Los moderados dijeron que Pedro y Pablo se calmarían una vez que hubieran exhumado a Franco de la tumba en la que lo mandó enterrar el rey Juan Carlos, por muy testarudos que hubieran sido los benedictinos. Pues ya vemos que no ha sido así. El Gobierno de socialistas y comunistas ahora anuncia la desacralización del Valle, la demolición de la mayor cruz del mundo, la expulsión de los monjes…
Para amparar semejante acto, la izquierda lleva años difundiendo una sarta de mentiras sobre el Valle de los Caídos, establecido para la reconciliación de las dos Españas.
A continuación desmontamos algunas de ellas.
1. “Se trata de un mausoleo para Franco”.
La mentira principal es que Franco hizo levantar el Valle como su mausoleo, tal como si fuera un faraón. La verdad es que el general no planeó ser enterrado en la basílica. Él y su esposa compraron un panteón en el cementerio del Pardo, donde reposa ésta. Fue el Gobierno de Arias Navarro, aconsejado por los servicios de información (el SECED) quien decidió trasladar el cuerpo al Valle. A todo correr se excavó un hueco detrás del altar mayor de la basílica, con las dificultades de que se hallaron cables y hasta una corriente de agua. El sucesor de Franco a título de rey, Juan Carlos de Borbón, en uno de los primeros actos de su reinado entregó el cuerpo de su protector al abad en un documento que se conserva.
El decreto-ley de 23 de agosto de 1957 que estableció la fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos enunció la finalidad de la obra: “la erección de un magno monumento destinado a perpetuar la memoria de los Caídos en la Cruzada de Liberación, para honra de quienes dieron sus vidas por Dios y por la Patria y para ejemplo de las generaciones venideras”. Añadía que “ha de ser, en consecuencia, el Monumento a todos los Caídos”.
2. “Murió un número incontable de trabajadores en las obras”.
Hasta 27.000 muertos aseguró en letra impresa un exaltado que había causado la obra del Valle; todos ellos, antiguos soldados republicanos. El médico Ángel Lausí, otro de los presos que redimió pena por el trabajo en el Valle, declaró a Daniel Sueiro que los fallecido a causa de las obras fueron exactamente catorce. También explicó que a los enfermos y heridos graves se les trasladaba en ambulancia o en los coches de las empresas constructoras a Madrid. Todos los trabajadores, libres o presos, cobraban un sueldo y estaban cubiertos por los seguros de accidente y enfermedad. Después de cumplir su pena, Lausín, que atendió incluso numerosos partos en Cuelgamuros, obtuvo una plaza en el ambulatorio de San Blas (Madrid). El primer médico fue el doctor Carlos Mingote Eguiagaray, que tras ser condenado en 1938 a 30 años de reclusión quedó libre después de un cumplimiento efectivo de cinco años. Sin embargo, pidió permanecer como profesional libre en el Valle; murió prematuramente en junio de 1944.
Ante los datos innegables de la baja mortandad en una obra que duró entre 1940 y 1958, los enemigos del Valle aseguran que hubo muchas más por heridas causadas en las obras y por el polvo de granito respirado, pero no dan ningún dato.
3. “Los presos eran esclavos”.
El esclavo trabaja según los deseos de su dueño y sin amparo a su vida, por lo que la situación de los encarcelados en España en el siglo XX no tiene nada que ver con la esclavitud. El Frente Popular, que fue el primero en regular los campos de trabajo obligatorio mediante un Decreto de 26 de diciembre de 1936, impuso que los condenados por delitos de rebelión, sedición y “desafección al régimen” trabajasen en “obras de utilidad pública” por el tiempo de su condena. No estableció un sistema de retribución ni de redención de penas por el trabajo. En cambio, el Gobierno franquista aprobó el Decreto nº 281, de 28 de mayo de 1937, en el que se regulaba el “derecho al trabajo” y además se fijaba un salario de dos pesetas diarias (de la que una y media se destinaba a alojamiento y manutención); si el preso tenía esposa que residía en la zona nacional sin medios de vida o bienes propios, el salario se aumentaba a cuatro pesetas; y se añadía una peseta más por cada hijo menor de quince años.
Al año siguiente, una Orden Ministerial de 7 de octubre de 1938 fijó el sistema de redención de penas por el trabajo y la condonación de días de cárcel por días de trabajo, además de insistir en los salarios que percibirían los presos y las cotizaciones a los seguros de vejez, invalidez, enfermedad y paro. Es decir, los presos políticos del franquismo tenían derechos sociales de los que hoy carecen miles de falsos autónomos. Los trabajadores del Valle llegaron a redimir hasta seis días de condena por día trabajado, que encima se calculaba con manga ancha.
4. “Era un campo de concentración”.
Comparar el campo de trabajo del Valle de los Caídos con los campos de exterminio alemanes es tan repulsivo como los izquierdistas que se ponen un triángulo rojo para hacerse pasar por víctimas de los nazis. En la obra había una escuela para niños a la que asistían los hijos de los trabajadores, tanto los libres como los presos, de los funcionarios encargados de su vigilancia y hasta de los encargados de las obras. El director de la escuela fue Gonzalo de Córdoba, otro preso. Se permitían las bodas de los presos y la administración asignaba viviendas especiales a los matrimonios. También se celebraban primeras comuniones y bautizos, tantos de estos últimos que se pidió a Madrid una pila bautismal. Los presos encargados de la cocina podían ir andando a los pueblos cercanos a hacer compras de suministros. Los domingos muchos de ellos marchaban a San Lorenzo de El Escorial y los alrededores a pasar el día libre. Las ventanas de los barracones no tenían rejas. Con este régimen, las fugas eran frecuentes. Durante varios años se registró una media de una fuga al mes.
5. “Costó una fortuna que se obligó a pagar a los españoles vía impuestos”.
El periodista José María Calleja afirma en un libro que entre 1940 y 1959, el Estado gastó en torno a 5.000 millones de pesetas en la construcción del Valle. Pero según la liquidación final presentada por el interventor general del Estado en 1961, costó casi la quinta parte: 1.159 millones de pesetas.
La financiación de la descomunal obra se realizó mediante los donativos hechos a la Suscripción Nacional (entre quienes desembolsaron dinero estuvieron Alfonso XIII, su esposa Victoria Eugenia y el hijo de ambos, el infante Juan de Borbón) durante la guerra y en los años posteriores, y mediante un sorteo anual de lotería. El decreto-ley de 1957 estableció que la recaudación del sorteo del 5 de mayo o el del sábado más próximo a ese día, que hasta entonces se había destinado a la reconstrucción de la Ciudad Universitaria de Madrid, se aportase a las obras y después a la Fundación de la Santa Cruz.
La Asociación de Defensa del Valle de los Caídos calculó que entre 1990 y 2012, el lugar recibió a doce millones de visitantes, quienes, sólo por la venta de entradas y el uso del funicular mientras funcionó, dejaron un ingreso superior a los 44 millones de euros. Este dato no ha sido ni desmentido ni confirmado por Patrimonio Nacional.
Desde luego, el Valle de los Caídos ha costado menos a los españoles que cualquiera de los aeropuertos, autopistas de peaje y líneas ferroviarias de alta velocidad sin tráfico construidos en los últimos años.