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Cuando Willy Bárcenas no se hizo un selfie con nosotras, sus groupies

Foto de familia del concierto de Taburete y Hombres G en el WiZink Center el 28 de diciembre. | TABURETE

Hordas de adolescentes pijas alicatadas de Abercrombie y encaramadas a plataformas ortopédicas, cuarentonas separadas en busca de la juventud perdida, cuadrillas de veinteañeros de Puerta de Hierro, padres en custodia compartida, tíos enrollados, ‘peterpanes’ desfasados y cuatro incondicionales de Hombres G corearon el 22 y 28 de diciembre las estrofas del grupo revelación del año: Taburete, que si algo ha dejado claro es que en España hay pijos a montones, pijos sin complejos, pijos a los que no les importa lo que presuntamente haya robado Luis Bárcenas o si a su hijo Willy se le ha subido la fama más rápido que lo que tarda en subir un brick de Don Simón a un ex alcohólico en vías de rehabilitación.

Euforia on the rocks que terminó con dos fiestas privadas en dos de los garitos más elitistas de la capital: Florida Park y Fortuny.

Pero, ¿es Taburete a la música lo que antes fuera Sensación de Vivir a la televisión? ¿Tiene el grupo los días contados como afirman sus detractores? ¿Terminarán sus integrantes por engrosar las filas de juguetes rotos rescatados por Maria Teresa Campos en las tardes de domingo de Telecinco o terminaremos por ver a un Bárcenas con peluquín montando una nueva Década Prodigiosa junto al Canto del Loco, Café Quijano u Hombres G?

Más allá de los 27

No es difícil imaginar a Don Guillermo derrotado por sus excesos, sepultado entre botellas de Tequila y rodeado de groupies en el Hotel Ritz tras una noche de ‘joda’ (farra, en léxico taburetil) o eso es lo que quiere que pensemos de él el líder supremo del fenómeno musical, quien más allá de meterse en peleas, presumir como el peor de los Casanova de sus conquistas y dejar en evidencia a más de una heredera de la Jet Set, se atreve a compararse con Kurt Cobain, Janis Joplin o Jim Morrison asegurando haber superado la edad fatídica, los 27.

-Perdone, Don Guillermo, pero aún le queda mucho viaje.

Lo que nadie  puede negarle a Taburete es el talento de Bárcenas como ‘showman’. La cara más visible del grupo maneja las pulsiones del imaginario tradicional como nadie. Ante el estupor generalizado de los allí presentes elegía abrir el concierto con un villancico que desataba los histéricos alaridos de madres cuarentonas y padres separados en busca de contentar a sus cachorros fanáticos.

Un momento del concierto en el WiZink Center.

Buenrollismo irreflexivo

Y mientras la Virgen se peinaba y los peces bebían en el agua, ingentes cantidades de pubertos con carabina paterna se dejaban llevar por un espíritu convivencial sólo equiparable al que defienden los cursis en jornada electoral. Buenrrollismo irreflexivo, fomentado y patrocinado.

Con la concurrencia de mediana edad ya metida en el bolsillo el hijo de Bárcenas hacía un llamamiento a la rotura de platos colectiva y se tatuaba en directo con un rictus imperturbable que en ningún momento dejaba traslucir un ápice de dolor. Y como espectador de excepción de la bacanal barbilampiña un orgulloso Luis Bárcenas, quien cubata en mano y arropado por un numeroso grupo de amigos, disfrutaba en las gradas del triunfo de su retoño.

Padre e hijo redimidos gracias a la irreflexión hedonista que antes les condenó. Un Willy bebedor y canalla que ha conseguido convertir en fenómeno aspiracional la mala vida, algo sin duda paradójico si tenemos en cuenta que sus seguidores no tienen aún la edad legal para beber.

