Che angoscia! Repetía sin cesar. Dulce. Transido por el sufrimiento. Nadie que pasara por su vida lo hacía sin quedar, de alguna manera, impactado. Contradictorio. Culto, a pesar de que declaraba no tener tiempo para leer. De voz adolescente. Radical. Entregado al trabajo sin descanso. Intelectual. Poeta. Amante del futbol. Mitinero antifascista. Cineasta. Tremendamente competitivo. Esteta, amante de la pintura. Novelista. Referente de la izquierda y de la cultura europea en la segunda mitad del siglo XX. Desesperado.
Dejamos a un lado su comunismo, su posición contraria a mayo del 68 y su ideología, que algunos han definido como “izquierda reaccionaria”. En el centenario del nacimiento del escritor italiano, dejamos a un lado las circunstancias nunca aclaradas de su asesinato (PPP fue atropellado por su propio coche tras recibir una brutal paliza en Ostia, a 30 km de la capital italiana. El único condenado declaró defenderse de una agresión homosexual, pero siempre sobrevoló la sospecha de un crimen político), para hablar de una de sus películas y del su posición sobre el aborto.
El Evangelio según san Mateo, con Jesucristo español
Pasolini fue aupado a la maestría cinematográfica desde su fama novelística. La prensa izquierdista de la época le defendió a ultranza tras sus primeras películas, y también con el anuncio de Il Vangelo (El Evangelio según san Mateo). Sin embargo, tras el estreno deesta producción le dejaron caer, al considerar que el autor había traicionado su pensamiento.
Pier Paolo Pasolini se encontraba un día en un hotel de Asís y sin ningún libro a mano salvo los Evangelios. Al leerlos se dio cuenta de que, habiendo conocido previamente la belleza estética y moral, acababa de encontrar la belleza absoluta.
Según el crítico de cine Adolfo Bellido, con El Evangelio según San Mateo se había escrito sobre la vida de Cristo la mejor historia cinematográfica de todos los tiempos, aunque con tres lamentables errores. A saber: el estatismo en los personajes –en el que el crítico encuentra un aprendizaje defectuoso de las teorías del cine moderno-, un excesivo predominio del texto y una película que, pese a su carácter universal, no aporta nada para las personas que no conozcan la temática de antemano. Bellido, en un artículo para el Cine Club Universitario de Salamanca de la época expone que: “Ya los ánimos calmados después de las encendidas polémicas que levantó el film, digamos que El Evangelio, con todo, y sin ser una obra maestra, es muy interesante cinematográficamente, y digno de estudio, aunque a muchos la película no les diga, en cuanto a cine, nada nuevo”.
La cinta viene con anécdota española. Enrique Irazoqui (Barcelona, 1944) era un joven estalinista de madre italiana. En 1964 contaba con 19 años y era el secretario general del sindicato universitario, clandestino, de Barcelona. Como tal fue enviado a Italia a recaudar fondos y reclutar estudiantes. Allí conoció a Alberti y a Bassani. El último día de su estancia en el país alpino le ofrecieron encontrarse con un poeta y cineasta homosexual. Irazoqui nunca había oído hablar de Pier Paolo Pasolini. Pero el escritor italiano, en cuanto abrió la puerta de su casa al joven español, exclamó: “¡He encontrado a Jesús!, ¡Jesús está en mi casa!” El joven, que no entendía nada, comenzó su discurso: “Las universidades españolas y sus organizaciones contra el fascismo…”
Pasolini escuchó los 10 minutos de propaganda del sindicalista observándole desde todos los ángulos y, cuando acabó, le propuso interpretar a Cristo en su película, papel para el que ya había valorado al escritor Luis Goytisolo.
La película fue premiada por la Organización Católica Internacional de Cine, pero Izaroqui declaró haber sido “castigado” durante 15 meses en España por haber participado en “una película de propaganda comunista”. Pasolini dedicó la cinta al Papa Juan XXIII.
Defensor de la vida
El 19 de enero de 1975 Pasolini publicó en Il corriere della sera un artículo titulado “Estoy contra el aborto”. El 30 de ese mismo mes y año, otro: “Réplica contra el aborto”. En sus artículos, el referente intelectual de la izquierda en Europa argüía razones de distinta índole para oponerse a la barbarie:
«Estoy traumatizado por la legalización del aborto, porque la considero una legalización del homicidio».
«En los sueños y en el comportamiento cotidiano vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que allí yo ya existía».
«Que la vida es sagrada es obvio: es un principio más fuerte todavía que cualquier principio democrático”.
Pasolini era un artista y un intelectual. No ignoraba el carácter sagrado de las cosas, tenía sentimientos de hierofanía y le repugnaba ver destruido el orden principal de la vida.
La legalización del aborto es «una gran comodidad para la mayoría» que «hará todavía más fácil el coito»; y esto es lo que conviene al poder del consumo, que ha convertido la libertad sexual en «una convención, una obligación, un deber social, un ansia social, una característica irrenunciable del tipo de vida del consumidor. Al poder del consumo no le interesa una pareja creadora de prole, sino una pareja consumidora”. Para él, el aborto era una alegoría de lo que era capaz el capitalismo.
Ambos textos están recopilados en su libro Escritos Corsarios. En su día las feministas se enfurecieron con Pasolini, acusándole de estar contra el aborto por ser homosexual. Hoy, hacen una relectura y les parece que Pier Paolo lo había entendido todo.