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Cualquiera que durante algún instante de las últimas décadas haya transitado por una facultad o campus universitario habrá vivido sin necesidad de mucha perspicacia un viaje a una realidad difícil de definir, jalonada de carteles bélicos con el sello de la diputación provincial, iPhones y mesas informativas con estudiantes treintañeros pidiendo el voto para ser delegados de no sé qué.

Siempre que me he visto en medio de semejante decorado, es decir, cada vez que he puesto el pie en una facultad, he recordado aquel “ni lo quiera Dios” de Lola Flores al ser preguntada si hablaba inglés recién aterrizada en Nueva York. Y lo he aplicado a la educación reglada para adultos, que no es ninguna de las tres cosas. También he añorado, ya que el asamblearismo parece inherente a la universidad, encontrarme con algún grupo estudiantil que promueva exactamente lo contrario de aquello que la Academia representa hoy.

El punto de inflexión que surgió en un garaje

Algo así debió de pensar Charlie Kirk (Arlington Heights, Illinois, 1993) en 2012 cuando, sin haber tropezado una sola vez con la piedra —nada filosofal— de la Universidad, fundó Turning Point USA en el garaje de la casa de sus padres en Chicago, con la idea de identificar y organizar a estudiantes para promover los principios de libertad, libre mercado y gobierno limitado en los campus norteamericanos.

Sobre el papel, TPUSA es una organización sin ánimo de lucro. En la práctica, un punto de inflexión para los estudiantes y profesores que forman una red presente en más de 2.500 campus de escuelas secundarias y universidades en todo el país, con unos 400 empleados a tiempo completo. Apenas una década después de su fundación, es la mayor organización activista juvenil de carácter conservador y de más rápido crecimiento en los Estados Unidos.

Un éxito, a pesar del tiempo y el espacio, basado en decir la verdad allá donde casi todos mienten para amoldarse a una corriente de pensamiento. En llegar a un campus, sentarse y rebatir las ideas repetidas por la mayoría sobre la condición humana, el número de géneros, la culpa del hombre blanco sobre los males del mundo o las bondades del comunismo, convencidos de que “los Estados Unidos de América es el país más grande de la historia”, “la Constitución de los Estados Unidos es el documento político más excepcional jamás escrito” y “el capitalismo es el sistema económico más moral y probado jamás descubierto”.

Entre los viajes de campus a campus, Kirk se mudó de Chicago a Arizona, en busca de un lugar más seguro para vivir, desde donde presenta The Charlie Kirk Show, aparece en televisiones de todo el país y ha ejercido de columnista en medios tan poco afines a sus ideas como Newsweek y The Hill. También ha sido incluido en la lista de Forbes “30 menores de 30”.

A pesar de no haber sido nunca estudiante universitario, en 2019 la Liberty University le invistió doctor honoris causa, por su liderazgo y su voz enérgica a favor de los conservadores, con TPUSA y como asesor de Donald Trump en materia educativa.

La nueva revolución americana

Casi 15 años después de que José María Marco publicara La nueva revolución americana, Turning Point USA y Charlie Kirk integran la nueva ola revolucionaria de los Estados Unidos, basada en algo tan arriesgado como simple: buscar y decir la Verdad. Defender lo que funciona. Tucker Carlson o Candace Owens, entre otros pocos que cada día son más, mantienen vigente la cuestión planteada por Marco, aún sin resolver para tantos: “Por qué la derecha crece en Estados Unidos y por qué los europeos no lo entienden”.

En el Occidente de hoy es rebelde, insurrecto, educar a los estudiantes sobre la importancia de la responsabilidad fiscal, el mercado libre y la reducción del estado. Cercano a lo inconcebible, si se hace mediante técnicas de mercadotecnia para las que la derecha sociológica nunca ha sido especialmente habilidosa. Aún más que eso, incomprensible, cuando el resultado supone despojar a jóvenes de complejos atávicos y dotarles de argumentos y herramientas actuales para dar la batalla de la Libertad. La batalla cultural. O la guerra. A la que van, además, con la innegable ventaja de estar en lo correcto.