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Si tienes una edad, te sonará su nombre: Claudio Biern Boyd. Lo leías en los títulos de crédito de tus dibujos animados favoritos de la niñez: Ruy, D’Artacán, Willy Fog, David El Gnomo… También te sonará la productora de todas esas series: BRB Internacional. La fundó Biern Boyd en 1972, con otros dos socios. Empezaron gestionando los derechos en España de las producciones de Hanna Barbera y la Warner Bros: Tom y Jerry, Marco, The Muppets, La Abeja Maya, Vickie El Vikingo, La Pantera Rosa… Lo siguiente fue la distribución de otras series de éxito de la época, como Mazinger Z y Tom Sawyer… Finalmente, en 1980, Biern Boyd y sus socios en BRB se atrevieron con producciones propias, en colaboración con estudios japoneses, para televisiones de todo el mundo. En España se emitieron en TVE, en cuya web las puedes encontrar.

¿Harto de que tus hijos te pidan, una y otra vez, la Patrulla Canina? ¿Y más harto todavía de no encontrar ninguna otra serie de dibujos que consideres adecuada para su edad? Te recomendamos las siguientes. Para ti, supondrá un chute de nostalgia en vena; para ellos, un mundo nuevo por completo.

Ruy, el pequeño Cid

Si ya es difícil reconstruir la vida pública del Cid, imaginemos sus primeros años, cuando era un zagal que soñaba con ser buen vasallo de un buen señor y ya suspiraba por la pequeña y hermosa dama de sus pensamientos: Jimena. Así lo imaginó Biern Boyd en este Cantar de Mio Cid animado y apto para la gente menuda de la EGB (¡y también de la ESO, insistimos!). Cada capítulo arrancaba con la inconfundible voz en off del actor Claudio Rodríguez narrando el contexto histórico en el que se desarrollaban las aventuras de Ruy. Porque la serie contó con el debido asesoramiento académico. Todavía así, hubo quien se quejó en carta al director de El País -a quién si no- de que los dibujos no reflejaran la supuesta convivencia pacífica de las tres culturas. Ay, los progres: cómo nos gusta lo que les disgusta.

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Dartacán y los tres mosqueperros

En esta ocasión, Biern Boyd adaptó para la pequeña pantalla el clásico de Alejandro Dumas. Y lo hizo con una licencia, más que poética, antropomórfica: el protagonista, sus camaradas de armas (Amis, Dogos, Pontos), la bella Julieta, el malvado Richelieu y el resto del reparto -salvo Pom, un ratón- eran de la raza canina. Por eso el título de la serie: D’Artacan y los Tres Mosqueperros. Convencidos estamos de que si a nuestra edad no nos hemos rendido del todo al cinismo -y motivos no han faltado- es por el espíritu que animaba los dibujos, explicitado al comienzo de cada capítulo: “Esta serie pretende a través de sus divertidos personajes resaltar dos virtudes que nunca se deben olvidar: el honor y la amistad”.

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La vuelta al mundo de Willy Fog

En esta ocasión, el autor y la serie versionados fueron Julio Verne y La vuelta al mundo en 80 días. De nuevo, los protagonistas eran animales con forma, pensamientos y sentimientos humanos. Willy Fog era un león; Rigodón, un gato; Tico, un hámster (¡un hámster andaluz!); Dix y Bullie, un sabueso y un bulldog; el malvado Transfer, un mixto de perro callejero y lobo salvaje; el brigadier Corn, un ciervo; y Romy, una pantera. Qué cosas: Romy se presentaba en la sintonía de inicio como “dulce y fiel” y en uno de los episodios Willy Fog la salva en el último momento de ser sacrificada a la diosa Kali. O sea, que ella era cualquier cosa menos una empoderada y a él se la traía al pairo la multiculturalidad. Por cierto: uno de los personajes de la serie, Ralph, reportero del Morning Chronicle, despertó en algunos de nosotros la vocación periodística. Cada fin de mes lo lamentamos: debimos haber aspirado a ser uno de esos caballeros elegantes, ociosos y rentistas del Reform Club, sin nada mejor que hacer que esperar a ver cómo Willy Fog fracasaba en su empeño de dar la vuelta al mundo en 80 días.

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David, el Gnomo

Otro clásico adaptado, en esta ocasión, un clásico contemporáneo: El libro secreto de los gnomos, escrito por Will Huygen e ilustrado por Rien Poortvielt. El protagonista, David, era un gnomo siete veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre de buen humor, como se cantaba en la sintonía de arranque. Sus viajes por el mundo -por el mundo de los gnomos- a lomos del lobo Swift o transportado por una bandada de pájaros, nos mostraban la flora y fauna de cada lugar, todo muy documentado, igual que en el resto de producciones de Biern Boyd y BRB Internacional. Hasta los más malos de la clase, esos que se sentaban en la fila trasera del autobús, lloraron en el último episodio, el de la muerte de David; otra cosa es que lo reconocieran. ¿Inspiró la serie a los comandos autónomos que en los 90 allanaban jardines particulares, para llevarse consigo las figuritas de los gnomos y liberarlas en los bosques?

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Las mil y una Américas

Esta serie nos pilló con más años que las anteriores. Tampoco mucho mayores, pero sí en BUP, con otros intereses que en EGB. Las discotecas light, por ejemplo, esos antros de mononucleosis infecciosa. Aún así, vimos algún episodio, los sábados después de comer. La producción formaba parte de los fastos del V Centenario del Descubrimiento. Pero no se centraba en los viajes de Colón, sino en la América precolombina, desde Alaska hasta la Patagonia. ¿Cómo recorrer una punta a otra del continente? Por medio de la imaginación. Cris, un pelirrojo de diez años, descubre en un baúl del desván un viejo libro de su abuelo, con la historia de los nativos americanos, su folklore, costumbres y creencias. Todo muy los Goonies.