De él dijo Camilo José Cela, en la presentación de uno de sus últimos libros, que no había «hecho otra cosa en la vida que equivocarse»; y es precisamente por eso, lo que Francisco Umbral llamó sus «continuas vitales, heroicas, líricas y generosas equivocaciones», por lo que «no habría que olvidar nunca a Ridruejo».
Dionisio, con el tuteo falangista característico, nació en Burgo de Osma, en Soria, y, como escribió Trapiello, «sedujo con su bondad e inteligencia a algunos de los hombres más inteligentes de su tiempo», pero también a «algunos de los más cucañistas».
Amigo de José Antonio, de su famosa corte literaria de poetas, contribuyó con algunos versos al Cara al Sol e hizo la guerra desde los despachos de la propaganda del bando nacional. Ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, la frustración producida tras la crisis ministerial de 1941, en la que el proyecto totalitario falangista que ansiaba para España fue sustituido por el proceso de afianzamiento del poder de Franco, le llevó a parir, junto a su amigo Ramón Serrano Suñer, el proyecto de la División Azul, al que se alistó como soldado raso junto a miles de camaradas.
Memoria azul
La aventura, casi suicida, quedó plasmada en Cuadernos de Rusia, una de sus más importantes obras, que, ochenta años después de aquel viaje, vuelve a las librerías en una tercera edición a manos de la editorial Fórcola. Se trata sin duda de la publicación más significativa de la literatura memorialística sobre la División Azul, a la que hay que recurrir, con las lógicas precauciones necesarias en este tipo de relatos, para conocer esta terrible epopeya.
Ridruejo redactó estos diarios entre 1941 y 1942, pero los pasó a limpio y corrigió entre el otoño de 1942 y la primavera de 1943, desde el destierro en Ronda, donde había sido recluido por Franco poco después de volver de Rusia. El ostracismo en la ciudad malagueña fue el castigo por acusar al dictador de dirigir un régimen político impopular que solo administraba el hambre, que cedía ante las presiones de la Iglesia y que sostenía, apoyado en un ejército opresor, una justicia arbitraria. «El régimen se hunde como empresa aunque se sostenga como tinglado», se atrevió a decirle.
Publicados por primera vez en 1978, de forma póstuma, la nueva edición de los cuadernos cuenta con la edición crítica de Xosé M. Núñez Seixas y con prólogo de Jordi Gracia, que contextualizan a la perfección tanto a la obra como al personaje, del que ya ha pasado tiempo suficiente como para analizar su trayectoria desde el sosiego, cuando su figura, escribe el editor, «ha quedado ya situada sin vacilaciones en la historia intelectual y política española del siglo XX».
Despedida de una prolongada juventud
Cuadernos de Rusia entronca con una tradición narrativa que exalta y se adentra en la violencia de la guerra desde su estetización, en la línea de la literatura fascista del momento y de autores como Ernst Jünger. Sin embargo, el poeta soriano, más allá del valor que tiene ser testigo de un hecho histórico, da muestras en estas líneas de su viveza de observación y de su calidad de prosa indiscutible, en unos textos que son también notas de viaje, de meditación o de tiento lírico.
Para Jordi Gracia, «la lectura de este fresco literario de una empresa equivocada ofrece hoy la oportunidad de mancharse con el barro, la nieve pisoteada, la suciedad de la guerra, el drama de los muertos y el dolor de la consunción, y al mismo tiempo asistir a la despedida definitiva de una prolongada juventud».
Y es que Ridruejo llegó a Rusia para toparse con la realidad, a descubrir, tras su primer gran fiasco político, que todo aquello que había soñado junto a los otros poetas de la Falange no fue, citamos de nuevo a Francisco Umbral, más que un romanticismo juvenil. El poeta tenía 29 años cuando marchó a Rusia, y un prestigio intelectual poco acorde con este dato biográfico. A su vuelta, durante el destierro, seguiría fiel a sus ideales primigenios pero iniciará lentamente un viraje que le acabará llevando hasta la socialdemocracia y la oposición democrática al franquismo.
Su experiencia durante la II Guerra Mundial, recogida en este interesantísimo libro, es fundamental en el devenir posterior de esta figura intelectual, una de las más potentes de la España del siglo XX, así como en la evolución del primer franquismo que, tras la retirada de los divisionarios, cuando Ridruejo ordena estas notas, comienza a alejarse de las formas fascistas que había abrazado cuando parecía que Hitler dominaría un mundo nuevo.
«Lo cierto es que la División en bloque —sin que en ello participe conscientemente la mayor parte de la oficialidad, que es lo más grave— siente una especie de conciencia mesiánica: somos casi todos falangistas desilusionados, disconformes de cómo van las cosas en la España reaccionaria y quietista que se nos ha organizado. (…) Fríamente considerados —desde un criterio de Ministerio de Estado—, somos el precio de la neutralidad».