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El ex boxeador Dum Dum Pacheco parece sincronizado con el zeitgeist que domina la actualidad. Esta figura arquetípica de los años setenta —cuando fue ocho veces seguidas campeón de España— ha rebrotado en diversos libros publicados recientemente y aún por publicar. Entre estos están Macarras interseculares (2020), Campeones de medianoche: Vidas (nada) ejemplares de estrellas deportivas que alzaron demasiadas copas (2020), y Mear sangre (2021), su autobiografía de 1976 ahora reeditada por Autsaider Comics. De 2014 es La Edad De Oro Del Boxeo: 15 asaltos de leyenda y en septiembre aparecerá una biografía: Todo el odio que tenía dentro. Parece que Dum Dum está de moda, así que, ¿por qué no tratar de analizar esta fascinante figura que tanto interesa hoy?

Los primeros golpes

José Luis Pacheco nació en 1949 en el barrio de Lavapiés, siendo gato o madrileño de tercera generación. Su padre era de Parla y su madre de Collado Mediano. La familia Pacheco vivía en una casa baja —o «chabola», en palabras del propio Dum Dum— ubicada en el área que ocupó hasta hace poco el estadio Vicente Calderón. Allá por los años cincuenta y sesenta Madrid era una ciudad semi-rural en muchos de sus zonas limítrofes, y el padre de Dum Dum se dedicaba a cazar con ballesta no muy lejos del hogar familiar, además de ser panadero. Dum Dum me contó en su momento una anécdota relacionada con su padre: «Tenía un cuartito con gallinas y me dice: “¡Jose, Jose! Se va a caer la pared esta… vete inmediatamente a por cemento y yeso, porque si no se va a caer”. Y entonces me fui, pero me enrollé con unos amigos y cuando volví con el cemento estaba todo caído [risas]. Estaba todo roto. Me dio una paliza de muerte. Pero me la merecí. Las gallinas las quería mi padre para tener huevos».

Fotografía de Carlos Spottorno

Fue a la edad de quince años cuando se interesó por el boxeo. José Luis y sus amigos jugaban al fútbol en el cementerio de Caño Roto, poblado dirigido del barrio de Carabanchel. Una tarde nadie fue a verlos jugar y, cuando volvían a casa, vieron que todos estaban en los bares viendo un combate entre el español Fred Galiana (campeón de Europa) y Davey Moore (campeón del mundo). Viendo el interés que despertaba el boxeo por aquellos años, José Luis quiso iniciarse en ese deporte. Corría el año 1961 y, durante el combate, Galiana se vio obligado a abandonar. Moore pegaba muy duro y el español se temía lo peor. Su abandono decepcionó a sus muchos seguidores, pero fue una decisión acertada. El propio Moore murió en marzo de 1963 tras un combate con el cubano Sugar Ramos. A mediados de los años sesenta comenzaron las obras del estadio Vicente Calderón y el régimen dotó a los Pacheco de un piso en la calle de la Oca, barrio de Carabanchel. Pacheco era un niño gamberro que no temía pelear y demostraba, en cada uno de sus luchas callejeras, una aptitud para usar los puños.

A pie de calle

En el año 1963 se estrenó West Side Story en España, una película que tuvo una gran influencia entre los jóvenes de barrio; una influencia que desembocó en el surgimiento de numerosas pandillas juveniles, entre las que destacaron los Ojos Negros. Según dice Dum Dum: «Entonces, nada más que se hablaba del Lute y de los Ojos Negros». La banda se llamaba así porque su líder, Ángel Luis Telo Ronda, tenía los ojos muy negros y una mirada penetrante. Ángel Luis era un personaje pendenciero. En 1968 protagonizó un incidente en la barra americana Carnaby St, de la calle Londres, donde recibió un disparo de bala tras promover según dicen los periódicos de la época, «un gran escándalo». Al parecer, «La bala atravesó su cadera y se alojó en el vientre». Años más tarde, en 1981, fue detenido junto con otros dos individuos, por montar un «casino al aire libre» en la Plaza de la Lealtad, frente al hotel Ritz. «Telo Ronda portaba 337.000 pesetas atadas con una goma todo ello dentro de un calcetín». A los presentes les fueron intervenidas «355.400 pesetas, naipes, un tapete verde, una navaja y otros efectos». Ángel Luis fue, finalmente, asesinado. Otro artículo de El País, del 22 de junio de 1985, afirma que en la ocasión de su muerte: «El cuerpo sin vida presentaba cinco impactos de bala y una herida producida por objeto cortante». El líder de los Ojos Negros había sido detenido también por tráfico de drogas en diversas ocasiones.

