Pemán está de moda paradójica gracias a las leyes de memoria histórica que lo condenan al olvido. El escritor gaditano que, en vida gozó de un gran predicamento público, estaba un tanto esquinado, hasta que, gracias al empujón del revanchismo, los políticos de España y, más concretamente, los de su patria chica se han empeñado en cancelarlo. Esto, que en lo familiar e incluso en lo social y político, puede haber resultado doloroso y, en cualquier caso, desagradable, en lo literario ha generado un interés renovado por su obra. Han quitado bustos de teatros y de jardines, nombres de calles y de colegios y hasta arrancaron de su casa natal una placa en la que se conmemoraba su nacimiento.
De una manera inversa y gozosamente proporcional, se ha hablado de él en prensa, se han reeditado libros, se le han dedicado jornadas públicas, se han hasta filmado documentales, se han publicado libros y se ha despertado el interés de los jóvenes lectores, como se puede comprobar en las redes sociales. Alguien que escribió sátira social (véase su novela De Madrid a Oviedo pasando por las Azores) no dejaría de reírse de este tiro por la culata de los fanáticos de la damnatio memoriae.
La ocasión resulta inmejorable, por tanto, para subsanar un doble olvido: el de su figura y, especialmente, el de su genio, que salen inesperadamente de una precipitada sepultura. Señor de su ánimo, la novela de 1948 que ahora reedita Homo Legens, es una de sus obras que mejor puede conectar con el público joven y, en general, con el lector contemporáneo; y que, encima, por su tema y por su tono, más irritará a los revanchistas cuyo malhumor tan buenos réditos le está dando.
Hay variados motivos que hacen de la lectura de Señor de su ánimo una inmejorable puerta de entrada a Pemán.
PEMÁN EL NOVELISTA
La primera razón es obvia. Se trata de una novela, que es el género popular por antonomasia. Por mucho que el escritor privilegiase su poesía y aunque, en efecto, esta merece una antología inteligente y una defensa sutil, la novela tiene más pegada. El gran público se deja llevar por el argumento y esta obra lo tiene muy bien traído.
José María Pemán está, además, excepcionalmente dotado para la narración, como demuestran sus muchos poemas narrativos y que un número considerable de sus mejores artículos son pequeños relatos construidos sobre una anécdota.
De las novelas que escribió, Señor de su ánimo es la más puramente novelesca. La más famosa De Madrid a Oviedo pasando por las Azores funciona como un rabioso e hilarante panfleto político. En su explícito prólogo, el autor da razón de su amargura. Se escribió en 1933, y se acababa de proclamar la República. El Pemán monárquico reacciona y se revuelve. Con risas y hasta risotadas, sí, pero sin perder la perspectiva profética: «Estamos en la iniciación de una nueva Edad Media. El mundo se ha gastado todos los ahorros de sensatez y prudencia de muchos siglos escolásticos. Si el mundo ríe ahora, es con risa de trasnochador y borracho que vuelve tarde a casa a recogerse… Aligeraos los que queráis hacer todavía humorismo, porque pronto va a ser ya otra vez hora de hacer Metafísica».
Pemán predica con el ejemplo. La metáfora esencial es ese viaje pretendidamente ultramarino (¡a las Azores!) pero para llegar apenas a la vuelta de la esquina. Ese destino parecía el de España en 1933 y Pemán, mordiéndose los puños de impotencia, se ríe por no llorar. Por el camino, nos deja que riamos con él (al precio de aceptar el punto de acíbar). El sarcasmo es una carcoma que corroe la República… y la novela. Los personajes son retratados con voluntad de epigrama.
Señor de su ánimo, en cambio, se publica en 1948 con el ánimo perfectamente enseñoreado por la victoria y también por los años que ya han pasado de ésta. Se trata de una narración sin urgencias políticas ni anímicas, firme y serena. No es humorística, sino épica. No tiene pruritos vanguardistas, sino empaque clásico. Los personajes, sin dejar de ser arquetipos, se alzan a personas.
