No creo que exageremos mucho si decimos que Los Planetas son uno de los fenómenos más importantes de la música española de los últimos 25 años. Nacidos y crecidos en Granada, llevan más de dos décadas sorprendiendo con su sonido, llenando salas de conciertos, colocando sus discos entre los más vendidos y, sobre todo, labrándose una carrera que les ha permitido vivir de la música conservando su autenticidad, una de las principales claves de su éxito.
La música de Los Planetas ha acompañado en las últimas dos décadas a cientos de miles de jóvenes y a muchos ya no tanto. Y confieso que yo soy uno de ellos. Los escuché por primera vez en el verano de 1994, a mis 17 años, cuando un locutor de una emisora regional hablaba de un grupo andaluz que daría mucho de qué hablar. La canción: ‘Brigitte’. Recuerdo que me quedé petrificado al escuchar su sonido y la voz – casi imperceptible por entonces – de su cantante, Juan Ramón Rodríguez Cervilla, de nombre artístico Jota. En aquella ocasión no tenía a mano ninguna de mis cintas para grabar la canción, ya que en esos tiempos no teníamos internet, ni Spotify ni siquiera Napster. Pero no hubo que esperar mucho. A los pocos días, Jesús Ordovás en su programa Diario Pop, y Julio Ruiz en Disco Grande de Radio 3 destriparían una a una las canciones del primer disco de Los Planetas, ‘Super 8’, que después de más de 20 años sigue sonando tanto en mi tocadiscos como en mi iPhone con la misma frescura que por entonces. Además, la portada de ese disco, elaborada por el diseñador Javier Aramburu, se convirtió en todo un icono del movimiento ‘indie’.
Confieso que pocas cosas me unen a los integrantes de Los Planetas. De hecho, todo lo contrario. Empezando por su condición de culés plasmada en varias canciones; sus escarceos y su apología del consumo de narcóticos; hasta su simpatía por el comunismo (el sello discográfico fundado por Jota y que edita sus discos se llama ‘El Ejército Rojo’ en homenaje al ejército bolchevique de 1918). Por no hablar de la tabarra que dan con el flamenco y el rollo andalusí, de sus vídeos peñazo o cuando les da por hablar de filosofía en las entrevistas. Pero a pesar de todo ello, reivindico con orgullo mi condición de fan de Los Planetas.
Admiro muchas cosas de ellos. Lo primero, su música. Desde 1995 he tenido la oportunidad de verles en directo en más de 15 ocasiones y su actuación del pasado 7 de diciembre en el Palacio de los Deportes de Madrid ante 7.000 personas fue sin duda la mejor. El tiempo les ha convertido en músicos de primer nivel, con un sonido espectacular y un listado de temas que soportan muy bien el paso del tiempo, a diferencia de muchos otros grupos que, entrados ya en años y carnes, siguen tocando las canciones que en algún momento les hicieron famosos dilapidando poco a poco su dignidad. Pero Los Planetas no solo viven de las rentas, sino que siguen siendo capaces de producir nuevas y buenas canciones.
Admiro su coherencia. En los años 90, en plena eclosión de la música independiente, Los Planetas fueron de los pocos grupos que apostaron por cantar en español. Jota, autor de la mayoría de sus canciones, es un gran compositor capaz de escribir grandes letras sobre temas tan universales como cotidianos que plasman gráficamente el amor, el desengaño, el miedo, la soledad o la rabia.
La oscuridad siempre rodea a Los Planetas, tanto en sus composiciones como en su sonido. Es una de las señas de identidad que podemos encontrar en todos sus discos, donde siempre hay alguna canción de entre ocho y 10 minutos que además suele abrir sus conciertos. Es como una barrera que siempre ponen para alejar al público de oído fácil. Sus discos requieren normalmente varias escuchas, pero cuando se consigue superar ese muro que los propios artistas ponen te atrapan para siempre.
Con Los Planetas nunca sabremos si este será su último concierto o su último trabajo. Su trayectoria siempre ha sido una montaña rusa. Lo que sí sabemos es que su música forma parte de las vidas de sus seguidores y que probablemente nos gusta escuchar sus canciones porque en el fondo nos hace revivir lo que fuimos, lo que sentimos y lo que vivimos. En realidad, Los Planetas siempre han sido el sonido de la nostalgia.