Noches de homenajes

Noches que se coronan homenajeando a Rocío Durcal y su Me gustas mucho y a José y Belén, los novios adolescentes fallecidos en un ascensor de Hermanos Becquer y a quienes Taburete dedicó uno de sus mejores temas de la noche.

¿Y qué pintamos las groupies en todo esto? Lo pintamos todo, sobre todo si tenemos en cuenta lo que dicen ellos mismos, que montaron el grupo para ligar más. Y tanto han ligado que han enamorado incluso a la nieta del Rey emérito, Victoria Federica, que consiguió visitarles en su camerino. Pero hoy no es Bárcenas el favorito de las fans. Como si se tratara de una película de serie B americana, el hijo del que fuera tesorero del PP, aún puede seguir contando con el favor de «las popus» -como ellas mismas se definen-, pero la gran masa, el grueso de sus fans, suspira ahora por Antón Carreño, el número dos del grupo, guitarrista y cofundador junto a Willy y siete años menor que el vocalista. Más tierno y cercano es quien conquista a la mayoría de las chicas, que ven en él al osito de peluche de su grupo favorito. Quizás porque él ha conseguido mantener los pies en la tierra, a pesar de haberse mudado junto a Willy a ‘Villajoda’, el piso que ha sustituido a la casa de Dron como centro de operaciones de la banda.

Un piso abierto a amigos y conocidos y lugar donde se celebran las fiestas del grupo, a las que suelen unirse sus padres. Y es ahí donde la fachada de Taburete empieza a resquebrajarse… ¿Unos roqueros desfasados que cierran garitos siempre escoltados por sus padres? ¿Son realmente Taburete los canallas que nos cantan en sus canciones o más bien se trata de un grupo de niños pijos que lo consultan todo con papá y mamá? Seguimos con  la impresión de que Taburete aún no han decidido qué quieren ser de mayores, como si todo esto se tratara sólo de un juego para acumular más likes en Instagram. Como si la misión final y real fuera entrar en un gran despacho de abogados o en una de las Big 4.

Unos cachorros con algo que decir

De momento, y sin garantías de continuidad, la suerte les sonríe y es la gallina de los huevos de oro a la que todos se arriman. De Rosario Flores a Pastora Soler, Bustamante, Café Quijano u Hombres G, todos quieren beber de las mieles del éxito de Taburete y les proponen duetos, canciones, giras, colaboraciones… Han sido aceptados por la comunidad musical, que tras meses de desplantes terminó por tener que reconocer que estos ‘cachorros de la corrupción’ tenían algo que decir o, al menos, algo que cantar, nominándoles como grupo revelación del año en la Gala de los 40.

Han entrado a formar parte de los grupos ‘mainstream’ y ya no hace falta encontrarse en el Barrio de Salamanca para escuchar sus canciones, sino que su reinado se ha extendido a Malasaña, por lo que no es raro ver a despistados que no saben lo que bailan mover sus caderas al ritmo de sus temas. Sin saber que quien les hace mover el esqueleto no es otro que el hijo del político que más portadas ha acaparado en los últimos años.

Una fórmula de éxito plagada de referencias cosmopolitas, elitistas y bohemias, de bakalas que desayunan en Embassy y viajes que recuerdan a una secuela de Resacón en las Vegas, antros de la noche madrileña, argot propio y canciones de amor en las que somos nosotras las que tenemos que conquistarles y ellos los que se dejan querer. De momento la fórmula funciona, su música suena bien y los espectadores responden.

Han conseguido lo que parecía misión imposible, hacerse con un nombre propio, dejar atrás su marchamo familiar y conquistar a gran parte del público español y sin embargo, como reza su canción con Café Quijano, es ahora cuando más tienen que hacerse perdonar. Enterrado bajo una sudadera de capucha y escoltado como una estrella del rock al grito de «Vámonos de ‘joda'», salía Willy Bárcenas del camerino, más divo que Queen o Madonna, evitando hacerse fotos con las fans que allí le esperábamos.