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Entre las glorias que brindó la era de la exploración, las gestas de Colón suelen, como es debido, llevarse el mérito mayor. Aquel 12 de octubre significó la creación de una raza, la civilización de miles de pueblos y el inicio de una hermandad de más de 500 millones de personas que perdura hasta hoy. Con tan memorable hazaña, las proezas de otros grandes exploradores a veces permanecen ocultas tras las bambalinas de la historia. En el afán de rescatar una de ellas, hoy traemos al escenario la del pacense Vasco Núñez de Balboa. Sin la gesta de Balboa de 1513, el Imperio Español jamás se hubiera extendido al punto de no ponerse el sol sobre sus tierras. Sin Balboa, España no habría liderado la primera globalización.

EXPLORADOR Y POLIZÓN

Vasco Núñez de Balboa

Antes del último viaje de Colón en 1502, ya había un consenso entre las potencias que lo que había descubierto el genovés era, de hecho, un nuevo continente. Este hallazgo dio luz verde a un sinfín de exploraciones, entre ellas la de Rodrigo Galván de Bastidas.

Bastidas, veterano navegante del Segundo Viaje, partió en 1501 desde Cádiz en una expedición que lo llevaría a recorrer las costas de lo que hoy es Venezuela, el río Magdalena en Colombia y a descubrir el istmo que cambiaría por siempre la historia del Imperio: Panamá. Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Vasco Núñez de Balboa acompañaron a Bastidas en esta travesía.

Luego de su aventura con Bastidas, Balboa se estableció en la isla de La Española. Tras empresas fallidas y un mar de deudas tuvo que huir precipitadamente en 1509. Su escape es leyenda entre los países del Caribe Hispano. Se dice que, junto a su fiel perro Leoncico, Balboa se escondió en un tonel y se embarcó como polizón en la expedición que emprendía Martín Fernández de Enciso a Colombia. Balboa fue descubierto poco después de zarpar, pero su conocimiento del litoral colombo-panameño serviría a Enciso para defender San Sebastián de Urabá, un pequeño (y el único) bastión español en esa parte del Caribe, de los constantes ataques de tribus violentas.

Balboa sugirió mudar el fuerte a una posición más estratégica, un poco más al norte en Darién, donde ya había asentamientos y gobernaba Diego de Nicuesa, quien se encontraba desaparecido. Tras ganarle la batalla al rebelde cacique Cémaco, Balboa y Enciso fundan una nueva ciudad: Santa María la Antigua del Darién, la primera ciudad española en tierra firme.

CRUZANDO EL ISTMO

Los ciudadanos de Santa María la Antigua nombraron a Balboa alcalde y luego gobernador de facto. Desde esta posición, el extremeño encomendaría más exploraciones del territorio y formaría amistades con líderes nativos. Cuenta la leyenda que tuvo un romance con la india Anayansi, la hija del cacique Careta, quien rindió tributos a la corona y se convirtió al cristianismo tras ser vencido por el pacense.

Otros indios amigos, Comagre y su hijo Panquiaco, presentaron un día a Balboa con mil pesos de oro y joyas. La repartición codiciosa del obsequio entre el liderazgo de la ciudad extrañó a los indios. Al ver tan miserable escena, Panquiaco espetó, «si es tanta vuestra ansia de oro, que por ella desamparáis vuestra tierra y venís a inquietar las ajenas…os mostraré yo donde podáis a manos llenas contentar ese deseo…Para ello os conviene ser más en número de los que venís, porque tenéis que pelear con reyes poderosos, que defenderán vigorosamente sus dominios. Hallaréis primeramente un cacique muy rico de oro, que reside a distancia de seis soles, luego veréis el mar…allí encontraréis gentes que navegan por él en barcas a remo y vela, poco menores que las vuestras, y esta gente es tan rica, que como y bebe en vasos hechos de ese metal que tanto codiciáis».

Balboa comprendió lo que hasta entonces eran rumores. Había más allá de donde estaban un mar que permitiría llegar a Oriente.

