José Luis López-Linares (Madrid, 1955) recibe a este reportero en la sede de su productora con una sonrisa afable y su inseparable sombrero fedora o, como lo llaman en el Río de la Plata, sombrero gacho. La referencia al otro lado del Charco es obligada porque el cineasta lleva al menos cinco años sumergido en las profundas aguas de la relación entre España e Hispanoamérica. Aunque nunca fue un negrolegendario, él mismo cuenta que conocer la historia del Imperio al otro lado del Atlántico fue para él un descubrimiento. Su fe del converso le llevó a dirigir y producir España, la primera globalización, que sorprendentemente (o no tanto) arrasó en taquilla. Ahora, el realizador sigue tirando del hilo y se encuentra inmerso en su próximo proyecto, Hispanoamérica, con el que pretende, en sus propias palabras, «seguir reconstruyendo la historia que nos han arrebatado».
Usted ha dicho en alguna ocasión que siempre ha entendido su cine como un acto de servicio. ¿Qué es lo que busca aportar con su trabajo?
Llevo 25 años haciendo cine documental y me he dado cuenta de que todas mis películas tienen que ver con España. He hecho cinco películas con el Museo del Prado, una sobre el vino de Jerez, otra sobre el aceite de oliva de Jaén, sobre Albéniz, sobre Granados… Y claro, después de España, la primera globalización, cada vez voy profundizando más. Quizá lo que entiendo como servicio es lo que decía Tarkovsky, que si haces películas es porque tienes algún fin detrás, no simplemente porque te divierte hacerlas. En ese sentido, todas las películas que he dirigido o producido tenían algo que me interesaba y que podía interesar a más gente.
Una de las protagonistas de su nueva película es doña Marina, conocida en México como la Malinche. Allí se la ve como una traidora por su colaboración con Hernán Cortés, pero ¿cuál es la realidad de este personaje? ¿Se puede hablar de ella como de un símbolo del mestizaje?
Hay tres mujeres fundamentales en la creación de eso que llamamos Hispanoamérica, que son la Virgen de Guadalupe, Isabel I de Castilla y Malinche. La Virgen porque consigue la evangelización de todo el continente; Isabel porque con sus leyes y su testamento pone las bases de los trescientos años de historia del imperio, con una visión absolutamente increíble; y Malinche (o mejor, Malinchín) es la que físicamente realiza esa unión, mestizaje no sólo racial sino cultural y religioso, personificado en Martín Cortés, el hijo que tuvo con Hernán Cortés. Además, ella después se casó con otro español, tuvo más hijos, se integró y se hizo católica. En el transcurso de su corta vida, el mundo cambia totalmente y a una velocidad tremenda; el mundo en el que nació y se crió no tiene nada que ver con el que existía a su muerte.
¿Hasta qué punto fueron determinantes el resto de pueblos indígenas a la hora de vencer a los aztecas? ¿Cuál fue el papel de doña Marina en la conquista de Cortés?
La conquista de México, al ser la primera, plantea un esquema que se va a repetir luego en el Perú, en Quito y en todas partes y que consiste en que los españoles, que siempre estaban en minoría, se alían con los pueblos sometidos por el grupo dominante en la región, que en México fueron los mexicas [aztecas]. Cortés era un genio militar, como un Alejandro, y tuvo la capacidad de liderarlos a todos, pero la hazaña fue crear esas alianzas en las peores condiciones. Fue así como reunió un ejército de noventa mil tlaxcaltecas y totonacas, a los que se comían los mexicas.
Ahí, el papel de doña Marina fue extraordinario porque sin ella la conquista habría sido mucho más difícil, larga y sangrienta. Ella es la traductora entre Cortés y las tribus, no sólo de la lengua sino de la cultura, de lo que había que saber, que decir y de cómo había que decirlo. Eso, en un contexto en que los españoles se encontraban cada día con algo que no habían visto nunca, fue fundamental.
La difusión de la leyenda negra siempre ha gozado de buena salud en países anglosajones y en Centroeuropa. ¿Cómo está la batalla en esos países?
La batalla fuera de España se está dando, pero lo importante es ganarla en casa. Si no, cualquiera que venga de fuera, sea un inglés o un hispanoamericano, si ve que aquí en todas las universidades se admite y se propaga la leyenda negra, pensará que si lo decimos aquí será verdad. Por tanto, somos nosotros los que debemos quitarnos la leyenda negra de encima, ya habrá tiempo de quitársela a los demás.
Y, entonces, ¿cómo está la situación en España y la propia Hispanoamérica?
