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El 31 de enero de 1578, el ejército de las provincias unidas de los Países Bajos comenzó a replegarse hacia Gembloux. Allí, la rebelión se había recrudecido desde el año 1573 y el nuevo gobernador, el ilustre don Juan de Austria, se apresuró a sofocarla. Bajo el mando del héroe de Lepanto y de Alejandro de Farnesio, los tercios españoles fueron en busca de las numerosas huestes rebeldes.

Allí, los españoles derrotaron con contundencia a los rebeldes. El propio Juan de Austria estimó las pérdidas del enemigo entre 6.000 y 6.500 hombres, mientras que las de los tercios no llegaron a alcanzar el centenar. En conmemoración de esa victoria, cada 31 de enero se celebra como el Día de los Tercios.

La difícil situación de los Países Bajos

En diciembre de 1573, el duque de Alba abandonó los Países Bajos para retornar a España. Desde que encabezó su expedición de castigo en 1567, encargada por Felipe II para doblegar a los rebeldes capitaneados por Guillermo de Orange, había gobernado allí las diecisiete provincias bajo control español. Sin embargo, la situación de control del veterano militar fue agravándose de forma progresiva hasta que estalló una revuelta en Flandes en 1572, tras la conquista de la ciudad holandesa de Briel el 1 de abril, tal y como indica Álex Claramunt Soto en Es necesario castigo (Madrid: Desperta Ferro, 2023). La rebelión se extendió con presteza a lo largo de los Países Bajos.

El sustituto de Alba fue el que había sido comendador mayor de Castilla, Luis de Requesens y Zúñiga. Pese a estar cerca de una victoria militar sobre los rebeldes orangistas, los atrasos en el pago de las soldadas desde 1575 causó que las tropas comenzaran a amotinarse. De especial gravedad fueron los episodios en los que los soldados realistas saquearon la ciudad de Alost el 25 de julio de 1576 -plaza que había permanecido leal a Felipe II durante todo el conflicto-. Sin embargo, el episodio de mayor gravedad fue el Saco de Amberes. La ciudadela de Amberes estaba defendida por Sancho Dávila, ayudado por Julián Romero, y cuando fue atacada por las huestes de las Provincias Unidas se libraron combates por toda la ciudad. Las consecuencias de este combate, tras la toma al completo de la ciudad por los realistas, en el que se destruyeron más medio millar de edificios, y el posterior saqueo, contribuyeron a alentar la leyenda negra antiespañola durante el siglo XVI.

La llegada de Juan de Austria y la victoria en Gembloux

Con la muerte de Requesens, Felipe II había encomendado a don Juan de Austria el gobierno de las provincias de los Países Bajos. Este se encontró con una situación desfavorable para la Monarquía española: las negociaciones de paz en Gante de noviembre de 1576 habían causado la expulsión de las tropas realistas de las provincias como consecuencia de los episodios de Amberes.

No obstante, las hostilidades no tardarían ni un año en reanudarse y Felipe II optó por reemprender una política de pacificación a través de la espada y someter a los rebeldes orangistas. Así, a finales de 1577, ya se estaba gestando el enfrentamiento en Gembloux, llegando incluso don Juan de Austria a solicitar a Felipe II la persona de Alejandro de Farnesio, quien fue el más hábil militar de su generación. Incluso para ese conflicto, el papa Gregorio XIII publicó una bula al modo de las Cruzadas en la que otorgó la remisión de los pecados a todo el que sirviera bajo la bandera de don Juan de Austria. Para ello, le envió un estandarte en el que se había estampado la inscripción “In hoc signo vici turcos, in hoc haereticos vicam”.

Así, el 31 de enero de 1578, don Juan de Austria lanzó a los tercios españoles sobre el ejército de los estados en Gembloux, con intención de liberar a la ciudad de Namur del ataque al que se había visto sometida. Esa era una plaza amurallada a la que el ejército de las Provincias Unidas se estaba replegando, algo que don Juan de Austria vio como una oportunidad para asestarles un contundente golpe. El camino entre Namur y Gembloux era difícil debido a que discurría por un valle y se encontraba embarrado debido a las lluvias.

Con los arcabuceros a caballo en vanguardia, seguidos por los lanceros con sus picas en ristre, Alejandro de Farnesio encabezó la caballería, tomó junto a los tercios el flanco de los soldados de las Provincias Unidas y les atacó con tal arrojo y contundencia que causó que el ejército de las Provincias se desorganizara y huyera en desbandada. Poco más de 2.000 hombres estuvieron bajo las órdenes de Farnesio y las bajas de los soldados realistas no superaron, según Albi de la Cuesta, las veinte bajas. Por el lado de las Provincias Unidas, algunos autores elevan la cifra hasta las 10.000 bajas, pero la cifra no bajaría de los 4.500.

La aplastante victoria en Gembloux, en lo que Julio Albi de la Cuesta ha calificado como el “ejemplo del potencial del arma” de los tercios españoles, en el que aniquilaron al ejército de las Provincias en hora y media, causó el pánico entre las Provincias Unidas. Ello favoreció la pacificación de la zona y dio a los españoles, durante otro periodo de tiempo, la supremacía allí. Así, la acción aquel día de los tercios españoles ha causado que el 31 de enero se celebre el Día de los Tercios, en conmemoración de la que fue una de las mejores unidades de Europa de la Edad Moderna.