de ellos no es la situación de la mujer. Peor están en los países nórdicos, algo de lo que no se habla. Yo sí, y con datos: en el norte de Europa las tasas de maltrato, violación o asesinato son hasta cuatro veces mayores que aquí.

-¿Por qué magnificar entonces el problema?

-Porque a la generación sin tragedia solo le queda la sobreactuación. Y a mi generación nos lo han dado todo hecho, hemos sido educados en el exceso. Hasta la pandemia, no habíamos vivido grandes contrariedades. Por eso la necesidad de épica, de hacernos creer, por ejemplo, que, reciclando, salvamos el planeta cuando no somos capaces ni de salvar a nuestros mayores. Es la estúpida arrogancia propia de Occidente forjada en la imbecilidad. O, volviendo al feminismo, la aprobación de leyes que presentan como grandes logros… ¡cuando ya están en la Constitución del 78!

-¿La política como maniobra de distracción?

-El día que se hizo público el dato de que en España había cuatro millones de parados, ¿sabes de qué se habló en redes? De si las infantas Cristina y Elena, de visita a su padre en Abu Dabi, se habían vacunado o no. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, alguien se trague esas cortinas de humo?

Jano García durante la entrevista. Fotografía: Fernando Díaz Villanueva

-De las vacunas de las infantas también se habló en las tertulias de la tele, lo que me lleva a preguntarte quién marca la agenda, ¿las redes sociales o los medios de comunicación?

-De momento, los medios. Sucede, sin embargo, una cosa. Una tendencia en Twitter puede abrir el telediario. Y no olvidemos algo: bastan mil, mil quinientos fanáticos tarados, dos mil como mucho, para montarte un trending topic. El problema es que los medios no solo marcan la agenda informativa, también la política. Con la que está cayendo en España, y parece que lo único importante es si meten a un rapero en la cárcel. Luego que no nos extrañe si ningún partido se atreve a presentar un plan de choque serio para la economía.

-O sea, que muchos posicionamientos políticos traen su origen de una noticia que, a su vez, lo trae de un trending topic que, a su vez, ha sido fabricado, como dirías tú, por una legión de tarados.

-Lo vimos hace poco con el homenaje a la División Azul en el cementerio de La Almudena. No debía de haber más de cien personas. De pronto, toma la palabra una chica que dice que la culpa es del judío. El vídeo fue viral. “La nueva musa del fascismo”, titularon los medios, lo que llevó a algunos partidos a alertar de la amenaza de la ultraderecha. ¿Qué ultraderecha y qué fascismo? Si España tuviera un problema con eso, habría que atajarlo. Pero es que no lo tiene.

-Menos mal que nos quedan los fact-checkers… ¿o no?

-Los fact-checkers son la censura disfrazada. Lo vimos con la pandemia. Al principio, sostenían que el virus era una gripe común. Era lo que tocaba defender, la verdad oficial del momento. En nombre de un supuesto bien colectivo, los fact-checkers definen qué es verdad y qué es mentira. Y eso corresponde decidirlo a cada cual, no a Newtral, Maldito Bulo o la Agencia Efe, esta última nombrada verificadora hace poco.

-Efe es de titularidad estatal.

-La combinación entre poder público, intereses económicos y redes sociales puede ser letal. Es lo que hace que pueda hablarse de una intervención de los mensajes por seguridad nacional, término en el que cabe todo. Insisto en que es cada uno quien tiene que verificar la información que consume.

-No será por falta de herramientas.

-Todos llevamos en el bolsillo la información acumulada por el ser humano a lo largo de la historia. ¿Cómo no iba a servir el móvil para comprobar la veracidad de lo que vemos o leemos? No debería de ocuparnos más de dos minutos.

-¿Sin embargo?

-La gente prefiere insultarse en Twitter, detrás de una foto del Pato Donald, o darle likes en Facebook a vídeos de gatitos. Vende la trifulca, lo sentimental, lo patético. No te extrañe que haya manipulación. La información de calidad no se premia.

-Hombre, hay contenidos muy trabajados con buena aceptación del público; sin ir más lejos, los que generáis Díaz Villanueva o tú mismo.

-Es verdad que nos sigue, lee y escucha mucha gente, cada vez más; de momento, eso sí, suponemos menos que la audiencia de un programa basura de la tele. Es como si lanzaran una bomba nuclear y les respondiéramos con una piedra. Y te puedes imaginar la de peticiones para tratar los temas absurdos de los demás. No es fácil resistirse. Aunque siempre termino hablando de lo que me interesa, como que este será el siglo de Asia. Sí, puedo sentirme afortunado con lo que hago y con los resultados.

-Y sin pasarte el día en Twitter.

-Ni en Instagram ni en Facebook. En redes sociales, entro, publico y me voy. Con contadas excepciones, no hay nada interesante que puedas aprender allí. ¿De verdad voy a perder el tiempo leyendo las opiniones de un usuario anónimo, inculto y estúpido, cuando todavía tengo libros de Stefan Zweig pendientes de leer?