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Si tienes que sacarles billete en AVE a Fernando Sánchez Dragó, Pedro Insua y Fernando Díaz Villanueva, asegúrate de que no sea en el vagón silencio, no sea que algún viajero se moleste. Porque no callan, los tíos. Aunque no hará falta que nadie se queje al revisor. Culos de mal asiento como son, lo más probable es que nada más dejar sus bártulos, se instalen en la cafetería. Eso hicieron el pasado día 30 en el AVE de las cinco de la tarde con destino Córdoba.

El resto de clientes del vagón cafetería debieron de pensar que alguna institución les habría invitado para hablar de China, pues de China estuvieron hablando las dos horas y media que duró el trayecto desde Madrid. Dragó, de los usos, costumbres y gentes del lugar, que conoce bien; Insua, del plan español en tiempos de Felipe II para invadir el gigante asiático, sobre el que versa su tesis; y Villanueva, de la situación socio-política-económica actual, de la que alguna vez ha hablado en su podcast.

Sucede que la cuestión china surgió casualmente en la conversación y como entre los tres acumulan lecturas, vivencias y puntos de vista propios, era natural que se improvisara un animadísimo debate, con el resto de la cafetería de oyentes invitados. Sin embargo, China no era el tema del día. Era Córdoba. En concreto, la Corduba de los romanos.

Salón Liceo del Real Círculo de la Amistad

“Córdoba romana antes que musulmana”, así se tituló el acto convocado por Milenio al que asistieron más de trescientas personas, aforo que obligó al Real Círculo de la Amistad a habilitar el Salón Liceo, definido por Dragó como uno de los últimos reductos de la España mágica.

Antes del coloquio fue la presentación de los invitados. Por una cuestión de edad, saber y gobierno, el primero fue Dragó. Tenía razón Francisco Umbral cuando le definió como disidente de todo y militante de sí mismo, pues nada más escuchar del presentador estas palabras disintió: por no militar ya no lo hace ni en sus zapatos. Dragó dice estar harto de ser Dragó. Su condena, sin embargo, parece ser más Dragó que nunca. Durante el coloquio se mostró como a lo largo de sus 83 años de vida: divertido, erudito, polémico, brillante e ingobernable como solo creíamos capaz a un Fernando Arrabal anunciando el milenarismo agarrado una botella de chinchón.

Luego le tocó el turno a Pedro Insua, filósofo buenista, no por pensar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, incluso de los imaginables, sino por ser un aventajado discípulo de Gustavo Bueno y su escuela.

Finalmente, Fernando Díaz Villanueva, una agencia multimedia en sí mismo: hace texto, hace fotos, hace vídeo y, de un tiempo acá, hace audio. Va para cuatro años que, desde cero, con lo puesto, sin pedir permiso, improvisó en su casa un estudio de radio con un micrófono y una grabadora. Hoy sus podcasts -La ContraCrónica y la ContraHistoria- ocupan los primeros puestos en los rankings de política, economía, sociedad e historia.    

Siendo este el cartel, que nadie esperase una mesa redonda de esas donde los ponentes se suceden ordenadamente en el uso de la palabra. Las interrupciones entre Dragó, Insua y Villanueva fueron constantes, llegando a temer el moderador que alguno se subiera a la mesa, cogiese impulso y se agarrara a una de las enormes arañas del salón, para hacerse oír así por encima de los otros dos.

Lejos de escandalizarse con el carácter cimarrón de los participantes, el público del Círculo disfrutó enormemente la hora y media que duró el coloquio. Quizás porque se oyeron cosas hace tiempo silenciadas. Para empezar, el título elegido por Milenio: “Córdoba romana antes que musulmana”. A pesar de ser el señalamiento de una obviedad histórica, los días previos hubo quien se hizo cruces en redes sociales y otros foros. Y eso que no asistieron a la charla. De asistir, habría que haber llamado a un exorcista.

De izquierda a derecha: Fernando Díaz Vllanueva, Fernando Sánchez Dragó, Gonzalo Altozano y Pedro Insua

Sin negar su peso del Islam, la presencia del Islam en Córdoba y el resto de la península ha de entenderse como una interrupción de la continuidad histórica de España, de la que sí forman parte Roma y los visigodos. Esta podría ser la tesis del coloquio. Al Ándalus como ideal de civilización, como arcadia feliz, como destino vacacional, solo existe en los oscuros intereses de algunos, más no en el discurso de tres hombres libres y cultivados como Dragó, Insua y Villanueva, ni en los oídos bien informados de un público -el del Real Círculo de la Amistad el otro día- que parece no resignarse a que le den gato por liebre, mezquita por catedral.