Es siempre bonito confirmar cómo la mirada de los niños hace nuevas todas las cosas. Me ha pasado hace poco con mi sobrina y Babar, el elefante de traje verde y pajarita roja. El otro día me contaba -con cara de pilla y a media voz, como si fuera una travesura de la que sus padres no fueran cómplices- que se estaba colando varias noches en casa de sus abuelos a leer cuentos y a comer helado antes de dormir. Y mientras explicaba risueña alguna de las historias de Babar, me entraron ganas de volver a ojear esos libros.
No sé si a pesar o precisamente por eso, la sencillez del trazo hace especiales los dibujos de Babar. También los colores vivos y brillantes, las frases simples, los detalles que acompañan cada escena invitando a entretenerse. Tal vez, lo que cautiva tanto a los niños de preescolar es la doble naturaleza del protagonista, animal y humano, niño y hombre.
LA INSPIRACIÓN DETRÁS DE BABAR
Babar es un adulto al que los niños pueden escuchar y al mismo tiempo con el que pueden identificarse; de su mano tienen oportunidad de adentrarse en el mundo de los mayores y asistir a sus aventuras en las que se mantiene la ingenuidad propia de la infancia. Quizá, les cautiva de Babar su forma inteligente de razonar, de tener en cuenta que para un mismo problema suele haber más de una posible solución, su optimismo y respeto por los demás. Puede que, como me explicaba mi sobrina, a los niños les divierta identificar a su familia con los distintos personajes que aparecen en los cuentos: papá es Babar, mamá es Celeste, ella es Flora, su hermanita es Isabella…
En 1974, Thierry de Brunhoff entró como monje en la abadía benedictina de En-Calcat (en el sur de Francia). Era un talentoso pianista, conocido especialmente por sus interpretaciones de Chopin y Schumann, discípulo del distinguido Alfred Cortot. Tiempo más tarde, explicaría en una carta por qué a los cuarenta años había puesto fin a su carrera artística:
Me parecía que si Dios existía, entonces había que zambullirse y darlo todo. Darlo todo era también dar música, ya que para mí lo contenía todo desde la infancia. Era mi universo, mi respiración, mi lenguaje, la comunión con los demás, el don de mí mismo. Dios me parecía ser más que todo eso o más bien contener todo eso, ser todo eso al mismo tiempo y al mismo tiempo, esperar a que lo amemos. Creo que esta espera de Dios fue decisiva para mí.
La madre de Thierry, Cécile, era también pianista de formación clásica graduada en la École Normale de Musique de Paris y se dedicó a la enseñanza musical durante gran parte de su vida. El padre de Thierry, Jean de Brunhoff, estudió pintura en L’Ecole Alsacienne hasta que la Primera Guerra Mundial interrumpió sus estudios. Después de completar su servicio en el ejército francés, regresó a París para continuar su formación artística, y fue entonces aprendiz del destacado pintor francés Othon Friesz.
Cuando los hermanos mayores de Thierry eran pequeños, Cécile les contaba siempre un cuento antes de dormir. Uno de sus favoritos era el del elefante que abandonaba la selva y huía hasta una gran ciudad que bien podría ser París. Los niños pidieron a su padre pintor algunos dibujos de Babar y a Jean se le ocurrió darles forma de libro. Finalmente, con la ayuda de su hermano Michel que era editor, decidió publicar el libro ilustrado en 1931 con el título Histoire de Babar, le petit Elephant (La historia de Babar, el pequeño elefante).
UN EXITOSO ELEFANTE
El cuento fue un éxito de ventas en Francia y se distribuyó enseguida en Europa y Estados Unidos. Inspirado por el creciente éxito mundial de su primer libro ilustrado, de Brunhoff compuso más cuentos de las aventuras de Babar. En 1935, poco después de que naciera Thierry, Jean enfermó gravemente y tras diagnosticarle tuberculosis, se vio obligado a trasladarse a un sanatorio en Suiza para tratar su cada vez más deteriorada salud. Al no poder regresar a casa, realineó la naturaleza de sus historias de Babar, convirtiendo a Babar en padre y llenando el texto con consejos paternales para sus propios hijos. Jean murió no mucho más tarde y sin terminar el séptimo cuento de Babar.
Fue Laurent, su hijo mayor, que entonces tenía doce años quien lo coloreó. Al cabo del tiempo, artista consumado por derecho propio, Laurent se comprometió a retomar el trabajo de su padre y con veintiún años, en 1947, publicó su primera historia original de Babar, Babar et ce coquin d’Arthur. El legado de Babar ha continuado creciendo desde entonces hasta incluir más de sesenta libros, una película y series de dibujos animados.