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Mike González (1960) nació en Cuba. Y le gusta subrayarlo en cuanto tiene oportunidad de hacerlo. Si no, suelta un “chico” o un “ahorita” en el momento más inesperado para que su interlocutor no se olvide de sus raíces. Ha pasado casi toda su vida en Estados Unidos (con una estancia de niño en España) y fue periodista hasta que George W. Bush le fichó para su Administración. Últimamente ha centrado su investigación desde Heritage Foundation en un fenómeno que está revolucionando la cada vez menos primera potencia del mundo: Black Lives Matter.

González se lo ha estudiado y sabe que tras el movimiento se encuentra la Teoría Crítica de la Raza, el penúltimo intento de implantar el marxismo; ahora, por la vía cultural. Como los medios de comunicación (salvo honrosas excepciones) jamás han mirado tras las bambalinas de BLM, González casi carece de competencia y no deja de vender sus dos últimos libros (‘El complot  para transformar Estados Unidos’ y ‘Black Lives Matter’: The Making of a New Marxist Revolution’). Escribe con periodicidad en prensa, imparte charlas y conferencias en todo el país y, estos dos últimos años, también en Europa. Y, sobre todo, Mike González posee un envidiable sentido del humor y una risa peligrosamente contagiosa. Así lo comprobamos la semana pasada en Madrid, donde ha tenido una intensa semana de actividades invitado por la Fundación Disenso. Y nos atendió como si no tuviera otra cosa que hacer. Como todo un señor.

¿Black Lives Matter es algo más que un eslogan?

Cuando hablo de Black Lives Matter, lo primero que digo siempre es que hay que dividirlo en sus componentes. Está, por un lado, el concepto, que es muy bonito, al cual yo me suscribo: hay que decir que las vidas de nuestros compatriotas negros importan. Yo no digo “all lives matter”, como se suele hacer para contestarles. Yo digo “black lives matter” porque es bueno afirmar una reivindicación para un grupo de ciudadanos que han sufrido de manera única y excepcional en mi país. Eso ni siquiera se tiene que explicar. Pero, por otro lado, tenemos el movimiento Black Lives Matter, que es más difícil que yo abrace. La gente que participa en sus manifestaciones, que clava carteles con el eslogan en el césped; esta gente ha visto sus buenos deseos manipulados. Y los han manipulado las organizaciones y sus líderes, sus fundadores. Los periodistas sólo te hablan del concepto y no del movimiento. Nunca te hablan de las organizaciones ni de las organizadoras. Si tecleas en Google “black lives matter”, el buscador te lleva directamente a una organización, Black Lives Matter Global Network Foundation (BLMGNF). No te lleva a un concepto muy bonito, te lleva a una organización fundada por marxistas que dicen abiertamente que su deseo es cambiar la organización de Estados Unidos, que el capitalismo es racista, que quieren desmantelar la familia. Te hablan muy claro. De hecho, ¡lo único que hago en mi libro es citarles! Algo que no hacen los medios de comunicación.

¿Por qué los periodistas sólo hablan del concepto Black Lives Matter y no del movimiento?

Para ser bueno con ellos, han tomado solamente el concepto, piensan que esto es un movimiento de justicia social, que se debe promover y proteger. Pero este no es su trabajo. El trabajo del periodista es contarlo todo. El lector, que también es votante, debe tener toda la información para que pueda tomar buenas decisiones. Y los periodistas han dejado de dar flujo de información. Hay muchos que lo han hecho adrede porque son marxistas, activistas de izquierdas. The New York Times, por ejemplo, es el mismo periódico que envió a Walter Duranty a la Unión Soviética en los años treinta, llamó a Stalin un reformador de la agricultura y negó las matanzas de Ucrania; el mismo periódico que envió a Herbert Matthews a Sierra Maestra y dijo que Castro no era comunista, sino un libertador; ese periódico está haciendo lo mismo hoy con Black Lives Matter. No sólo The New York Times, sino casi todos los medios. Hay algunos que no, pero la gran mayoría, sí. Y me han dejado a mí campo abierto para contar la realidad.

¿Es posible exportar Black Lives Matter a Europa y a España?

Muchas personas me han dicho en España que la Teoría Crítica de la Raza va a llegar aquí, pero yo les pregunto: ¿cómo, si todo el mundo pertenece a la misma etnia? Me responden entonces que puede llegar a través del género y del sexo. Por eso hay tanta polémica en torno al movimiento LGTBQ, los transexuales, la violencia sexual… Quiero aclarar, de todas formas, que llevo doce años sin viajar a España y no debo hablar de un país que desconozco. Tengo muy buenos recuerdos de mi niñez aquí y cuando vengo no me siento en el extranjero, pero no es mi país. Sin embargo, no veo cómo puede entrar la Teoría Crítica de la Raza en España.

Le honra esa honestidad.

Hace unos días impartí una charla sobre esta teoría y explicaba que un aspecto clave es que parte de una superestructura conceptual. La realidad la captamos a través de los cinco sentidos, pero la comprendemos y la construimos a través de esa superestructura. Por eso, los marxistas piensan que pueden cambiar la realidad y que pueden cambiar al hombre. Deconstruyen una superestructura y construyen una nueva. Pero eso no es así. Al final, nos quedamos siempre con el hombre viejo, que nunca cambia.

