Skip to main content
Breve historia de la mili

Jura de bandera de reclutas el 23 de septiembre de 1973. | Ricardo Rodríguez Pastrana

 

El Presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha anunciado la implantación de un servicio obligatorio vinculado a la defensa nacional y de un mes de duración para los jóvenes de su país.

En España, donde se suprimió la mili en 2001, la Constitución lo permitiría. En su artículo 30, proclama que los españoles «tienen el derecho y el deber de defender a España», establece que «la ley fijará las obligaciones militares de los españoles» y añade que «podrá establecerse un servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general».

Por tanto, sería legal el restablecimiento del servicio militar obligatorio, así como la introducción de un tipo de servicio civil. Pero, ¿sería posible? ¿Y para qué?

De la aceptación a la protesta en tres décadas

En 1960, según la I Encuesta de Juventud, realizada por el Instituto de Opinión Pública, que luego, en democracia, se rebautizaría como CIS, el 80% de los jóvenes varones se identificó con la siguiente afirmación: «No me gustaría alegar nada para librarme del servicio militar».

Sólo 35 años después, y según el mismo CIS, otro 80% de los jóvenes españoles tenía una opinión negativa de la ‘mili’ en distintos grados y quienes la habían cumplido tenían peor opinión de las Fuerzas Armadas españolas que antes de entrar en el cuartel. Además, había más de 300.000 objetores de conciencia declarados y otros miles de insumisos, tanto a la mili como a la prestación social sustitutoria.

Cuando el Gobierno del PP suprimió el servicio militar obligatorio, todos los partidos, incluso el PSOE, y por supuesto los nacionalistas, eran partidarios de su desaparición.

La impopularidad de la mili en España contrasta con lo que ocurre en otros países europeos. En 2013, se celebraron sendos referendos en Austria (país ocupado por los Aliados hasta 1955) y Suiza (que no ha participado en una guerra desde mediados del siglo XIX) para suprimir sus servicios militares obligatorios por otros voluntarios. En ambos casos, los votantes rechazaron la propuesta.

Desfile militar en Tui (Pontevedra). | Contando Estrelas

Más guardias civiles que soldados

Las Fuerzas Armadas españolas tenían en 2016 poco más de 60.000 efectivos, según el Ministerio de Defensa: 33.886 en el Ejército de Tierra; 10.445 en la Armada; 12.305 en el Ejército del Aire; y 4.066 en los Cuerpos Comunes (jurídico, sanidad, música…). La Guardia Civil disponía ese año de 86.206 miembros, que también se incluyen en Defensa.

Aunque a muchos les parecerá pequeño un ejército de 60.000 militares, poco más puede hacerse con los presupuestos de que se dispone. La reducción de los fondos ha sido constante desde hace años por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Marinao Rajoy. Y, aunque EEUU exige a sus aliados de la OTAN dedicar el 2% del PIB a Defensa, en 2017 el presupuesto del Ministerio español no alcanzó los 6.000 millones, un 0,92% del PIB; encima, más del 70% de ese presupuesto se gasta en personal.

Si se reintrodujese el servicio militar, ¿de dónde saldría el dinero para mantener a la nueva tropa?

Un invento liberal

En España, el servicio a las armas ha oscilado entre voluntario y obligatorio. Los repobladores cristianos obtenían tierras y fueros, pero tenían que estar dispuestos a empuñar las armas para defenderse de las razzias de los moros. Los famosos Tercios fueron siempre de recluta voluntaria. En momentos de necesidad, como otros países, se alistaban vagos y maleantes.

El primer Borbón, Felipe V, introdujo en España los métodos de reclutamiento de Francia, que entonces era el país más militarizado de Europa. En 1696, poco antes del estallido de la guerra de Sucesión española, Luis XIV tenía un ejército de 396.000 hombres. En Francia había más soldados que eclesiásticos y casi un francés adulto de cada cuatro vestía uniforme.

En 1704, mientras combatía para mantenerse en el trono frente al archiduque Carlos y la Gran Alianza, el rey Felipe instituyó una nueva unidad orgánica, el regimiento, que sustituyó a los Tercios, y estableció que uno de cada cinco jóvenes -los quintos-, escogidos por sorteo, sirviesen en el ejército.

