Bella de noble abolengo, clásico espíritu y alegres modales. Pieza clave en la castiza indumentaria campestre, aunque, hoy día, al ser una prenda —como dirían los esnobs— resiliente, no es difícil encontrarse teba con teba junto a cierto caballero de ciudad. Ejerce, en nuestras conciencias, como una embajadora diaria de ese mundo que amamos y que se marchita ya, por los caminos de la posmodernidad. Su concepción, existencia y subsistencia constituyen una historia de hidalguía y entereza que, con estas modestas palabras, trataré de relatar.
Don Carlos Alfonso Mitjnas y Fitz-James Stuart, Conde de Teba y de Baños y Grande de España. Era conocido familiarmente como Bunting, mote cariñoso que deriva de la canción Bye baby bunting que le cantaban sus niñeras en su infancia de cuna, al haber advertido estas su temprano interés por la caza.
Nació en el año 1907 en su finca familiar de La Ventosilla (Toledo), donde a sus dieciséis años comenzó a participar en importantes ojeos de perdices. Durante su adolescencia, —habiendo dedicado más horas al tiro que a los estudios— cazaba junto al rey Alfonso XIII, quien le profesaba una gran admiración, por considerar al joven Bunting como el mejor tirador de pichón de España. Su palmarés así lo corrobora: siete campeonatos nacionales, un campeonato europeo y otro del mundo.
Relatos de la época lo corroboran
Don Roberto Medem Sanjuán autor del libro 100 años de perdiz en ojeo relata:
«Fue durante el gobierno de Franco cuando Teba tendrá sus mejores jornadas. El 24 de octubre de 1954 en “La Cepilla”, con 15 cazadores se cobran 3.419 perdices. El conde de Teba tiene su mejor día: 448 perdices con ¡643 cartuchos! El 8 de noviembre de 1956 alcanza su récord en un puesto, con una línea de 12. Es en el ojeo “Las Breñas” de “El Fontanar” (al este de Sevilla): mata 194 perdices ¡y se quedó sin cartuchos!
En acuáticas, otra de sus grandes pasiones, también consiguió cifras que actualmente en España son totalmente impensables. En las marismas del Guadalquivir cobra 626 patos (1966) y 182 ánsares en “Las Nuevas” (1964).
Este es un breve resumen de un gran aficionado que todos los que tuvimos la suerte de cazar con él recordamos con admiración y cariño».
El Conde de Teba fue, sin duda, una de nuestras primeras y mejores escopetas, uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos, llegando a ser premiado con la Medalla de Oro al Mérito Deportivo en el año 1964, distinción que ya había logrado internacionalmente.
El origen de la teba
En el año 1935 contrajo matrimonio con Elena Verea Corcuera en París. Allí, su esposa se convertiría en una de las musas de Balenciaga. Por su parte, él, —entusiasta cazador y concienzudo agricultor— contra todo pronóstico, pasará inopinadamente a la historia emparentado a la prenda de vestir más puramente española: la teba.
Durante una cacería, el rey Alfonso XIII le obsequió con una chaqueta inglesa que, siendo más cómoda y versátil que las habituales de la época, permitía un vestir elegante y de corbata. Como toda historia que se precie existen varias versiones sobre el origen de la prenda. Hay quien dice que fue su esposa quien, al ver que el Conde se desenvolvía mejor con su nueva chaqueta durante los Tiros de Pichón de Igueldo encargó a María Sorreluz Múgica, costurera de Zarauz, la confección de una chaqueta semejante a la inglesa, pero con ciertos detalles personales. Hay otros que dicen que fue el propio Conde quien, al apreciar la comodidad y ligereza de la prenda que le había regalado Su Majestad, ordenó a Bel —su sastre de Barcelona— que le reprodujese a medida más chaquetas de ese tipo, introduciendo en ellas pequeñas modificaciones. Sea como fuere, lo que es indudable es que el Conde de Teba es quien ostenta la paternidad de la chaqueta.
Hablamos de una prenda de caza desarmada; sencilla y fresca; de lana suave y ágil; de hombros y puños camiseros; solapas sin muescas; cierre abotonado y sin aperturas traseras; tres bolsillos de parche, de los cuales uno se encuentra en el pecho y los otros dos —amplios y con tapilla, ideados para albergar la munición— sobre la cintura. Sus características se adaptan perfectamente a las tendencias actuales, que apuestan por el desahogo y la desestructuración en detrimento de la rigidez propia de las americanas convencionales.
Genuina prenda de orígenes campestres, herencia de uno de nuestros mejores. Las modas pasan, el viento cambia y la chaqueta teba, pese a su aparente disconformidad con la modernidad, se erige en este nuestro mundo contemporáneo como el santo y seña del buen vestir. Es la aportación española, por antonomasia, a la moda universal masculina.