La película que bate récords de taquilla ha generado una conversación pública de lo más contradictoria, pero, más allá de las seducciones del espectáculo, aflora un rostro inquietante del feminismo
‘Barbie’ no sólo ha sido un éxito de público -convirtiéndose en la película más taquillera dirigida por una mujer- sino que también ha generado una conversación pública sin equivalente. Las primeras críticas se limitaron a resaltar su condición feminista, pero luego surgieron otras que la presentaron poco menos que como lo contrario, o que hallaron en la obra de Greta Gerwig significaciones religiosas, o incluso una visión pro familia y conservadora. Aparentemente estamos ante una película que lo soporta todo, por lo que quizás convenga volver a Barbieland y recapitular dentro de este marasmo de sobreinterpretaciones.
Lo primero que hay que reconocer es que ‘Barbie’ es un buen espectáculo que recupera de forma inesperada el género del musical, cuando parecía imposible de desenterrar, y que cuenta con un brillante aparataje escenográfico y de coreografía, amén de canciones pegadizas y resultonas. Es, por tanto, un producto original en el contexto de unas salas de cine dominadas hasta ahora por las películas de acción y superhéroes. Una obra que nos muestra el poder seductor de Hollywood a máxima potencia. Es importante destacarlo porque no sólo de discursos vive el hombre, y sería difícil entender el éxito de ‘Barbie’ sin este factor.
Más allá de esto, y más allá de sus explícitos discursos sobre el patriarcado opresor, el injusto reparto de poder en el mundo y su visión victimista de la condición femenina, ¿qué es lo que cuenta ‘Barbie’? O mejor, ¿qué otras realidades revela, de forma quizás inesperada, acerca de ese feminismo al que se adscribe? Vamos a iniciar un viaje que, a buen seguro, nos deparará sorpresas.
I. Violencia y rabia
Desde el minuto uno, en lo que podemos considerar el prólogo de la película, nos encontramos un feminismo de rostro violento y rabioso, encarnado en esas niñas que -tras descubrir a Barbie- destrozan con saña las muñecas bebé con las que habían jugado hasta ese momento. El poder turbador de la escena es innegable y podríamos decir que es un arranque que deja al espectador en shock. Su tono paródico -recrea al inicio de ‘2001. Una odisea del espacio’, de Stanley Kubrick- no mitiga en modo alguno la rabia y violencia que expresa. Y eso por no hablar de la posibilidad cierta de interpretar la escena como metáfora y apología del aborto.
II. La Diosa frente al Dios Padre
En esa misma escena vemos a una Margot Robbie de tamaño gigantesco que se nos presenta como la más nítida encarnación de la Diosa, la mujer endiosada, la antítesis de lo que había sido hasta ahora la figura referencial femenina por antonomasia, la Virgen María. Parece lógico que quienes pretenden demoler el edificio construido en torno a la figura del Dios Padre busquen sus referentes en lo que se cree, (o se imagina) que pudo haber antes: un universo en el que las deidades femeninas quizás eran prevalentes.
Definir este movimiento de viaje al pasado como reaccionario se queda muy corto: estamos hablando de una vuelta atrás de no menos de setenta siglos. Con todo, lo verdaderamente relevante es la radical desaparición de la figura paterna, o su encogimiento. El único padre que aparece en ‘Barbie’ parece un buen hombre, pero bastante insustancial.
Pero ‘Barbie’ no está sola en el retorno a la Diosa: la literatura que trata esta cuestión ha crecido desde que Robert Graves (‘Yo Claudio’) escribiera en 1948 ‘La Diosa blanca’. Hoy, el ensayo de referencia es ‘El mito de la diosa’, de 2005, a cargo de Anne Baring y Jules Cashford. Ahora bien, sería injusto olvidar la lectura crítica de este fenómeno que el analista Jesús González Requena lleva años desarrollando en conferencias y escritos.
III. Un mundo ginocéntrico
El mundo de ‘Barbie’ es ginocéntrico: un mundo de mujeres, para mujeres y en el que los hombres no cumplen ninguna función, más allá de participar en alguna de las fiestas eternas que definen un universo entregado a lo puramente lúdico. Se me dirá que es lógico, dado que la película trata sobre muñecas, que son juguetes de uso casi exclusivo por las niñas. Pero en ‘Barbie’ nada es sólo literal; todo permite una doble lectura. Incluso podríamos decir que la alienta. Y, en cualquier caso, lo revelador es que muy pocas críticas de la película hayan mostrado extrañeza por este universo ‘sólo para mujeres’, en el que se dicen unas a otras lo maravillosas que son cada minuto del día. A poco que se piense bien, sin embargo, no es tan difícil entender por qué tantos ven este escenario con cierta normalidad: a fin de cuentas, en muchos de los productos culturales que nos bombardean, el protagonismo femenino es creciente, incluso abrumador, mientras el masculino se diluye en un protagonismo menguante.
