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Cuando se termina de leer este ensayo, uno se pregunta cómo es posible que no goce de más predicamento. Quizá se pueda aducir que se trata de un libro raro de un escritor misterioso publicado en una editorial incipiente en un año insólito; pero todas estas cosas, ¿no deberían ser razones para que despertase más curiosidad?

Empecemos nosotros por el principio: el título tiene pegada. Promete y, aunque estamos en el ámbito de lo político, cumple. Pensar lo que más les duele cumple, además, por partida triple. Adriano Erriguel (nacido en México en una fecha indeterminada —más de cuarenta años—, abogado y politólogo) piensa con una prosa de gran vigor, y golpea, en efecto, donde más les duele a tres ideologías. También cumple cuando afirma: «La historia de las ideas —la exploración de sus metamorfosis y réplicas inesperadas— puede ser más apasionante que la mejor novela de aventuras».

Portada del libro «Pensar lo que más les duele»

Golpe Nº 1

Para empezar, duele a los populismos de izquierdas, a los que desenmascara. Desde Mayo del 68, la corriente que ha triunfado (el «68 libertario», frente al «68 leninista» y el «68 antisistema») es la que le hace el trabajo al «neoliberalismo invisible». Pensarán de ellos mismos que son revolucionarios, pero no son más que los eficientes títeres del dinero. «La izquierda posmoderna es “libertaria”, pero el neoliberalismo también lo es», como demuestran las múltiples confluencias y el generoso entusiasmo con el que los grandes bancos subvencionan a los movimientos políticos y a los pensadores izquierdistas y la publicidad de las grandes empresas. Adriano Erriguel lo explica con profusión de datos históricos y de autoridades filosóficas y políticas que lo denunciaron incluso entonces (Michel Clouscard, Pasolini, Régis Debray, Maxime Oullet…). Apabulla su conocimiento del pensamiento francés, demasiado preterido en nuestros tiempos por el peso de la angloesfera. Erriguel hace gala de una capacidad extraordinaria para resumir y explicar ensayos relevantes. De manera que Pensar donde más les duele se convierte, además, en una biblioteca portátil del pensamiento político actual. En particular, utiliza muy hábilmente la crítica de autores marxistas, entre ellos el español Daniel Bernabé, para desnudar el supuesto marxismo de la izquierda individualista, narcisista y, por tanto, neoliberal de nuestro tiempo.

Golpe Nº 2

Lo que nos lleva al segundo dolor que inflige (en legítima defensa) el pensamiento de Erriguel. Deconstruye hasta los cimientos esas críticas al populismo de izquierda que se basan en que estamos ante un marxismo redivivo. «La primera regla de la guerra cultural —advierte— es saber leer al enemigo». Lo del «marxismo cultural» le parece una carcasa publicitaria, de modo que cuando criticamos eso a Podemos lo potenciamos, en cuanto que no se les da donde más les duele, que es su connivencia con el capitalismo globalista. El neomarxismo es una parafernalia que se colocan ellos, con todo lujo de iconografías del Che y de banderas de la II República, etc., pero no hay que caer en la trampa. La defensa de la diversidad de género, del nihilismo, de la inmigración, etc., no vienen a sustituir en la dialéctica de la lucha de clases a los escarmentados obreros que han abandonado el marxismo, sino que vienen, sobre todo, a cumplir punto por punto con las conveniencias del dinero, que nos quiere maleables e indeterminados, consumistas puros, sin otra identidad que las compras compulsivas. El nihilismo no es más que «la filosofía espontánea del capitalismo», como advierte Constanzo Preve.

De izquierda a derecha: Bolsonaro, Orban y Trump

Golpe Nº 3

Lo que nos lleva al tercer dolor que producen los golpes del pensamiento de Erriguel. Las caras de asco ante el populismo demuestran que el exquisito asqueado no se está enterando de nada. Erriguel cita a Chantal Delsol: «El populismo es el mote a través del cual las democracias pervertidas disimulan virtuosamente su desprecio por el pluralismo». Porque la verdadera lucha política (la determinación del enemigo a lo Carl Schmitt) se da hoy irremediablemente entre una élite deslocalizada e insolidaria, segura en sus barrios elegantes, y que usa como carne de cañón a los emigrantes con sus salarios de miseria; y las clases populares o las antiguas clases medias nacionales, que están en peligro de extinción o, como mínimo, de exclusión política. Citando a Phillipe Muray y a Christophe Guilluy, entre muchos otros, Erriguel demuestra que los partidos que no se quieren salir ni un poco del sistema actual de cosas traicionan a la inmensa mayoría de sus votantes. Existe «una complementariedad estructural entre el liberalismo sociocultural (la izquierda) y el liberalismo económico (la derecha)», como sostenía Jean-Claude Michéa. El libro desemboca, por tanto, en una defensa muy reflexiva del histrionismo de Trump, que no es un capricho, sino el único modo de salirse de una dinámica política que juega con todas las cartas marcadas. «El populismo es el partido de los conservadores que no tienen partido», como ha explicado el filósofo Vincent Coussedière. Después de Pensar donde más les duele se puede seguir criticando —faltaría más— al presidente norteamericano, a Bolsonaro, a Viktor Orban y a Santiago Abascal, naturalmente, pero se hará ya con conocimiento de causa.

Pero no todo son golpes

¿Es todo dolor y pensamiento en pie de guerra? No. Erriguel, aunque por su tema y por sus posturas, podría parecer un extremista al lector apresurado, es un escritor sopesado, con amplio manejo de registros, que puede parecer desordenado, pero no se desmorona nunca. No pierde pie de la realidad; al contrario, advierte que «el talón de Aquiles de los liberastas estriba en su fuga de lo real». Tiene inesperados rasgos de humor y sabe diferenciar, por ejemplo, entre el liberalismo dogmático (los «liberastas», les llama en apretada competición con los «liberalios» de Hughes) y el liberalismo económico con base conservadora de un Smith. Detecta que la gran amenaza proviene de los juegos del lenguaje y defiende un uso del idioma que no pierda la referencia a la objetivo, coincidiendo con el conservador François-Xavier Bellamy en Permanecer. Incluso hace una defensa bastante empática del pensamiento más aprovechable de Carlos Marx.

Impresiona, por último, el papel que otorga a la Iglesia Católica, a la que dedica el capítulo final. A pesar de la crisis por la renuncia de Benedicto XVI, que no minimiza en absoluto, el gran valor del catolicismo («Digámoslo sin ambages: dentro del cristianismo, el catolicismo es la aristocracia») es su capacidad para decir «no» al consenso progre, si la usa. Erriguel cifra buena parte de su esperanza en esa independencia, y quiere alentarla y apoyarla. «Toda disidencia auténtica consiste en una lección sobre cómo estar en el mundo sin pertenecer a él», afirma, en una de las lecciones más necesarias de sus más de quinientas páginas. Acaba el voluminoso ensayo con una inolvidable imagen de esperanza: una Iglesia sin complejos dispuesta a proclamar la verdad en un mundo indiferente o hostil, según la vio Jean Varenne, el gran historiador de las religiones: «Cuando un león ruge en el desierto, ¿quién sabe dónde y cómo llegará el eco? Es un rugido de victoria, y eso es lo que importa».

Ficha

Pensar lo que más les duele. Ensayos metapolíticos.

Adriano Erriguel

HomoLegens, Madrid, 2020

543 páginas

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