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Charles Fletcher Lummis (1859-1928) fue un enamorado de la cultura hispánica. Un americano al que se le ha descrito como carismático, ambicioso, excéntrico, descarado, obstinado, arrogante e inquieto. Los que han dedicado tiempo a estudiar su figura coinciden en que era un magnífico contador de historias. No obstante, a Lummis no se le daba bien contar historias sin antes vivirlas.

Nació en Massachussets en el seno de una familia relativamente acomodada.  Estudió en Harvard y fue compañero de promoción de un tal Theodore Roosevelt, que tiempo después acabaría siendo presidente de los Estados Unidos. Compartió con él la afición al boxeo y a otras actividades deportivas. Ambos eran grandes atletas.

No sabemos cuando el pequeño Lummis tuvo el primer flechazo con en el periodismo; pero no con ese trabajo que consiste en permanecer sentado horas en una redacción. El pequeño Chas -como luego firmaría-  era un hombre de acción.  Ya había demostrado que se desenvolvía con cierta soltura en el campo de la escritura. Su afición le llevó a abandonar las clases en Harvard para pulir su talento trabajando como periodista en Ohio. El Este, con sus calles urbanizadas y su vida tradicional pronto se le quedó pequeño al joven Lummis. Por eso puso rumbo al salvaje Oeste, con el firme objetivo de vivir grandes aventuras.

Una caminata que bien valió un puesto de redactor

En 1884, persuadió a Los Angeles Times para cubrir 3.500 millas (unos 5.700 km.) desde Ohio hasta el sur de California, una caminata a modo de peregrinación que completó en 143 días. Semanalmente, mientras cruzaba paisajes de todo tipo, fue mandando al periódico una crónica de su azarosa travesía. Llegó incluso a romperse un brazo. Impresionado por su iniciativa, el Times, que era un modesto periódico que vivía un rápido crecimiento, le dio a Lummis un puesto permanente. Hay que señalar que por entonces Los Ángeles era un pueblecito de unos 12.000 habitantes.

Lummis llegó a ocupar el puesto de editor en jefe. Trabajaba y trabajaba con diligencia. Algunas noches se conformaba con dormir un par de horas. Y de tanto trabajar su cuerpo dijo basta. Sufrió una hemiplejía que le paralizó medio cuerpo y le afectó al habla. Con una firmeza admirable trató de reponerse. Se trasladó a Nuevo México, donde convivió unos años con los indios pueblo, tiempo que aprovechó para estudiar sus costumbres y tradiciones, además de aprender su idioma. La experiencia de estos años la noveló tiempo después en ‘My friend Will’ (1894), testimonio en el que narra cómo poco a poco recuperó el habla y la agilidad de sus miembros.

Fue un viajero infatigable. Admiraba al misionero español fray Junípero Serra, que al igual que él sufrió varios percances (una herida mal curada le dejó cojo el resto de su vida) recorriendo los áridos paisajes del Oeste americano. Eso no le impidió seguir haciendo kilómetros. Durante sus viajes por Nuevo México, la Alta California y el Perú, quedó impresionado al encontrase con indios hospitalarios, educados, limpios, que vivían en casas hechas de adobe y que construían iglesias.

Cacique Bautista Chivira, con su mujer y su hija: Lupe Chivira y Rafaelita (1892). | CHARLES F. LUMMIS

Elogios a la labor colonizadora de los españoles

Lummis trabó con los lugareños amistades que durarían toda la vida y se dio cuenta de que esa cultura no la habían heredado de sus antepasados ingleses, sino que era fruto de las misiones españolas, las misiones de su admirado fray Junípero. Pero antes que fray Junípero otros franciscanos, jesuitas y dominicos, se habían esparcido a lo largo y ancho del Nuevo Mundo, mucho antes, huelga decir,  de que  los antepasados sajones de Lummis arribasen a la costa este de América del norte en el Mayflower.