Acompañado del leal Panquiaco, el cronista Fernández de Oviedo, y casi 200 hombres, el 1 de septiembre de 1513 Balboa se aventura a través de las espesas selvas del Istmo de Panamá. Batallaron contra indios, cruzaron ciénagas infestadas de alimañas y soportaron las fiebres y el calor de la jungla tropical. El día 25 de la travesía, desde una cordillera, Vasco Núñez «antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban» avista una extensión de agua interminable. «Allí veis, amigos, el objeto de vuestros deseos y el premio de tantas fatigas. Ya tenéis delante el mar que se nos anunció, y sin duda en él se encierran las riquezas inmensas que se nos prometieron».

Vasco Núñez encomienda a un Francisco Pizarro divisar la ruta para bajar hasta la ribera. Cuatro días después, Balboa—en sus mejores galas—se arrodilla ante la nueva mar, pasa el agua entre sus labios y comprueba la sal. Había cruzado el Istmo y encontrado el acceso hacia Oriente. Balboa había descubierto el Mar del Sur. Con la imagen de la virgen en mano y con la bandera de Castilla en la otra, el pacense explorador, polizón, alcalde y gobernador proclama «Vivan los altos y poderosos reyes de Castilla: yo en su nombre tomo posesión de estos mares y regiones; y si algún otro príncipe, sea cristiano, sea infiel, pretende a ellos algún derecho, yo estoy pronto y dispuesto a contradecirle y defenderlos».

EL INICIO DE NUEVAS HAZAÑAS

Maqueta de la antigua Ciudad de Panamá

El descubrimiento del Mar del Sur en Panamá abre al Imperio Español la puerta no solo de Oriente, sino la del Sur. En 1519, Pedrarias Dávila (el eventual suegro—y verdugo—de Balboa) funda la Muy Noble y Leal Ciudad de Panamá, la primera ciudad del imperio—o de cualquier otra potencia—en la costa pacífica del continente.

Desde Panamá, partieron las expediciones a Perú en 1532 y se abrieron las rutas comerciales terrestres al Caribe con el Camino del Rey y el Camino de Cruces. Gracias al descubrimiento de Balboa, se abrieron las famosas ferias de Portobelo y Nombre de Dios, orgullo de España y envidia de los piratas. Fue la gesta del pacense la que en 1524 llevó a Carlos V a ser el primero en idear una ruta acuática que conectara el Atlántico con el Pacífico.

EL LEGADO DE BALBOA

En la primera década del Siglo XX, el liderazgo criollo panameño cedió la soberanía del país y la construcción y el control del Canal de Panamá, a cambio del apoyo norteamericano para su independencia de Colombia. El pueblo panameño, soberanista por naturaleza, resistió las pretensiones e influencias coloniales del vecino norteño desde que se firmó aquel ruin tratado de 1903.

Ante las injerencias políticas y culturales estadounidenses, para preservar la tradición y el alma nacional—indudablemente y para siempre unida a la Madre Patria—el presidente Belisario Porras encomendó la construcción de un monumento que reivindicara la historia de la Patria y sus más grandes gestas. «Deseamos que la estatua de Balboa se erija en Panamá, sitio donde será saludada eternamente por las banderas de todas las naciones y por los hombres de todas las razas para que ella constituya algo así como un símbolo en solidaridad de la raza y motivo de júbilo para los panameños».

Balboa se alza orgulloso en la avenida que lleva su nombre frente a la Bahía de Panamá, la puerta de entrada del Canal en el Pacífico.

Panamá ha logrado resistir la red negrolegendaria en América. La figura de Balboa continúa siendo exaltada por los panameños en su moneda (a pesar de ser una economía dolarizada, a la moneda se le llama el ‘balboa’) e incluso en una de sus cervezas más populares.

510 años después, la memoria y el legado del pacense permanecen vivos dentro de esa hermosa intersección entre la historia y la leyenda.