Al buen funcionamiento que la Legión Francesa acostumbraba demostrar en los albores del siglo XX –«en vista del excelente resultado de su actuar»– , Millán Astray añadió, de su puño y letra, allá por 1923 en su obra “La Legión”, otra razón de peso: «Un puntillo de amor propio de creernos que los españoles éramos capaces de hacer, cuanto menos, una semejante».
Con estos ingredientes, fue el 20 de septiembre de 1920, hace 102 años, cuando nació oficialmente La Legión. Reza su página web, sombría y elegante, que pronto adquirió una fisonomía particular. Y si este cuerpo militar nos resulta a todos tan reconocible es precisamente por esto: desde sus inicios se colocaron en el centro algunas españolísimas características, como «la alusión a las viejas glorias de la Infantería española, con el título de caballero otorgado por el Jefe Fundador a todos los legionarios, con la energía en el saludo y, sobre todo, el “Credo Legionario”, que constituye la base espiritual de La Legión».
Basados por tanto en un credo propio, y con «la augusta protección de S.M. El Rey» nació La Legión para servirnos y 102 años han tenido que pasar hasta que la capital del Reino ha sabido reconocer, en forma de estatua, la labor de esta gloriosa infantería. El pasado 8 de noviembre, venía a decir, Almeida por fin inauguró el monumento que Salvador Amaya modeló a raíz de un boceto del maestro Augusto Ferrer-Dalmau. Ni él, ni la ministra de Defensa estuvieron en el acto. Sí estuvo, por otro lado, María Dolores de Cospedal, pero con más gracia lo contaba hace días Jesús Nieto Jurado. Y desde el principio también hizo acto presencia, siguiendo las españolísimas características antes citadas, la polémica habitual.
Millán Astray y la calle de la polémica
Decía que Madrid ha rendido homenaje a La Legión y ni siquiera fue así del todo. Ha tenido que ser la Fundación Museo del Ejército la que, sufragando los gastos, ha donado el monumento al Ayuntamiento de la capital. La sombra de la polémica es alargada, pero no tanto como las penumbras que proyecta la monumental figura de casi tres metros de altura y 600 kilos de peso. El peso de la historia, claro. Para los legionarios las victorias se han sucedido en muy poco tiempo. Fueron miles los que hace ya seis años pidieron en la Plaza Mayor esta estatua y por el camino no sólo han tenido que defender el honor de su fundador en la calle, sino también en los juzgados.
Años de batallas terminaron con su victoria. Pero no fue fácil, en tanto que la Calle del General Millán Astray cambió de nombre, volvió a cambiar, los GPS andaban perdidos y los vecinos ya no sabían dónde domiciliarse. Porque en abril de 2017, siendo Carmena edil de Madrid, el pleno del Ayuntamiento aprobó la retirada de 52 nombres del callejero madrileño por «reminiscencias franquistas». Y, aunque lo nieguen, nada pudo motivar más a los legionarios a defender a su fundador. Las peleas judiciales terminaron en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) y la unanimidad de los magistrados devolvió a los madrileños cuanto había sido secuestrado por la corporación municipal: el nombre de Millán Astray. Hoy, apenas un año después, celebran con alegría la estatua de La Legión.
La versión de los Legionarios
Hablo con Emilio Domínguez, profesor y Presidente de la Plataforma Patriótica Millán Astray y viene a decirme lo que ustedes ya imaginan. «Pudiendo haberlo celebrado en los prolegómenos de la Fiesta Nacional, con la presencia de la Bandera Millán Astray, 10ª de La Legión, se ha desaprovechado una oportunidad». Hemos dicho hace rato que el homenaje llegaba tarde, claro. «En cualquier caso, la estatua está ahí y por ese motivo el mundo legionario ha de sentirse plenamente orgulloso».
En este punto, pregunto a Domínguez por el bueno de Almeida, que en la lectura de su discurso, frente al coloso de Salvador Amaya, confundió, en un gracioso lapsus, el «credo legionario» con el «crédito legionario». «No creo que se tratase de un Almeida en precampaña. Lo podrían haber pospuesto para más adelante, pero se ha inaugurado con un discurso aséptico, histórico y apropiado. Y al ser preguntado por la prensa a la salida de la Misa del día de la Almudena, estuvo torero y valiente, con una respuesta muy acertada».
Sobre la Ley de Memoria Democrática, Domínguez me dice que sólo puede darse una alternativa: la verdad histórica. «No se puede utilizar la mentira, la falsedad y la manipulación para con nuestros héroes. Y los juzgados, por el momento, han avalado esta verdad». Con estos mimbres, uno termina por concluir que siempre habrá polémica en torno a este honrado cuerpo militar. Quizás porque aquello que más critican –a su general, Millán Astray– sea su mayor motivo de orgullo. Trapiello dijo cuando el juicio que la supervivencia de La Legión pasaba por olvidar a su fundador. Y éstos le contestaron algo así como que un hijo nunca olvida a su padre. «Hablar de La Legión es hablar de Millán Astray. No hacerlo, sería igual de absurdo que hablar de la Biblia sin mencionar a Dios», sentencia Emilio Domínguez.