Durante su estancia en Nuevo México no dejó de escribir. A New Mexico David and Other Stories and Sketches of the Southwest (1891), Some Strange Corners of Our Country (1892), The Land of Poco Tiempo (1893) y The Spanish Pioneers (1893).

En ‘The Spanish Pioneers’, Lummis absuelve a los españoles de los cargos de crueldad hacia los indios y señala constantemente la buena actitud de los españoles al tratar con los nativos americanos, en contraste con el trato otorgado a los indios por los colonos ingleses y el Gobierno de los Estados Unidos. Atraído tanto por la cultura india como por la hispanoamericana, Lummis se tuvo que enfrentar a un importante dilema al escribir sobre la conquista: obligado a elegir entre la colonización española y la inglesa, eligió la española.

El espíritu humanitario de los españoles

Interior de ‘El Alisal’, casa-museo de Charles F. Lummis.

«Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles –casi tan notable como la misma exploración- es el espíritu humanitario y progresivo que desde el principio hasta el fin caracterizó a sus instituciones. Algunas historias que han perdurado, pintan a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular debiera avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes era incomparablemente más extensa, más comprensiva, más sistemática, y más humanitaria que la de Gran Bretaña, la de las colonias y la de los Estados Unidos todas juntas. Aquellos primeros maestros enseñaron la lengua española y la religión cristiana a 1.000 indígenas por cada uno que nosotros aleccionamos en idioma y religión. Allá por 1575 -un siglo antes de que hubiera una imprenta en la América inglesa- se habían impreso en la ciudad de México muchos libros en 12 diferentes dialectos indios, siendo así que en nuestra historia sólo podemos presentar la Biblia india de John Eliot; y tres universidades españolas tenían casi un siglo de existencia cuando se fundó la de Harvard. Sorprende por el número la proporción de hombres educados en colegios que había entre los exploradores; la inteligencia y el heroísmo corrían parejas en los comienzos de colonización del Nuevo Mundo».

Lummis estaba aportando datos enormemente novedosos. Estas tesis arraigarían de manera indeleble en muchos historiadores del siglo XX, en ambos lados del charco. Lummis es por tanto uno de los autores más citados por los desmitificadores de la leyenda negra española.

Los conquistadores españoles lograron hazañas extraordinarias con todo en contra. La simpatía de Lummis por los que luchan y prosperan en la vida probablemente hizo que se viera muy identificado con esos intrépidos aventureros que ensancharon el mundo conocido, y de ahí su entregada adhesión al lado español.

La única revista que el presidente Rossevelt tenía tiempo de leer

En 1894 regresó a Los Ángeles. Adquirió una parcela y la llamó ‘El Alisal’ donde se construyó una casita rústica de piedra (hoy se visita como museo). Uno de los roles más significativos que desempeñó fue el de editor de una pequeña pero influyente revista:  The Land of Sunshine. En su concepción fue una publicación cuyo principal objetivo era alabar el sur de California con la esperanza de estimular los negocios de la zona. Lummis asumió el cargo de editor en 1895. Bajo la tutela de Lummis, The Land of Sunshine mejoró notablemente. Los artículos sobre historia local y arqueología fueron reemplazando a las noticias de negocios. Los lectores poco a poco tomaron conciencia del patrimonio cultural del sur de California y del resto del suroeste americano. Todo ello a través de artículos sobre artistas de la zona,  poemas, cuentos y ensayos literarios. A medida que la revista cobró importancia comenzó a expandir su alcance geográfico por todo el oeste, culminando con un cambio de nombre en 1902. La revista pasaría a llamarse  Out West y en ella se ensalzarían los valores culturales del oeste en contraposición a los del este. Publicó a autores todavía desconocidos y a autores consagrados de la talla de Joaquin Miller, John Muir o Jack London. Entre los suscriptores de la revista se encontraba su antiguo compañero en Harvard, Teddy Roosevelt, que siendo presidente llegó a confesar a Lummis que era la única revista que tenía tiempo de leer.