Fuente: AS

Los Ojos Negros mandaban en las discotecas del Madrid. Iban mucho al Consulado, en la calle Atocha. En esa época las discotecas estaban integradas en los cines: el cine Consulado contaba con su discoteca Consulado; Cines Canciller, discoteca Canciller; y un largo etcétera. La sala del cine solía tener una entrada amplia, y, a un lado, otra más pequeña que daba acceso a la sala de fiestas. Dichas discotecas eran conocidas por aquellos años como «el baile».

Entonces no había porteros de discoteca tan preparados como los hubo luego, y los dueños de dichos locales se veían, en muchos casos, forzados a someterse a la voluntad de grupos como los Ojos Negros. De hecho, estos mandaban hasta tal punto que podríamos hablar de ellos como de una «mafia de discoteca», aunque muy rudimentaria. Ellos representaron la semilla de lo que luego serían grupos como Los Iraníes o Los Búlgaros. Habla Dum Dum: «Dábamos el teléfono a todos los clubs de prostitución, a discotecas. Y nos llamaban. Había gente en ese tiempo que no pagaban [a dichos establecimientos] y encima les robaban. Nos llamaban a nosotros [para que arreglásemos el entuerto] y nos pagaban. Hicimos muchos favores».

Macarras de vanguardia

Los Ojos Negros, como muchos otros chicos de barrio en aquellos años sesenta, aspiraban a ser modernos. Dum Dum: «Nosotros fuimos los que [empezamos a llevar] el pantalón de campana, los botines y el pelo largo. Por ir así vestidos nos cogía la policía en el metro y nos metían tres días en la Dirección General de Seguridad y nos daban unas palizas… Luego, había un grupo de chicas que iban con nosotros, que iban vestidas con minifaldas y botas, igual que Nancy Sinatra. Una era la Paleta, otra la Dos Duros, estaba la Dolores». En 1965 los Ojos Negros conocen a Camilo Sesto, cantante de los Dayson —grupo que para ellos representa la más absoluta modernidad—, y exigen u obligan al dueño de la discoteca Los Boys, de Usera, a contratar a los músicos de Alcoy. Años después, varios de los Ojos Negros estarían presentes en el estreno del musical Jesucristo Superstar.

Boxeador y legionario

En 1966 varios de los Ojos Negros caen presos, siendo adolescentes; Pacheco entre ellos. Una de sus actividades delictivas predilectas era robar coches y motos. Sale de la cárcel seis meses después, pero vuelve a entrar poco después por más robos. El futuro boxeador permanecería recluido en la cárcel de Carabanchel —muy cerca de la vivienda familiar— hasta 1969, donde coincidió con el Lute y su compinche Medrano. Una vez interno fue acusado de tratar de asesinar al cura de la cárcel, don Saturnino García Guirao, una imputación de la que sería luego eximido. Tras salir de la cárcel se hizo legionario y, en años sucesivos, se pondría su gorrilla antes y después de sus victorias en el ring; un homenaje a Franco, quien era uno de sus ídolos, junto con Hernán Cortés y Elvis Presley.

Fuente: Tigres del cuadrilátero

Durante esos primeros años setenta inicia una carrera boxística llena de éxitos y es bautizado como Dum Dum por el periodista Julio César Iglesias, en referencia a sus tremendos golpes, que se asemejan al impacto de las balas «dumdum», diseñadas para expandirse en el impacto y hacer, así, más daño. Pacheco ganó muchos de sus combates por K.O. gracias a su formidable pegada. Aparte del boxeo, su fama le llevó a hacer varias películas como actor, entre las que destacaron Juventud drogada (1977) o la parodia de Rocky (1976) Yo hice a Roque III (1980).

En 1982 tuvo un accidente de tráfico cuando volvía a Madrid de Almería con Ángel Luis y el Apache, ambos Ojos Negros. Habían viajado hasta Aguadulce como matones a sueldo para acabar con las extorsiones que estaba sufriendo una pareja dueña de una discoteca. El accidente pudo acabar con su vida y truncó su carrera, que terminó oficialmente en 1987.

Dum Dum, como tantos otros boxeadores, no supo invertir sus ganancias. Aunque nunca fue bebedor ni consumió drogas, sí fue ludópata y perdió mucho de su dinero en el juego. Tras su retirada, fue portero en distintos locales nocturnos y discotecas, llegando ser puerta en un casino ilegal (exento de impuestos) donde iban muchos famosos. Hoy vive en el barrio de Canillas y baja casi todos los días al Nuevo Yantar, donde se toma una clara o dos. Y hay que decir que, a pesar de sus excesos de juventud, es alguien que cae simpático y es querido por todos aquellos con los que trata.