El crimen fue, esta vez, en Málaga. Lo fusilaron el 22 de agosto de 1936. Lo acompañaron, en tal cruel desenlace, su padre, su hermano y otros cuarenta y tres inocentes, que cayeron desplomados ante las tapias del cementerio de San Rafael. Las balas, que impactaron en todo su cuerpo, sobre todo en los ojos, “las preferidas ventanas de su poesía” (son palabras del poeta Alfonso Canales), acabaron con su vida pocos días después de que matasen a Federico en Granada.
José María Hinojosa Lasarte nació en 1904 en el pueblo malagueño de Campillos. Hijo de una familia de terratenientes de profundas convicciones religiosas, se licenció en Derecho entre Granada y Madrid, pero fue en la capital malagueña donde entabló amistad con Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Con ellos dirigió la revista Litoral, en torno a la cual se acabaron reuniendo los poetas de la Generación del 27.
Oculto entre la Generación del 27
En la capital de España conoció a Lorca, a Aleixandre, a Alberti, a Dámaso Alonso, a Bello y a Juan Ramón Jiménez. Más tarde, en París, se adhirió al movimiento surrealista y frecuentó a Picasso, a Bores, a Benjamín Palencia o a Cossío, entre otros.
En su segundo libro de poemas, Poesía de Perfil, editado en París en 1926, se observa claramente esa influencia estética surrealista, que continuaría en La Rosa de los vientos (1927) y La flor de California (1928) que, con prólogo de Moreno Villa, puede considerarse su obra cumbre; una obra que entronca, según su prologuista, con las pinturas de Bores y Miró.
En 1927 viajó a la URSS junto a José Bergamín. Volvió desencantado, agravándose una crisis ideológica y moral que todavía no le alejaría del movimiento surrealista francés. Publicó luego En Orillas de la luz (1928), ilustrado por Benjamín Palencia, y, en 1931, su último libro, La sangre en libertad, que dedicó a Aleixandre, Cernuda y Prados y con el que abandonó la carrera literaria a la incipiente edad de veintisiete años.
El «enemigo del pueblo»
Según Alfonso Canales, volvió tan orgulloso de sus relaciones con los franceses que fue rechazado por ello en los ambientes literarios madrileños, lo que le llevó a refugiarse en el mundo agrario. Se convirtió entonces en un férreo defensor de los valores tradicionales, culminando el proceso de crisis que había comenzado durante su viaje a la Unión Soviética. Desde entonces dedicaría su intelecto a la abogacía y la política. Durante la II República se erigió como una figura carismática de la derecha en Málaga, lo que le llevó a ser señalado como “enemigo del pueblo” en medio de la vorágine de odio desatada durante los meses posteriores a la victoria electoral del Frente Popular.
El investigador Alfonso Sánchez ha rescatado dos episodios que hicieron de triste preludio a su asesinato: a finales de mayo de 1936 es detenido por la policía y en julio, poco antes de comenzar la guerra, una lluvia de piedras pone fin a su intervención ante una asamblea de agricultores en Vélez-Málaga.
Cuando la sublevación militar del 18 de julio es aplastada en Málaga por las fuerzas leales a la República, se inicia el calvario de su familia. Las hordas asaltaron y quemaron las elegantes casas de los barrios de la Caleta y el Limonar, entre las que se encontraba la residencia familiar de los Hinojosa. Tras seis días escondidos en un edificio de apartamentos cercano, los hombres de la familia fueron detenidos y llevados a la prisión provincial, tras pasar primero por el Gobierno Civil.
Fusilado y olvidado
En agosto, los aviones de Franco bombardean la ciudad. Una muchedumbre se concentra rabiosa cerca la cárcel, exigiendo como venganza el fusilamiento de los detenidos “fascistas”. Tras el humillante paseíllo hasta las tapias del cementerio, José María Hijonosa fue asesinado, sin que mediara juicio ni condena alguna. Su delito: ser un “señorito”.
Luis Cernuda le consideró el “primer surrealista español”, movimiento que, según Sánchez Cuesta, introdujo él mismo en España. Para Vicente Aleixandre “Hinojosa fue el poeta de más entusiasmo surrealista que tuvimos”. Sin embargo, su obra fue sepultada y olvidada, y sólo en las últimas décadas se han dado algunos intentos por recuperarla.
La mayoría de los miembros de la constelación del 27 no perdonaron a Hinojosa la terratenencia, menos aún que se presentase a diputado por el Partido Agrario Español, o que en las elecciones de febrero de 1936 concurría como aliado de la CEDA. Pero la “colodra carpetovetónica”, “El Poeta Ya Está”, como le apodaron, fue, a parte de un notable poeta, uno de los principales responsables de la unión de aquel grupo irrepetible, primero desde la revista Ambos (creada en 1923 con Altolaguirre y Souvirón) y luego desde las páginas de Litoral. Sin embargo, Gerardo Diego no lo incluyó en su famosa antología de 1934 y, después de su muerte, sus compañeros de generación, con muy pocas excepciones, hicieron como si nunca hubiese existido.
Por conservador, los perdedores de la guerra no quisieron hacerle un hueco entre sus muertos gloriosos, mientras que los vencedores no encontraron motivos para reivindicarlo debido a sus veleidades surrealistas. La barbarie le arrebató la vida y la posteridad literaria.