Se llama Richard Louv, es periodista neoyorkino y ha dedicado gran parte de su carrera profesional a documentar la relación de patologías infantiles como el déficit de atención o la obesidad con la falta de contacto directo con la naturaleza. Tranquilos, no nos encontramos ante ningún fanático de la Pachamama o un ecologista sandía, es decir, verde por fuera, rojo por dentro. Louv es alguien que ama sencilla y desapasionadamente la naturaleza. Su libro, ‘Los últimos niños en el bosque’, es un plan de acción para que padres, niños y comunidades reconquisten el terreno perdido de la vida al aire libre. A continuación, en forma de decálogo, un resumen de las propuestas de Louv.
1. ¿Quieres que tus hijos tengan una experiencia directa con la naturaleza? Nada mejor que predicar con el ejemplo. Pasa con ellos tiempo al aire libre. Está comprobado que la naturaleza tiene efectos benéficos en los niños. Y en los adultos, también.
2. No se trata de descender en canoa el Amazonas, escalar la cumbre del K-2 o recorrer a pie los 3.500 kilómetros de la ruta de los Apalaches. A veces el asombro permanece agazapado en el jardín trasero de casa, a la espera de que lo descubramos. Las posibilidades son casi infinitas: instalar un bebedero de pájaros, arrancar una porción de césped para plantar plantas autóctonas, construir un refugio para murciélagos…
3. De acuerdo. No todos vivimos en una casa con jardín. Muchos lo hacemos en núcleos urbanos. Aquí las posibilidades siguen siendo muchas: cada vez hay más edificios con huertos en los rellanos, las terrazas, las azoteas…
4. Para iniciarse en el noble oficio de observar las nubes basta el hueco de una ventana. La terraza de casa es un lugar tan bueno como otro para instalar una estación meteorológica. O para avistar aves urbanas. Aprovisiona a tus hijos de bolígrafos y blocs para que tomen nota de sus descubrimientos.
5. Se trata de que los niños tengan trato directo con la naturaleza. Por eso es recomendable adoptar la norma del día soleado. Si llueve o hace frío, no seas un sargento del cuerpo de marines y deja a tus hijos que vean la tele o jueguen a la Play. Pero no permitas que echen raíces en el sofá si afuera luce el sol.
6. No vale echarles de casa y luego regañarles por volver con rasguños en las rodillas y tierra en las uñas. Tampoco les abronques si vienen con los bolsillos llenos de insectos, gusanos, hojas o piedras. Anímales a tener un tarro donde volcar sus tesoros y poder observarlos en la tranquilidad de su cuarto.
7. Incluso el mal tiempo puede ser propicio para el encuentro con la naturaleza. ¿Cuándo mejor si no los días de lluvia para chapotear en los charcos, construir presas y diques en una acequia, hacer embarcaciones con hojas…? No es cuestión de meteorología, sino de llevar las ropas adecuadas.
8. Libros. Selecciona para ellos títulos que tengan como protagonistas a niños como ellos y cuyas aventuras se desarrollen al aire libre. Nada como devorar un buen libro de aventuras en una casa construida en un árbol.
9. Casas en árboles, sí. Y también fuertes y cabañas. Proporciónales los materiales necesarios: tablas, mantas, cajas, cuerdas, clavos… Pero que sean ellos los arquitectos y los albañiles.
10. Quizás tus hijos estén en esa edad en la que ven en ti a un gigante mitológico, un héroe de leyenda. Disfruta mientras dure porque llegará el momento en que les parezcas un tío palizas y solo quieran estar con amigos de su edad. Genial. Es el momento de apuntarlos a los scouts, al grupo de montaña del barrio, a un club de pesca…