El reclutamiento universal nación con la Revolución francesa. Esta disolvió en 1789 el Ejército Real y la Guardia Real, vinculados a la Corona por lazos de lealtad y honor, y en los que abundaban los extranjeros, como los suizos. Apareció así el primer ejército nacional, nutrido, obligatoriamente, por los ciudadanos. El régimen revolucionario tuvo que amenazar con grandes castigos a las familias para que entregasen sus jóvenes al Estado.

En España, la Constitución de 1812 fue la que estableció el servicio militar universal y obligatorio. Según su artículo 9, «Está asimismo obligado todo español a defender la Patria con las armas cuando sea llamado por la ley».

Las siguientes Constituciones liberales unieron en el mismo artículo el tributo de sangre y el tributo de oro al Estado. Por ejemplo, la de 1876 en su artículo 28: «Todo español está obligado a defender la Patria con las armas, cuando sea llamado por la ley, y a contribuir, en proporción de sus haberes, para los gastos del Estado, de la provincia y del municipio».

La republicana de 1931, tan añorada en ciertos ambientes políticos, daba al Estado la potestad de reclamar a los españoles varones (las mujeres estaban exentas) sus personas: «El Estado podrá exigir de todo ciudadano su prestación personal para servicios civiles o militares, con arreglo a las leyes» (artículo 37).

Cuarteles en vez de escuelas

Aunque las Constituciones y las leyes de reclutamiento (como la de 1837) enunciaban un servicio militar obligatorio, la realidad es que no se cumplió. Hasta la última guerra carlista (1872-1876), las provincias vascas estuvieron exentas de las quintas. Y se permitía la redención en metálico del servicio, es decir, que el llamado a filas pagase a un sustituto, lo que implicaba que los ricos libraran a sus hijos de la mili. Había compañías de seguros, algunas vinculadas a políticos, que ofrecían a las familias una póliza para pagar uno de estos desdichados que sustituyeran a su hijo.

La ley de 1912, aprobada por el Gobierno de José Canalejas, mantuvo el soldado de cuota, que aunque ya no eximía del servicio permitía la reducción del tiempo en el ejército. Canalejas justificó así la extensión del servicio militar, que entonces duraba tres años, a todas las clases sociales: «Lo creemos una gran escuela de disciplina legal, de civismo, de respeto a la legalidad y de amor al derecho«.

El soldado de cuota duró hasta 1936. La verdadera universalización del servicio militar en España la realizó el franquismo, mediante una ley de 1940 que suprimía las cuotas y muchas otras exenciones. Para los estudiantes universitarios, se implantó la Milicia Universitaria, que les permitía cumplir el servicio militar como sargentos o alféreces de complemento.

En esos años, las Fuerzas Armadas españolas alcanzaron su mayor tamaño en tropa y oficialidad, debido, primero, a las consecuencias de la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la lucha contra el maquis y, después, por la universalización del reclutamiento y al crecimiento de la natalidad. En cuanto a material, en una primera etapa provenía de la Guerra Civil o bien era de fabricación alemana; y, después de los Acuerdos con Estados Unidos, empezó a ser de este país.

Reclutas en el campamento Sidi-Buya (El Aaiún). | Emilio Rey Coronado

La única campaña militar exterior en que participó este ejército fue la de Ifni (1957-1958), en la que el alto mando empleó tropas de conscriptos para luchar contra marroquíes.

Más que como fuerza de proyección exterior del poder propio, el Gobierno español empleaba su ejército con otros fines. Por ejemplo, la alfabetización de la población masculina. Testimonios personales de oficiales sostienen que había compañías en que más de la mitad de los reclutas no sabía leer ni escribir. Una vez erradicado el analfabetismo en el Ejército, el paso siguiente fue organizar en los años 60 cursos de cultura general, ampliación de estudios y formación profesional.

En esos años de Guerra Fría, prácticamente en todos los países había ejércitos (salvo Costa Rica, que lo abolió en 1948) y el servicio militar era obligatorio.

