“Ha destapado más escándalos que la CNN, la MSNBC y el New York Times juntos”. Así presentó Matt Schlapp a la reportera de investigación Sara A. Carter. Schlapp es el presidente de la Unión Conservadora Americana (ACU), que cada año organiza la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), la gran feria de la heterogénea derecha americana, clausurada, sesión tras sesión, con una cena en honor a la memoria de Ronald Reagan.
Allí es posible compartir mesa con un ex alto cargo de la Administración Trump, una gobernadora estatal que presume de no haber ordenado el cierre de un solo negocio o una sola iglesia durante la pandemia, un negro musculado partidario de hacer pedagogía de la segunda enmienda -el derecho a portar armas- en los barrios más desfavorecidos o un paseante profesional de perros reconvertido en tuit star de la derecha yanki.
O con Sara A. Carter. Usted también puede compartir mesa con Sara A. Carter. ¿Que no habla una palabra de inglés? Tranquilo, Sara, hija de madre cubana, domina el español. Genial, porque así no perderá comba de sus mil y una batallas. Batallas, sí. La reportera ha cubierto en primera línea conflictos como el de Iraq o Afganistán, lo que seguro llenó de orgullo y satisfacción a su padre, marine veterano de dos guerras. La intrépida reportera no solo acude adonde está la noticia. Es capaz también de ponerla en contexto, experta como es en seguridad nacional, terrorismo e inmigración.
Labor investigadora
Normal que, con ese currículum, Sara se haya prodigado en medios como The Washington Times, The Washington Examiner, USA Today, BBC, CNN y, sobre todo, Fox. Normal también que su combinación de conocimiento e intrepidez le hayan hecho merecedora de numerosos premios. Qué menos. Algunos de sus reportajes por poco le cuestan la vida.
Sus labores informativas en la frontera con México sacaron a la luz un complejo sistema de rutas subterráneas, por las que entraban columnas y más columnas de inmigrantes pero también ingentes cargamentos de droga, todo con la complicidad de algunas autoridades del país vecino.
La corrupción no es un vicio privativo de los funcionarios del lado mexicano de la frontera. En 2006, Sara documentó la malversación millonaria de fondos federales que nunca llegaron a las escuelas de algunos barrios pobres de California para las que estaban presupuestados. Rodaron cabezas.
Como rodaron cabezas en los departamentos de Policía y de Educación de San Bernardino y de Los Ángeles, después de que Sara publicara la historia de Jamie, un niño producto de las bandas y mafias mexicanas del sur de California. Aparte de costarle el cargo a más de uno, las informaciones de la reportera supusieron cambios legislativos. Porque de eso se trata: de informar para que las cosas cambien.
Que se lo digan a Jose Compean y a Nacho Ramos, patrulleros armados en el lado estadounidense. Ramos y Compean fueron condenados a 12 años de cárcel tras abatir a un hombre en la frontera con Texas. Tras meses de investigación, Sara A. Carter probó que el muerto era un traficante de drogas, con numerosos antecedentes penales. Las informaciones de la reportera generaron a escala nacional una opinión a favor de los patrulleros que se saldó con su indulto el último día de mandato del presidente Bush en 2008.
Ese año, Sara añadió un premio más a su historial, esta vez por una serie de reportajes sobre la brutalidad de los cárteles del Golfo y de Sinaloa en sus guerras por el control de la frontera.
En todas estas historias, a Sara le fue de mucha utilidad su dominio del español. Igual que haber crecido en Arabia Saudí, donde su padre estuvo destinado, le sirvió para desenvolverse por Oriente Medio. Allí, de nuevo, se jugó la vida en la frontera, sorteando la puntería de los talibán, y, en el empeño, alargó su lista de reconocimientos, como el que le valió su reportaje sobre la adicción de las mujeres y los niños afganos al opio. También documentó la historia del ISIS, puso nombre a sus líderes e hizo públicos muchos de sus planes, desbaratándolos.
Es seguro que, escuchando a Sara A. Carter contar esta y otras historias, la sopa se les quedara fría a los boquiabiertos asistentes a la cena Ronald Reagan de la CPAC 2021.