Lo que me ha sorprendido es que en Hispanoamérica hay un movimiento muy potente, y creciente en cuanto a número, de gente de muchísimo coraje que quiere recuperar la historia. Se han dado cuenta de que allí viven en una esquizofrenia total porque les han desaparecido trescientos años de historia: estudian al «Cortés genocida» y saltan directamente a Bolívar, parece que no pasó nada en medio.
Recientemente pusimos la película en un cine de Quito y la reacción del público fue extraordinaria: nadie se fue, se quedaron todos al debate y hubo gente que me dijo que había entrado al cine de una manera y había salido cambiada. Me siento como un exorcista [risas].
¿Cree que la posición contraria a la leyenda negra, en su afán por rechazarla, cae a veces en la leyenda rosa?
Sí, pero a mí la leyenda rosa no me preocupa nada. Fíjate en los ingleses, eso sí que es una leyenda rosa brutal. Mira lo que hicieron en Irlanda o en Kenia, en los años sesenta, donde hicieron un Auschwitz. Aunque alguna vez se idealice a Cortés o a Pizarro, nunca vamos a llegar a los niveles de bendecir a un pirata sanguinario como Drake, que lo pintan como un gran héroe inglés. Lo mismo podríamos decir de los franceses en Argelia, que fue hace quince días. Nadie en el imperio español hizo algo así.
Tras el éxito de España, la primera globalización, ¿qué objetivo se marca con este nuevo documental?
España, la primera globalización tuvo un éxito mucho mayor de lo que yo podría haber esperado, sobre todo por cómo fue acogida la película, como algo necesario y con mucho agradecimiento por parte de los espectadores, que recibieron algo que no esperaban y que no sabían que existía.
Con Hispanoamérica queremos ser mucho más ambiciosos y para eso lo fundamental es seguir reconstruyendo la historia, para que todo el mundo sepa que no fue que llegaron 800 tíos e hicieron una masacre. Eso puede ser con los héroes de Marvel, pero en la realidad no habría sido posible sin la intervención de los tlaxcaltecas y totonacas. De hecho, los tlaxcaltecas se sienten conquistadores de México porque derrotaron al dominio mexica; México se debería llamar Tlaxcala.
Por otra parte, los mexicanos deben saber que México fue la capital del mundo y la ciudad más rica de todo el planeta. En el siglo XVIII fue mucho más próspera que Londres o París. Y, por supuesto, todas las grandes ciudades de América fueron siempre mucho más ricas que Madrid, que era la supuesta metrópoli, lo que desmonta la idea de las colonias.
¿Puede adelantarnos algo del making of del documental?
Como queremos dirigirnos especialmente a América, de allí van a ser la mayoría de historiadores que entrevistemos. También van a tener una gran presencia el arte, la música, la arquitectura, la escultura… Quiero convencernos de que tenemos un patrimonio común, porque cuando vas de Burgos a Puebla ves que hay una continuidad. Quiero que visualmente la película tenga esa potencia extraordinaria.
Son muchos quienes opinan que el cine tiene una gran deuda con la historia de España, de la que podrían salir filmes de época excelsos. ¿Se plantea dar el salto del documental a la película?
La verdad es que no, hace ya casi veinte años que no hago películas de ficción y estoy muy cómodo en el documental. Por otra parte, el problema del cine español y de las artes en general es que dependen mucho de la voluntad no ya del Estado, sino del Gobierno. Eso es terrorífico, sobre todo porque están en plena campaña de finiquitar la nación española.
Por eso, lo que estamos haciendo es fuera del Estado, porque cuando pides una subvención el control flotante al que te someten es mucho peor que la censura. En este sentido, me siento totalmente un disidente y creo que es el único camino. Si no, no habríamos hecho España, la primera globalización, que fue posible gracias a un mecenazgo de 1.600 personas.
¿Cómo va el proceso de financiación de Hispanoamérica?
Precisamente es la fase que vamos a iniciar ahora, con una campaña que llegue a más gente. Queremos ampliar el mecenazgo a cantidades más significativas, que 20.000 o 30.000 españoles participen, aunque sea con 5 o 10 euros, y hagan suya la película, de manera que luego lleven a sus familias y amigos al cine. Eso nos permitiría tener un presupuesto para publicidad, porque la difusión de España, la primera globalización la hicimos toda a través de internet y sin un duro invertido.
España, la primera globalización fue el documental más visto en salas en su año de estreno, pero no fue ni preseleccionado para los Goya. ¿Qué le parece?
Mucha gente me dice que es una lástima, pero yo contesto que me da igual y que no lo cambio por otros premios que nos han dado y que son mucho más interesantes, como la Medalla de la de la Orden del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid o las llaves de Madrigal de las Altas Torres, cuna de Isabel la Católica. La película recibió otro tipo de premios que no son normales para películas, por lo que ha trascendido al propio ámbito del cine.