Ron DeSantis, el gobernador de Florida, encarna la alternativa al pensamiento único occidental desde uno de los territorios más libres y prósperos de los Estados Unidos. Su gobierno es un agravio y su pensamiento -lo tiene- un referente para millones de norteamericanos cada día menos resignados y más cansados de asistir a la imposición de una forma de vida que no es la suya.
Cuando los esfuerzos de Donald Trump por detener los pucherazos electorales de noviembre de 2020 se demostraron vanos, la derecha sociológica estadounidense emprendió una travesía por el desierto que entonces se antojaba más larga y oscura de lo que el tiempo ha confirmado. Hoy, ante el tándem presidencial más irrelevante que se recuerda y la cercanía de las elecciones legislativas y estatales de medio término, la mayoría de los votantes del país ha recobrado una esperanza inopinada gracias al resurgir trumpista y al liderazgo de gobernadores como DeSantis, que han mantenido a raya la fiscalidad y, por encima de todo, han frenado el totalitarismo sanitario impulsado desde el gobierno federal.
Un político sagaz en contra de lo woke
Ya considerado un referente, el delfín republicano vive dedicado a compaginar el gobierno de su estado con la carrera por la reelección, en medio de un ascenso tan fulgurante que algunas encuestas le sitúen por delante de Trump de cara a la nominación presidencial republicana. Ambos canalizan la frustración de una parte del electorado cada día más amplia, pero no gozan del mismo trato por parte de la prensa. Si los calificativos que los periodistas dedican al anterior inquilino de la Casa Blanca desde hace seis años no necesitan ser recordados, a DeSantis, en cambio, le atribuyen “una ética de trabajo intensa, una inteligencia formidable y una comprensión muy sagaz de la política”.
Pareciera que las televisiones estadounidenses, por medio del halago, pretendiesen evitar una candidatura presidencial conjunta -divide y vencerás- y, de paso, congraciarse con uno de los principales exponentes del Partido Republicano. Por supuesto, saben que etiquetas como la de “Trump con cerebro” sólo responde a la animadversión personal y no a cuestiones de fondo. En febrero, DeSantis apareció en la Conferencia de Acción Política Conservadora, la CPAC, celebrada este año en Orlando, en la que se refirió a los Estados Unidos como una nación asediada por el movimiento woke, describió su trabajo como una lucha “contra la teoría crítica de la raza, la distopía fauciana (en clara referencia a las medidas liberticidas aplicadas en buena parte del país con un virus por excusa), la inmigración descontrolada, las big tech, los oligarcas de izquierdas, los fiscales financiados por Soros, los atletas transgénero y los medios de comunicación corporativistas”, y presumió de haber hecho de Florida una “ciudadela de la libertad”, faro para la gente “harta de regímenes autoritarios” en Australia, Canadá y Europa.
Biografía del perfecto adversario
DeSantis es el representante público en ejercicio opuesto de manera más abierta al globalismo, la Agenda 2030 y la ciénaga de Washington, valga la redundancia. Sin embargo, mientras que los círculos políticos y periodísticos de la capital nunca considerarán a Trump uno de los suyos, pensamiento aparte, la biografía del floridano es la que se espera de un político profesional estadounidense. El gobernador estudió en la Universidad de Yale, donde cursó Historia y fue capitán del equipo de béisbol. Después de graduarse con honores, ejerció como profesor durante un año en la Darlington School, una institución privada de Roma, Georgia, antes de matricularse en la Facultad de Derecho de Harvard. Tras un periplo por la Ivy League digno del hijo de un senador demócrata, dirigió su carrera hacia la justicia militar. Fue destinado a la Estación Naval de Mayport, cerca de Jacksonville, y también a Guantánamo, para trabajar con los presos, donde aún se le recuerda como “un trabajador voraz, que desempeñaba sus funciones a una velocidad fenomenal, y un escritor soberbio, especialmente para su edad”.
En 2007, DeSantis fue enviado a Irak como abogado del Seal Team One, que por entonces realizaba operaciones en Ramadi. Allí instruyó a los miembros del cuerpo de élite del Ejército de los Estados Unidos sobre las reglas de combate: cuándo podían disparar y cómo debían tratar a los prisioneros, sobre todo. De vuelta a Florida, comenzó a salir con Casey Black, en aquellos tiempos reportera del canal WJXT, en Jacksonville, y no tardó en casarse e iniciar su carrera política, como candidato a representante por el Sexto Distrito del Congreso, al sur de Jacksonville Beach. Era 2012, y su campaña se centró en la reivindicación del gobierno limitado, la reducción de impuestos y, ante todo, como él mismo suele recordar, en “parar a Barack Obama”.
Sueños de nuestros padres fundadores
El republicano estrenó su primer proceso electoral con la publicación de un libro titulado Sueños de nuestros padres fundadores, sobre la concepción de la realidad de buena parte de las políticas de Obama y sus aliados, según la cual prácticamente cualquier cuestión, desde la sexualidad de los niños hasta la temperatura de la tierra, es una excusa para la intervención de expertos autorizados para planificar y dirigir la vida de los demás.
El texto fue tan ignorado por los medios de comunicación y el votante de a pie que, según el propio autor, “lo leyó una docena de personas”. Un grupo suficiente a todas luces, en vista de que el mensaje de DeSantis caló en su circunscripción, donde ganó aquellas primeras elecciones y fue reelegido dos veces de manera holgada. Luego, su particular combinación de político profesional con ideas opuestas al pensamiento único occidental le servirían para imponerse en los comicios estatales de Florida. El resto es futuro: reelección cantada en noviembre, candidatura presidencial en 2024 o 2028 y cada día más enemigos según su pensamiento se vaya imponiendo a su biografía.