En 2012 Barack Obama repetía mandato contra el candidato republicano Mitt Romney. Los analistas se deshacían en elogios hacia el demócrata, y en particular hacia su campaña de redes sociales. «Si encuentras un modo de sumarte a la conversación, especialmente en Facebook, Twitter y Youtube, la campaña puede llegar a los votantes más jóvenes», dijo en su momento el estratega Paul Bengala, como muestra de una torrencial lluvia de elogios hacia el papel de las plataformas que permitieron una comunicación personal en la reelección del deseado Obama.
Un experto en la materia me explicó en una ocasión cómo los gestores de la campaña en redes sociales podían enviar mensajes uno a uno, sabiendo exactamente qué es lo que votaban. Y para saberlo, con una fiabilidad muy por encima del 90%, sólo necesitaban saber tres datos: el condado en el que viven, su nombre y la marca de coche que utilizan.
En 2016, Donald Trump se convierte en el 45º presidente de los Estados Unidos. Analistas de todo pelaje coinciden en señalar que su victoria la debe en gran medida a los medios no convencionales. Pero ahora, lo que llueve no son precisamente elogios hacia las redes sociales. Unos se duelen de que crean polarización. Otros van más allá y los creen responsables del auge del populismo. Y los hay, al fin, que consideran que las redes sociales están pudriendo la democracia desde dentro, o que están llevándola a su destrucción. Las técnicas que todos alabaron en la campaña de Obama, la misma empresa que trabajó con el demócrata, Cambridge Analytica, ahora son objeto de oprobio.
¿Cuál es la diferencia entre una y otra campaña? Las preferencias de los medios de comunicación. Los medios son muy suyos, y sobre todo muy poco tuyos si no eres un hombre o una mujer integrado en el apabullante mundo progresista. Si tienes ideas como que todo nuevo hombre será como el actual y el viejo, o que la civilización que nos hemos dado es demasiado valiosa como para que la echemos por la borda por las ensoñaciones de cuatro iluminados, si crees que tu comunidad política es un bien común y merece nuestro aprecio y nuestra defensa, si crees que el respeto a las minorías pasa por la libertad de todos, y no por la sumisión de todos a sus dictados, si mantienes esas y otras ideas que están más o menos cercanas, quizá no te sientas acogido en la mayoría de los medios de comunicación.
Un movimiento heterogéneo, espontáneo y libre
Hay datos que muestran que éstos están a la izquierda de la sociedad, al menos en los Estados Unidos. Son informes recurrentes y concurrentes en las conclusiones: la prensa es de izquierdas. Escojamos uno reciente, del año 2014, elaborado por Pew Reports. En él, sus autores calibran el sesgo ideológico de los medios. Hay un gráfico especialmente revelador en el que traza una línea horizontal, con la izquierda y la derecha apuntando al sesgo respecto de un eje central, y sobre ella cada medio de comunicación situado en función de su tendencia. En el 10 estaría el extremo siniestro y en el 0 el diestro.
Muy a la izquierda, cerca del número 8, están The New Yorker y Slate. Más hacia el centro pero sin llegar al 7, The Guardian y Al Jazeera, Colbert Report y The New York Times. Al otro lado del 7, más hacia el centro, la NBC, la CNN y la CBS, las grandes cadenas de televisión menos Fox News. También están Bloomberg, USA Today o Google News, aunque ya cerca de la media de los estadounidenses (en un centro izquierda no muy lejos del número 5 en la escala). En el centro izquierda, pero a la derecha del americano medio, Yahoo! News y The Wall Street Journal. ¿Alguien situado en un número inferior al 5? Muy poquitos. Fox News (4), Drudge News (por debajo del 3) y en torno al 2 un grupo de medios y programas entre los que se encuentran Rush Limbaugh, Breibart, The Blaze o Sean Hannity.