Un marxista puede argumentar que todos, también los católicos, por ejemplo, tenemos también nuestra propia superestructura.

¡Tenemos la verdadera! Hay que decir que los marxistas tienen una pequeña parte de razón. Sí existe una superestructura, pero, al final, la realidad es la realidad. No se puede cambiar al hombre, no se le puede deconstruir. Y, sin embargo, es cierto que los católicos recitamos el credo el domingo, rezamos, somos malos o buenos católicos (yo trato duramente de ser bueno, ¡pero es muy difícil!)… Lo que quiero decir es que los marxistas tienen cierta razón, en el sentido de que hemos construido nuestras reglas y nuestras formas particulares, pero no van más allá. No concluyen que el ser humano es el mismo siempre. Yo trato de realizar siempre un experimento intelectual, que es el de ponerme en sus zapatos para entender cómo ven el mundo. No quiero pensar que alguien abraza la maldad adrede. Aunque, Saul Alinski, un autor muy importante de la izquierda, escribió un libro titulado “Las reglas para los radicales” y, ¿sabes a quién se lo dedicó?

¿A quién?

A Lucifer, el primer rebelde. Fue transparente.

¿Qué actitud es la correcta ante la Teoría Crítica de la Raza: defenderse de ella, ignorarla o combatirla?

Ignorarla no es bueno.

Muchos lo hacen porque creen que si no se le presta atención, morirá o no llegará lejos.

Pero la ignoran por otra razón: porque desmontarla es difícil, es incómodo. Yo me gano la vida hablando de esta teoría y te puedo asegurar que no es fácil. Vivimos, al menos en Estados Unidos, en un mundo de Black Lives Matter. La sociedad ha cambiado ya mucho y van a cambiarla más. Es un grupo que tiene millones en el banco, sólo el año pasado ganó cien millones de dólares. Han presentado un proyecto de ley en el Congreso para desmantelar la policía. Tienen guías educativas que están enviando a los 14.000 distritos escolares de Estados Unidos. Tienen hasta su propia política exterior: son anti israelíes, son pro Castro. Pienso que, si no dejamos de abrazar el movimiento Black Lives Matter, en pocos años la cultura cambiará, y no a mejor. También se van a debilitar los medios que tenemos para mejorarnos, seamos blancos, negros o azules, que son: la familia, el libre comercio y nuestro sistema legal. Ignorar Black Lives Matter y la Teoría Crítica de la Raza no es una opción. Mi papel es exponerlos, citarlos, cosa que no hacen los medios, explicar claramente lo que quieren hacer, lo que han hecho, cuáles han sido sus alianzas. Tenemos que hacer más, pero por el momento, mi papel es ése: arrojar luz sobre ellos.

No hay que subestimar la Teoría Crítica de la Raza, pero tampoco sobreestimarla, según dice en su libro “El complot contra América”. Creo haberle entendido que, si se eliminan sus grupos y sus incentivos, esta corriente no se sostiene.

Es un paso importante. Hay que intentar quitar las categorías, las identidades que han creado artificialmente para crear a su vez colectivos victimizados y llenos de odio. Por ejemplo, La categoría o identidad hispana fue hecha adrede por activistas influidos por los teóricos críticos, de la escuela de Frankfurt. Marcuse, uno de ellos, formuló el concepto “población del gueto”, que van a ser los nuevos agentes revolucionarios a través de las nuevas minorías, las identidades. Por eso, deben expandirlas. Esos activistas propusieron a la burocracia americana una categoría para clasificar a los inmigrantes de Latinoamérica y terminaron consiguiéndolo. Pero sí se pueden frenar. Hace poco, Obama quiso introducir otra categoría racial para los americanos de origen en países de Medio Oriente y del Norte de África (MENA). Por ejemplo, para personas como Mitch Daniels, ex gobernador de Indiana, actual presidente de Purdue University y medio libanés. ¿Ésta es una víctima del sistema, no blanca? Muchos criticamos esa identidad que parecía que se iba a aprobar. La Historia se interpuso, porque no ganó las elecciones Hillary Clinton, sino aquél de quien no se puede hablar, el innombrable Donald Trump, que no la aprobó. Sí se puede frenar la Teoría Crítica de la Raza.

Habla en su libro de algunos mitos en torno a esta teoría que quiere desmontar. El primero, que se trata de un movimiento de base. Eso es falso, porque en realidad es elitista, la han generado las clases altas de la sociedad norteamericana. Algo que también ocurre en la izquierda española. ¿Exponer esta hipocresía puede ayudar a desmontarla?

Patrisse Cullors, una de las fundadoras de Black Lives Matter, fue muy criticada por haber comprado tres casas. Se trata de una estafa. Algo muy habitual en la izquierda. Yuri Andrópov, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, también tenía sus sachas en el campo ruso. Pero yo no voy a escribir un libro sobre estafadores. Estamos llenos de estafadores. Yo me río de la hipocresía y hablo de ella, pero no me molesta tanto.

