“Nuestra libertad está por encima de cualquier plataforma social, que por mucho que nos quieran silenciar, que nos quieran desterrar socialmente, porque ahora mismo no se atreverían a llevarme a la tapia de un cementerio, o a una cuneta. Yo que soy sucesor de mártires que han dado su sangre por Cristo, qué me va a costar que me cierren una cuenta de una red social en decadencia. Por eso hay que dar testimonio de nuestra fe, decir las cosas claras y, en los momentos en los que la cosa parece que se pone dura, es cuando verdaderamente hay que demostrar nuestra fe y lo que somos. Viva Cristo Rey”.
Así reaccionó Juan Manuel Góngora, sacerdote, en un vídeo difundido por un amigo cura en Twitter después de que la red social bloqueara su cuenta por “incitar al odio” tras publicar, al parecer, el siguiente comentario a otro usuario: “hijo, cuando seas padre, comerás huevos”. Nunca al refranero español le achacaron tanta bravuconería. Ni el páter había tenido problema alguno con ningún tuitero. Y eso que llevaba nada menos que once años allí presente, si bien había comenzado a publicar con más asiduidad durante el severo confinamiento al que nos sometimos durante los meses más duros de la pandemia.
La ira de Twitter
Pero, cuando el sacerdote fue censurado, corría el mes de enero de 2021 y los ánimos de los directivos de Twitter estaban caldeados: el día anterior, habían silenciado para siempre nada menos que al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El pater Góngora fue simplemente una víctima más de la ira de Jack Dorsey y sus empleados.
Pero esto no le resta significado a la condena. De hecho, fueron centenares las personas y miles los mensajes que apoyaban al sacerdote bajo el lema “Páter censurado”. No es para menos: su perfil tenía, en ese momento, más de 25.000 seguidores, entre los que se encontraban relevantes políticos como Santiago Abascal, y sus tuits llegaban a centenares de miles de usuarios. A los pocos días, fruto de las arbitrariedades que a veces suceden en Twitter, Góngora volvió a la red social.
Y, de momento, allí sigue, pese a las amenazas de cuentas anónimas y las denuncias de algunos a los que su estilo les parece demasiado directo y escandaloso. Góngora concede en lo de directo, pero cuenta a Centinela que cuida siempre que su tono sea lo más exquisitamente educado posible cuando da su opinión en este foro. A fin de cuentas, el objetivo de @patergongora, como así se llama en esta red social, no es otro que “anunciar el evangelio a la luz de la actualidad”.
Un páter rural
De hecho, Twitter no es su vida. Góngora señala que su primera labor es atender su parroquia, la de Nuestra Señora de las Mercedes de Oria (Almería), un pueblo de sólo 2.000 habitantes que incluye varias pedanías más y le ocupa buena parte de su tiempo, fines de semana incluidos. “Lo otro es un medio, un hobby, que, por tanto, no es fundamental”, afirma.
Recién cumplidos los 33 años, celebra en septiembre su tercer aniversario de sacerdote. ¿Cómo le llegó la vocación? De manera sencilla: nació en una familia profundamente cristiana y nunca se alejó de la fe, más allá de la lógica rebeldía del adolescente que se aburre en misa. Así, un Juan Manuel que estaba a punto de terminar la carrera de Humanidades en la Universidad de Almería vio que Dios le quería de cura a través del movimiento Cursillos de Cristiandad. Se presentó a los últimos exámenes de la Facultad y después comenzó su formación. Después de seis años en el seminario, Góngora recibió las sagradas órdenes y desde entonces, es páter. Páter Góngora.
Un cura de pueblo, rabiosamente madridista, que tiene dos feligresías: una real, de carne y hueso, y otra virtual, que son sus, a día de hoy, 34.700 seguidores de Twitter, amén de otros tantos en Instagram y Telegram, y entre los que se encuentran políticos como Macarena Olona, Pablo Casado, Teodoro García Egea, Juan Carlos Girauta, Bea Fanjul o Marcos de Quinto. ¿Cómo les cuida? A los parroquianos de las redes es complicado administrarles los sacramentos, pero sí se preocupa de que sus mensajes tengan una alta carga de espiritualidad y doctrina: le podemos ver celebrando misa, tocando el órgano en la basílica de la que está al cargo, casando a una pareja de novios…
Sotana, alzacuellos y montera
Además, Góngora, que es cura de los de sotana y alzacuellos, de los que uno puede identificar perfectamente por la calle en caso de emergencia del alma, no teme ponerse de vez en cuando también la montera y debatir y rebatir a tuiteros y personajes públicos con los que no está de acuerdo en lo opinable o considera que están totalmente equivocados, sobre todo en cuanto a cuestiones religiosas se refiere. El páter no se calla, tampoco en cuestiones tan polémicas como la homosexualidad, la ordenación de mujeres, el aborto o la eutanasia, porque tiene claro que, en calidad de católico y de sacerdote, su deber es dar testimonio de la Verdad. Y allá que va a diario.
Con el visto bueno de su obispo, Góngora defiende la postura de la Iglesia “juzgando actos, no personas”, y sin buscar el aplauso fácil, que podría obtenerlo muy fácilmente, si cediera a quienes pretenden adaptar la fe a sus creencias, y no al revés. En este sentido, el joven sacerdote señala que la misericordia, tan necesaria, a veces es utilizada como “patente de corso, cayendo en el relativismo, y utilizando a la Iglesia para causas como la ideología de género”. Se produce, de esta manera, una situación curiosa: “algunos dicen ser católicos pero hacen lo contrario de lo que dice la Iglesia católica. ¿Hasta qué punto son realmente católicos?”, se pregunta el cura. Que no duda en arremangarse y redoblar sus esfuerzos para combatir la confusión y la mentira, que campan a sus anchas entre muchos hijos de Dios.
Lucha sin complejos
Su última aventura es el lanzamiento, en octubre del año pasado, de un canal de YouTube junto a otros dos sacerdotes, Francisco José Delgado, también activo tuitero, y Gabriel Calvo Zarraute. El nombre elegido para alojar sus vídeos, “La sacristía de La Vendée”, es toda una declaración de intenciones: celebrar tertulias contrarrevolucionarias semanales tocando los temas más candentes de los tiempos posmodernos que atravesamos. Especialmente recomendables son, por ejemplo, aquéllas en las que conversan sobre el cisma alemán o sobre las verdades y mitos de la Iglesia.
Si todavía no conocen a este páter treintañero de larga barba negra, sepan que, más pronto que tarde, oirán hablar de él, dada la relevancia que van alcanzando sus mensajes y la dedicación que pone para transmitir la fe católica y librar la batalla cultural sin ningún complejo. Porque tiene grabado a fuego, por carácter y por convicción personal, que nunca debe avergonzarse ni bajar la mirada por haber tomado la decisión más importante de su vida: ser otro Jesús de Nazaret. Como él dice, sea famoso o no, esté presente en la vida pública o se dedique nada más que a sus labores de cura de pueblo, solo importa una cosa: que viva Cristo Rey.