Reducción de tiempo en filas

En 1976, el número de nacimientos en España fue de 677.459 (en 2016, fueron menos de 410.000), de los que 349.232 correspondieron a varones. Esa fue la quinta más numerosa.

En los años siguientes, los gobiernos de UCD y, sobre todo, del PSOE (1982-1996) se dedicaron a reducir el número de efectivos y modernizar (palabra mágica) tanto el material militar como las doctrinas de defensa.

Una curiosidad. La Ley Orgánica de 1980 que regulaba los criterios básicos de la defensa nacional y la organización militar, recogió el carácter obligatorio del servicio militar, pero sólo para los varones. Aunque la Constitución ordenaba que no hubiera discriminación alguna por sexo, las mujeres quedaban expresamente excluidas. Las feministas no protestaron entonces.

En las elecciones de 1986, el CDS, el partido de Adolfo Suárez, propuso la reducción de la mili a tres meses. Empezó la subasta. Y en 1992 la mili pasó a durar nueve meses. Un chiste decía que la mili futura duraría tres días: uno para ir, otro para estar y el último para regresar.

A principios de los 90, cuando se había derrumbado el Pacto de Varsovia, en la OTAN sólo había cuatro países con reclutamiento voluntario: EEUU (desde 1973), Canadá, Reino Unido (desde 1960) y Luxemburgo. En España, un acuerdo parlamentario aprobado en 1991 enunciaba el propósito de contar con un ejército mixto, de recluta obligatoria y voluntaria, de entre 140.000-170.000 militares, la mitad de ellos profesionales.

La primera guerra de Irak (1990-1991) cambió la estructura de las Fuerzas Armadas de todos los países desarrollados. Se pasó de la conscripción a la profesionalidad. En mayo de 1996, Francia, inventora del ejército de recluta obligatoria, anunció por boca de su presidente, Jacques Chirac, que lo abandonaba. En España, la protesta social y los pactos políticos aceleraron la transformación.

El PP de José María Aznar se había presentado a las elecciones de marzo de 1996 con un programa para reducir el tiempo de servicio a seis meses y aumentar hasta 70.000 el número de soldados profesionales. El pacto con CiU para formar Gobierno incluyó la abolición de la mili.

Soldados de 1.000 pesetas al mes

Años después, cabe pensar que los gobiernos tanto franquistas como democráticos no se tomaron en serio la mili ni el concepto de Ejército en que se apoyaba por el trato dado a los reclutas. Los últimos quintos cobraban un haber en mano de poco más de 1.000 pesetas (6 euros) al mes y nunca funcionó una reserva verdadera para los licenciados del servicio militar, que legalmente permanecían en ella hasta los 34 años de edad.

La reserva voluntaria se instituyó tan tarde como 2003 y por imposición de la OTAN. En países que se toman en serio sus Fuerzas Armadas, su defensa y sus militares, los ministerios activan a los reservistas periódicamente y los entrenan con nuevas armas y tácticas. Suiza, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido… Disponen de miles de ciudadanos que han recibido instrucción militar y se han comprometido libremente con las FAS. En España, la reserva, que superó las 6.000 personas, es, según fuentes de los reservistas, ignorada y maltratada por el Ministerio. La mayor prueba es la desaparición en 2008 de la Oficina General del Reservista.

La gran paradoja es que, a la que vez que se nos dice desde el Gobierno que no hay amenazas exteriores, la utilización de las Fuerzas Armadas es cada vez más frecuente en las rimbombantes misiones de paz, en las que suelen fallecer militares.

Cuando el Gobierno de Felipe González redujo la mili a nueve meses para todas las armas, algunos militares dijeron que era un tiempo insuficiente para entrenar a los soldados. Un almirante declaró que en nueve meses un marinero no aprendía ni a defenderse a sí mismo.

¿Qué aprenderían entonces los jóvenes en un mes de mili 2.0? ¿Primeros auxilios, uso de fusiles, manejo de drones? ¿O es que de nuevo los gobernantes quieren usar a los Ejércitos para que les solucionen problemas, como la indisciplina, la desaparición de la conciencia nacional, el miedo, o el pesimismo, generados en otros lugares?