ENTENDER ESPAÑA
También es un acierto la publicación ahora de esta novela por razones políticas. La historia se desarrolla en los años anteriores al estallido de la Guerra Civil y el lector contemporáneo asiste con sorpresa a la vertiginosa incubación, entre irresponsabilidades y resentimientos, de que aquel momento trágico. Esto tiene importancia para el lector medio porque llevamos muchos años en que se nos vende un adanismo del 36, como si nada hubiese pasado antes de esa fecha en la Historia de España.
Para entender España también hace falta nuestra historia milenaria, y la, mítica, sin las que tampoco se puede entender ningún episodio más o menos cercano de nuestra vida nacional. En consonancia con ambas historias, José María Pemán no se anda por las ramas y hace que su personaje principal exponga su propio credo, donde se evocan ambas esencias: «Hay un breve reportorio de cinco o seis cosas —Dios, la Patria, el padre, el rey, el honor— que caen inevitablemente del mismo lado. Están unidas y ligadas; como que son la gran alianza de energías y verdades antiguas que han hecho nuestro mundo. Es casi imposible tocar una de ellas sin tocar a las otras».
NOBLEZA DE ESPÍRITU
Relacionado con este breve repertorio, el tercer punto que hace apasionante a Señor de su ánimo es su condición de ensayo implícito, desde su propio título, sobre la nobleza de espíritu. En todo Pemán hay unas evidentes querencias aristocráticas, muy irónicamente llevadas, todo hay que decirlo. Fue una lástima que Adolfo Suárez bloquease la intención real de concederle un título nobiliario, que no sólo había merecido, sino que él habría adornado.
En su literatura, su perfil aristocratizante, como es lógico, se expone casi siempre en forma de suave parodia o a través del humor más irónico o, ya en sus artículos, con una entonación peculiar y reconocible, en una perspectiva sutil o tras un ocasional y juguetón dropping names. No tiraré yo la primera piedra. Sin embargo, en esta novela se hace un análisis en profundidad de lo que significa ser noble. «Señor de su ánimo» es talmente un título nobiliario al que todos podemos aspirar y que el personaje protagonista, como verá el lector, lleva con toda conciencia y consecuencia. Además, se analizan, a través de tantos otros personajes, las obligaciones y las tentaciones que tiene la aristocracia en todas sus manifestaciones: la de sangre, la militar, la de la tierra, etc.
Se habla de la elegancia sin los usuales y, en el fondo, apologéticos devaneos oscarwildeanos: «La bondad sencilla y la inteligencia seria eran dos elegancias nuevas, inéditas para Patricia». Ella, por su parte, regala otra lección: «Se sentía con la suficiente personalidad para ser clásica en sus gustos y disidente de la moda».
UN ANÁLISIS DEL MATRIMONIO FELIZ
La última razón por la que recomiendo vivamente esta novela es por su tratamiento del amor, en toda la gama de sus dimensiones. Desde las pasiones fatales a la conyugal, pasando por el enamoramiento auténtico y el noviazgo formal. Desde este tiempo nuestro, tan superficial, que mezcla churras con merinas, se agradece esa mirada amable a la hondura de las relaciones entre el hombre y la mujer.
Pienso que no me dejo llevar por mis propensiones conyugales cuando afirmo que su análisis del matrimonio feliz es uno de los grandes valores de esta novela. Con cuánta emoción se nos expone aquí el siempre complejo cocktail de atracción, amor, simpatía, orgullo mutuo y exigencia moral que implica cualquier matrimonio corriente. El casamiento baja del Cielo, como la mortaja, según nuestro sabio refranero, pero exige una labor constante, como se nos advierte explícitamente: «El matrimonio, como una buena cosecha, es premio a la labranza del hombre… pero es primero regalo de Dios».
Pemán alguna vez se asombró de lo poco que se tenía en cuenta Señor de su ánimo en los recuentos del panorama literario de su tiempo, cuando había sido un gran éxito de ventas. Naturalmente, Homo Legens aspira legítimamente a reeditar aquel éxito de ventas; pero la editorial, que tiene un espíritu combativo desde su impulso fundacional, aspira –más allá de los balances– a que los lectores salgan de la lectura quijotescamente contagiados de señorío.