Que no quiere tus piropos, dice muy seria una tipa que no sabes ni quién es. Que si micromachismos, sororidad y otras palabrejas que desconoces y que tampoco vas a investigar porque tienes una vida que vivir.
Y pone cara de asco para referirse a las palabras bonitas que un hombre puede dedicar a una mujer, pero también una madre a un hijo o a una hija. Una mujer a otra, e incluso, -oh, terror- a un hombre. Demostrando que no todos pueden apreciar la belleza, las cosas buenas, porque nunca las han visto de cerca. Que es fácil confundir la horterada con la educación cuando se carece de ella.
Que no y que no. Porque tus palabras amables cosifican. Agreden, dice. Como si la simple amabilidad pudiera ser un ataque, lo diga una ministra, un presidente o una que tan solo recibe una subvención. E insultan a quienes no desprecian el buen trato de los demás. Alienada, machista, e infinitas cosas más. Que no quiere tu piropo, te dice quien nunca lo merecería, una persona a la que no se lo dedicarías jamás. Y tú callas, piropeándola de esa manera porque si dijeras lo que se merece oír serías lo mismo. O por lo alucinado que estás. Y sonríes, porque a veces hay que reír por no llorar…