El pasado 12 de octubre fueron derribadas y vandalizadas muchas estatuas relacionadas con la Conquista española de los territorios americanos y con los próceres de la independencia de Iberoamérica. La extrema izquierda desea borrar el vínculo que con España y con Europa tiene la región iberoamericana. La alternativa se expresa a través de la ideología indigenista, que no deja de ganar terreno en el continente desde finales del siglo XX.
Del qué piensas al quién eres
Paul Edward Gottfried publicaba en el año 2005 «La extraña muerte del marxismo. La izquierda europea en el nuevo milenio”. En dicho trabajo, el académico estadounidense presentaba el cambio de rumbo que había desarrollado la izquierda. Las cuestiones económicas y asociadas al Estado de Bienestar se habían dejado de lado, para ocuparse de temas relacionados con las «políticas de identidad». La protección del trabajador daba paso a la agenda ecologista, a la cuestión de la identidad sexual y al feminismo. Como se puede suponer, el cambio tuvo un fuerte impacto en el ambiente sociopolítico que nos ha tocado vivir. La pregunta de «¿qué piensas?» dio paso a la de «¿quién eres?». Las cuestiones identitarias en general y étnicas en particular, comienzan a ganar terreno durante la década de los noventa, poco después de la caía del Muro de Berlín. Y todo esto, ha conducido en Iberoamérica al desarrollo del indigenismo en las primeras década del siglo XXI. El concepto tradicional que utilizaba la izquierda era «campesino». Y acorde con la puesta en práctica de las nuevas políticas de identidad, el «campesino» dio paso al «indígena», generado con ello una nueva ideología.
La expresión más clara del movimiento fue la imagen del Subcomandante Marcos en la selva Lacandona, liderando al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) contra la élite mexicana. Posteriormente, aparecerían movimientos indigenistas en Perú, Colombia, Guatemala, Chile, y por supuesto en Bolivia, donde en el año 2006 conseguirían el acceso al poder de mano de Evo Morales y su partido, Movimiento al Socialismo (MAS).
Izquierda camuflada
Para estudiar el indigenismo, tenemos que jugar con dos premisas fundamentales: la primera, que la identidad indígena es artificial y no natural. Y la segunda, que el indigenismo no es la ideología que defiende la identidad indígena. Es el movimiento político (la ideología) que la construye.
El primer punto es fundamental. La simbología, los ropajes e incluso alguna de sus tradiciones, son resultado de la acción de determinadas élites. El periodista peruano Aldo Mariategui señalaba en una de sus columnas que la simbología que maneja el movimiento indigenista de Perú había sido creada y publicitada en los setenta por parte de la izquierda radical.
Un movimiento contra la Hispanidad
El indigenismo es el movimiento político que se encarga de seleccionar todos los elementos que dan forma a la significación indigenista. Incluso contra las propias tradiciones indígenas, pues no es lo mismo el indígena que el indigenista. Todo, con objeto de edificar a futuro una identidad alternativa a la dominante y activar la participación política. En este momento, estamos viendo como dichas acciones contribuyen a destruir la identidad vigente asociada a la Hispanidad. La idea es modificar esta y hacer que la narrativa vigente cambie hacia una indigenista y contraria a la primera.
Como indicábamos líneas atrás, la agenda indigenista no ha dejado de ganar protagonismo. Lo preocupante es que dicha agenda no cree en la democracia liberal, ni en libertades individuales. Tampoco en la iniciativa privada. Cuando uno observa la agenda política de las organizaciones indigenistas, palabras como nacionalización (de la energía eléctrica o de los recursos mineros), expropiación y comunitarismo son habituales.
El indigenismo representa un claro peligro para la estructura de libertades y para todo lo que se ha conseguido en Iberoamérica durante las últimas décadas. Pero además, los indigenistas desean negar la Historia y reconocer los estrechos lazos que unen a todos los iberoamericanos: La Hispanidad. Debemos repetir que no es lo mismo ser indígena que ser indigenista. Las comunidades tienen la libertad y el derecho de mantener sus tradiciones, usos y costumbres. Pero lo anterior no debe servir para destruir las libertades que tanto ha costado ganar en territorio iberoamericano. Las personas comprometidas con la Libertad, con la igualdad ante la Ley, con la democracia y el Estado de Derecho deben ser conscientes del peligro que esta nueva ideología representa, pues el futuro de la región depende de ello.