Todos somos un poco hipócritas.

Sí. Y, además, no es nada nuevo, no me sorprende. Patrisse Cullors es una hipócrita estafadora: ¡qué noticia! ¡Rápido, paren las rotativas!

Otro mito de la Teoría Crítica de la Raza que desmonta es la idea de que en 2040, Estados Unidos será un país controlado por las minorías vicmitizadas de hoy.

El ex gobernador de Indiana, Mitch Daniels

Eso no será así. Muchos académicos valientes lo están refutando. ¿Cómo va a sentirse víctima Mitch Daniels? Los teóricos críticos de la raza piensan que si tu abuelo nació en Guerrero (Méjico), vas a sentirte víctima, vas a tener odio contra la sociedad, vas a querer cambiar el sistema, te vas a sentir herido. ¡No conocen al hombre! Si tienes un abuelo que pertenece a una minoría, no te vas a sentir una víctima. Ni siquiera si tus padres pertenecen a una minoría. Me apuesto lo que quieras. Estados Unidos es una cultura que atrae. Lo que ellos quieren es la constante reclasificación de muchos norteamericanos como miembros de una minoría y llenarles de resentimiento. Es un trabajo costosísimo, que va contra la naturaleza humana. Por eso, nunca vamos a llegar a ese punto. Sí se puede llegar artificialmente, como ha sucedido en muchas ciudades. Pero no creo que eso suceda en todo el país (pensativo)… Bueno, sí creo que se puede llegar a ese punto si ellos ganan. Pero no creo que vayan a ganar.

¿Hay alguna relación entre la Teoría Crítica de la Raza y la Agenda 2030?

Sí, ambas piensan que pueden cambiar la manera de ser del hombre.

¿Y con la leyenda negra y el indigenismo?

Hablaré sobre este tema en Guatemala el mes que viene. Sí, van a tratar de introducir la Teoría Crítica de la Raza en Latinoamérica a través del indigenismo. Gramsci es muy grande. Y quieren introducir su pensamiento a través del Foro de Saõ Paulo.

¿Será el Black Lives Matter hispano?

Se trata de decirles a los mapuches que son víctimas. Es lo que hizo Chávez. Y hay una cierta realidad. Si uno va a Latinoamérica hay estratos sociales que corresponden, a veces, a la piel. Lo que debe evitarse es que el Gobierno siga dando privilegios a sus amigotes. Tiene que haber un verdadero libre comercio, hay que limpiar la corrupción y que la mayoría del pueblo pueda elegir al que va a representarles. Así es muy difícil que haya castas de raza. Se está tratando de introducir algo artificial, la idea de que la sociedad está dividida entre opresores y oprimidos. Trato de seguir de cerca este tema y me preocupa. Es una locura. Crean esta identidad hispana, pero ¿qué tienen en común el argentino, el ecuatoriano, el cubano, el dominicano? Que fueron creados por España, por los conquistadores. Si se les quita eso, se les quita lo único que tienen en común todos ellos.

¿Y el españolito o el gringo de a pie…?

¡Los que tienen sentido común!

¿Qué pueden hacer?

Ellos son los primeros que se dan cuenta de los fallos de estas ideas. El americano normal, del Midwest, sin acreditación en Harvard, o en Brown, o en Yale, tiene sentido común para comprender que muchos postulados de la Teoría Crítica Racial son idioteces. Hay un dicho en inglés que dice: “hay cosas tan idiotas que solamente pueden ser aceptadas por un intelectual”.

¿Pueden defender los americanos normales instituciones fundamentales, como la familia y la escuela, de la Teoría Crítica de la Raza?

Están muy amenazadas. Muchas escuelas están mintiendo a los padres, porque les dicen que no enseñan la Teoría Crítica de la Raza y sí lo hacen. No exigen a los alumnos que lean ensayos de nueve mil palabras de autores como Derrick Bell o Richard Delgado, pero les implementan los conceptos. Sin embargo, tienen un pequeño problema, que es la Constitución. Es inconstitucional hacer ciertas cosas, como adoctrinar. Yo no puedo obligar a un estudiante a que diga que la sociedad está llena de oprimidos y opresores. Una maestra no puede decir a sus alumnos: si eres blanco, da un paso adelante; si no, da un paso atrás. Están tratando a los estudiantes de manera desigual y violando la 14ª enmienda de la Constitución y el título VI de la Ley de Derechos Civiles que aprobó el presidente Johnson el 2 de junio de 1964. Yo aconsejo a los legisladores, federales o estatales, que no prohíban la Teoría Crítica de la Raza, sino que hagan su trabajo, que ejecuten la ley. Si no les gusta la Constitución, que la cambien. Se puede enmendar, pero se tiene que respetar, especialmente por parte de los maestros.

¿Hay esperanza?

Sí, yo soy muy optimista. Primero, porque soy cubano, y segundo, porque viajo mucho por todo el país y veo a mucha gente que está despertando. Hay mucha gente con sentido común.