En la derecha surgen nuevos medios como respuesta a la hegemonía mediática de la izquierda, pero ellos mismos son reflejo de una nueva derecha que forma parte de un gran movimiento del que Donald Trump es el epítome. Un movimiento heterogéneo, espontáneo y libre. Quizás porque una vez se han sacudido los grilletes de la corrección política, decir lo que a uno le parece correcto sea más fácil.
Una reacción a las nuevas obsesiones de la izquierda
Como no forman parte de grandes corporaciones empresariales, muchos de estos medios llevan el nombre de los periodistas que los han creado. Como Breitbart. Es como si a El Español le hubiesen llamado Ramírez. Andrew Breitbart quiso hacer «The Huffington Post de la derecha»; un sitio que defendiese la libertad y a Israel. El hueco que dejó Breitbart con su muerte lo cubrió Steve Bannon, que lo convirtió en el medio de referencia de la ‘alt-right’. Cuentan noticias sobre los Estados Unidos y sobre Europa que no se encuentran en otros medios. Bannon dejó la dirección del medio para llevar la estrategia de la campaña de Trump y trabajar en su Administración, hasta que fue despedido por el presidente en términos poco amigables. En ese medio se convirtió en una figura Milo Yiannopoulos, hasta que cayó en desgracia.
The Blaze no lleva el nombre de Glenn Beck, una referencia de una derecha con unas preocupaciones que hoy resultan antiguas, como mantener fuertes los límites de la Constitución. Trump quiere fortalecer los límites del país y reafirmarse en lo que son, o se imagina que son los «americanos». En las antípodas de la derecha está InfoWars, de Alex Jones. Su estilo apocalíptico y conspiranoico ha inspirado a la serie Homeland para crear el personaje de Brett O’Keefe. Curiosamente, en la serie, es el único que dice la verdad sobre la presidenta Elisabeth Keane, un trasunto de Hillary Clinton, pero sin nadar en corrupción. Jones tiene el problema contrario de O’Keefe: muchas de sus denuncias de conspiración contra el «pueblo americano» son falsas, y las acaba basando en noticias que también lo son.
Esta derecha alternativa es la reacción a las nuevas obsesiones de la izquierda, y acoge a algunos de los personajes más interesantes de los nuevos medios. Steven Crowder, por ejemplo, ha hecho un vídeo blog divertido, desenfadado y crítico con la izquierda. Tiene más de tres millones y medio de seguidores. Crowder sale a la calle e invita a la gente a que le haga cambiar de parecer, y asuma los mantras de la izquierda: «Hay una cultura de violación», «hay tantos géneros como personas», a pesar de de que los hombres sí existen; y «hay un privilegio masculino”. Los que participan salen con cierta desorientación, al tener que rumiar argumentos y datos que, simplemente, no conocían.
Grandes medios cada vez más pequeños y menos influyentes
Otros vídeo blogs relevantes son los de Candace Owens, campeona del Blexit, el intento de desencajonar a los votantes negros de la izquierda, o el de Lauren Southern. En una de los reportajes que ha hecho en su página de YouTube muestra cómo, contra todas las apariencias, convence a unos probos funcionarios de que es un hombre, y logra que se le reconozca como tal en su carnet. Blaire White, otra estrella conservadora de YouTube, lo hubiera tenido más fácil de haber seguido siendo un chico.
Pero de entre todas estas nuevas figuras, descuella Ben Shapiro. Quizás por su rápida inteligencia o por la coherencia de su mensaje (que le enfrenta en ocasiones con Donald Trump). En sus libros muestra su convencimiento de que la Universidad, Hollywood y los medios han caído bajo el embrujo de la izquierda. Vinculado a Breitbart, como otros líderes de opinión ha creado su propio periódico, llamado ‘Daily Wire’.
Los grandes medios son cada vez más pequeños, y su influencia, menor. Y la sociedad estadounidense, que por el momento es lo suficientemente libre, encuentra medios para defenderse de lo que unos cuantos tienen diseñado para ella.