IV. Un mundo androfóbico
Es el reverso lógico de lo anterior. En ‘Barbie’ todos los hombres son tontos, inútiles, pueriles, e inmaduros emocionalmente. Hay una única excepción: el Ken, de Ryan Gosling, que es todo esto, pero también algo más, aunque de eso hablaremos más adelante. Si uno piensa en los varones de ‘Barbie’, incapaces de hacer la ‘o’ con un canuto, resulta difícil imaginar cómo la humanidad habría podido protagonizar una transformación tan vigorosa como la que se vivió en los siglos ‘del patriarcado’, en los que hemos pasado del nomadismo a internet.
Pero hay otra opción. Quizás la película de Gerwig no realiza una impugnación global, quizás tan sólo habla de los hombres del presente. Vista así, su parodia resulta mucho más interesante, y ácida, pues nos estaría mostrando la decadencia y desorientación que sufren muchos varones hoy, al ver que no tienen ningún papel claro en la vida. A ello hay que añadir las consecuencias de una castración simbólica que priva a muchos e cualquier carácter, personalidad o valor singular, incluso entre quienes ocupan puestos de poder. La película parece ser consciente de que reírse de esta fragilidad masculina puede generar rechazo, e incorpora una escena final con la que intenta arreglarlo, cosa que logra sólo a medias. A fin de cuentas, las chicas de Barbieland siguen sin saber qué hacer con los hombres, ni qué lugar darles en su sociedad.
V. Sólo Ken es capaz de amar
Esta es una notable peculiaridad de la película, una auténtica brecha en el discurso general, porque, después de todo, es Ken el personaje más humano, el único que es capaz de salir de sí mismo y amar. El único que desea (a Barbie) y que sufre por no verse correspondido. En un mundo de seres vacíos y sin sustancia, sólo Ryan Gosling es reconocible como persona, por su capacidad de salir de sí mismo. Pero, lamentablemente, la película no le da más salida que el individualismo más feroz. Barbie no le alienta a buscar otra pareja, a intentar el amor en otra parte, sino a cultivar su personalidad: sé tú mismo, busca lo que realmente quieres. De este modo, Gerwig ahoga uno de los pocos atisbos de genuina humanidad de su obra.
VI. Supremacismo, no igualdad
Sorprende que ‘Barbie’ haya sido recomendada como película para fomentar los valores de la igualdad de género porque en la obra no se menciona la palabra igualdad en ningún momento. Esto es especialmente llamativo dado el empeño que el feminismo institucional pone en ella. Pero lo más sorprendente es lo poco que esta circunstancia ha sido comentada, o censurada, por críticos o espectadores, que quizás estén más familiarizados de lo que pensamos con la idea de que las mujeres deben detentar el poder, todo el posible. Es coherente con ello que el feminismo problematice la escasez de mujeres en las carreras ‘stem’, pero no haga lo propio con la escasez de hombres en educación, enfermería o sanidad. De la praxis política feminista podría decirse aquello de: “Lo mío es mío y lo tuyo a medias”.
VII. Ser mujer es poder ir al ginecólogo
Aunque la película fue muy celebrada durante la pasada campaña electoral por dirigentes de la izquierda que defiende que ser mujer es sentirse mujer, lo cierto es que la película se apunta con escasa ambigüedad a la idea de que mujer es aquella persona que tiene genitales y aparato reproductivo femenino. Como refleja la escena final, ser mujer es poder ir al ginecólogo, lo cual seguramente pueda interpretarse como transfóbico, conforme a los parámetros de la nueva doctrina LGBTi.
VIII. Maternidad, al final, sí
Es difícil no ver la contradicción que existe entre la escena inicial, que plantea que ser mujer es mucho más que ser madre, y la final, con el colofón de los títulos de crédito, donde parece sugerirse justo lo contrario, con una lluvia de imágenes de madres e hijas de distintas edades. A fin de cuentas, el ginecólogo se ocupa, sobre todo, del aparato reproductivo y, por tanto, de la posibilidad de concebir. Este es uno de los momentos en los que la película aparta la ideología para aterrizar en la verdad. El anhelo de maternidad es una realidad contra la que no se puede luchar.
¿Tiene sentido sacar conclusiones generales de una película concreta como ‘Barbie’? Desde luego que sí. Precisamente por su éxito arrollador, debemos dar por hecho que su relato y su discurso conectan con el marco mental mayoritario, pues, de otro modo, el éxito habría sido menor, y el rechazo entre los espectadores progresistas mainstream, más relevante. Esto es lo que convierte en significativas películas como ‘Barbie’, y lo que quizás explique la abundancia de conversación pública que generan. Precisamente por su éxito, el discurso que la película plantea no representa únicamente las opiniones de Greta Gerwig, sino una corriente general mayor y significativa. De otro modo, hay que insistir en ello, no estaríamos ante un récord de taquilla tan espectacular.