Ejemplar de The Land of Sunshine, fundada por Charles F. Lummis.

Mr. Lummis estableció un grupo en favor de los derechos de los indios denominado Liga Sequoya, en honor al conocido líder Cherokee de principios del siglo XIX, quien desarrolló un alfabeto escrito para el idioma. Luchó contra la Oficina de Asuntos Indígenas de los EEUU y se carteó con el presidente Roosevelt, para que el Gobierno cambiase su forma de operar. Encontró un hogar para un pequeño grupo de indios que habían sido desalojados de su propiedad en el área de Palm Springs, California. La Liga Sequoya comenzó una batalla contra el agente indio Charles Burton, acusándolo de imponer un «reino de terror» al pueblo hopi en Oraibi. Este tipo había exigido a los hombres hopi que se cortasen la melena, una práctica ancestral con un significado espiritual. Lummis fue acusado de exagerar el caso contra Burton arruinando una recepción en la Casa Blanca. Sin embargo, la presión social posterior consiguió revertir la política de corte de pelo.

Lummis fundó también el Landmarks Club, con el objetivo de salvar a las misiones de California de la «decadencia y el vandalismo» que habían dejado muchas construcciones en un estado ruinoso. Como primer presidente del club, contribuyó con sus ahorros a la causa y prestó las páginas de The Land of Sunshine para una importante campaña de recaudación de fondos durante los años 1896 y 1897. Lummis y sus colegas tuvieron bastante éxito en sus esfuerzos, consiguiendo restaurar  las misiones de San Juan Capistrano, San Fernando, Pala y San Diego y ayudando a preservar varios sitios históricos menos significativos.

Fundador del Southwest Museum de Los Ángeles

Lummis dejó Out West en 1905 para convertirse en el bibliotecario de la biblioteca pública de la ciudad de Los Ángeles por cinco años. Aunque le achacaron no tener la preparación suficiente en gestión administrativa, superó con creces las objeciones de los más críticos. Aumentó considerablemente el fondo de la biblioteca. También mejoró los sueldos del personal e hizo algunas mejoras arquitectónicas.

En 1907 Lummis fundó en Los Angeles el Southwest Museum, para el que donó una extensa relación de libros sobre la colonización española y su valiosa colección de objetos arqueológicos hispano-americanos. Los fondos para levantar el museo vinieron de la Southwest Society, una asociación cívica fundada por él. En 1914 el museo se mudó del centro de Los Ángeles al monte Washington, y a día de hoy ahí permanece.

Durante todos estos años no dejó de escribir. Sus obras de madurez más importantes son ‘Pueblo Indian Folk-Stories’ (1910),  ‘Mesa, Cañón and Pueblo’ (1925) y ‘A Bronco Pegasus: Poems’ (1928). También conviene destacar por su interés ‘Spanish Songs of Old California’ (1923), una colección de canciones tradicionales españolas del Oeste americano. Colaboró, asimismo, con instituciones tan prestigiosas como la Enciclopedia Británica y la Americana, y con algunos periódicos.

Se ha dicho que Lummis no era un gran escritor, aunque en algunos de sus ensayos se acerca a la excelencia. Su trabajo con demasiada frecuencia muestra signos de la prisa con la que se escribió. Tuvo una vida muy ajetreada y varios de sus escritos parecen haber sido concebidos bajo la presión de los plazos. Lummis tuvo tiempo para ser muchas cosas a la vez: periodista, historiador, novelista, etnólogo, arqueólogo, explorador, fotógrafo, poeta, hispanista, bibliotecario, filántropo, fundador de sociedades y museos, activista en favor de los derechos de los indios…

En una de sus cartas llegó a decir: «Mi pluma no es muy buena sin mis piernas. Debo correr y ver, de otra manera no tengo nada sobre lo que escribir».