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La palabra Mensur es un término alemán, derivado del latín mensura, que indica la distancia entre dos espadachines implicados en una forma específica de duelo reglamentado y extendido por Europa Central durante el siglo XVII como una manera de disolver disputas personales, de honor o de bandería. El Kaiser Guillermo II acogió y oficializó esta práctica como un modo infalible para forjar el carácter de la juventud alemana y preservar el espíritu nacional.

Durante el Tercer Reich, las confraternidades estudiantiles fueron absorbidas –así como los scouts y otras formas de asociacionismo– por el Estado, tal como sucedió en Italia y en otros países con una experiencia histórica fascista. La idea era la de unificar la juventud para crear un Hombre nuevo en un Estado nuevo. Tras un arduo periodo ligado a la ocupación soviética y a las políticas socialistas, hoy sobreviven aun más de 400 grupos universitarios de esta índole en Alemania, Austria y Europa Central.

Prohibido moverse

Practicado exclusivamente por confraternidades masculinas en Alemania y Austria, el Mensur es un lance ritual que va más allá de las tradiciones del duelo clásico y la esgrima deportiva. Las reuniones son organizadas en el seno de confraternidades universitarias de diversa naturaleza –desde las políticamente alineadas Burschenschaft hasta los más burgueses o católicos Corps–, y los participantes del Mensur son elegidos por sus compañeros para lograr una cierta equidad entre los dos duelistas. Por ejemplo, para equilibrar diferencias de estatura, se colocan plataformas debajo de los pies del estudiante más bajo.

Aunque el número de Mensur obligatorios varía de una confraternidad a otra, es necesario participar en, al menos, uno de ellos para convertirse en miembro. Pero lo cierto es que muchos miembros cruzan espadas decenas de veces, o incluso más. La única regla: prohibido moverse.

Un símbolo de estatus

Los espadazos del Mensur no establecen una victoria o una derrota; los rápidos golpes sobre la cabeza son más bien la demostración de la disciplina de los participantes, y las heridas sangrientas en el rostro representan verdaderas medallas de honor. Las heridas no deben ser evitadas, sino soportadas con historicidad e incluso “desearse”. La característica cicatriz en la cara que deriva de los golpes recibidos y nunca esquivados durante el Mensur recibe el nombre de “Schmisse”. Suelen mostrarse en el lado izquierdo de la cara y del cuero cabelludo debido a los golpes de espada hechos por la mano derecha contrincante, y se considera un verdadero símbolo de estatus con un efecto afrodisíaco en las mujeres. Estas marcas eran tan populares a inicios del siglo XX que algunos estudiantes llegaban a auto infringirse las heridas sobre el rostro o a recurrir a la ayuda de barberos y sus navajas para recrear el ansiado signo distintivo.

Es posible que ambos participantes del Mensur “ganen” manteniéndose firmes ante los golpes del acero o “pierdan” moviéndose para evitar los golpes durante este desafío. Un desafío, por tanto, contra ellos mismos y el propio instinto de conservación, comprensible sólo en el interior del mundus teutónico. Está absolutamente prohibido mover cualquier parte del cuerpo, excepto la mano que blande la espada larga y que en cualquier caso debe operar con el único esfuerzo de la muñeca para que el resto del brazo, envuelto en una cota de malla, forme una protección de la parte más cercana de la cabeza, que de otro modo estaría indefensa. La lucha se desarrolla en un silencio solamente interrumpido por los gregarios, dos por parte, que lanzan breves gritos “hoch bitte!” (¡espadas en alto, por favor!) y órdenes que ayudan y coordinan el combate.

Vuelta al origen

Nada impide a los duelistas moverse, ponerse a cubierto o volver la cara cuando se acerca un golpe. Nada excepto el terrible riesgo de perder la postura perfecta, su forma. Estar deforme o deformado en comparación con una práctica ritual antiquísima es peor que recibir las evidentes heridas -todas en la cara y en la cabeza- que inevitablemente deja cada choque. Las profundas cicatrices, “Schmisse”, son adornos preciosos dentro de la comunidad de quienes reconocen su significado. Signos, símbolos que entre iguales informan y conforman. Más que contra el otro, el duelo es contra los débiles impulsos del propio Yo, tensionados al extremo en un enfrentamiento que dura mucho tiempo. Porque lo cierto es que no hay límite de tiempo, el único límite es la resistencia de los hermanos en acción, la lesión grave de uno de ellos o la rendición. Una vez finalizado el duelo, los dos se abrazan en un abrazo fraternal, intercambian pequeñas hebillas de metal como obsequio y beben juntos en la más sagrada hospitalidad, en la que el ser se convierte en comunidad y la comunidad en comunidad de lucha, – Kampfgemeishaft – en la que batirse, combatir y debatir. Conquistar el pasado para prefigurar un futuro partiendo del principio junguiano de identificación, que comienza en una comunidad de personas semejantes y culmina en el “recogimiento del alma”, en la fidelidad a la memoria, no como un acto de unción sepulcral sino como una constante “vuelta al origen”, a ese inconsciente colectivo de arquetipos atávicos, una “reserva vital de valores” proyectada hacia el futuro. Porque ellos han entendido que «el inconsciente comunitario es el tesoro escondido en la cueva del corazón racial. Éste, como sagrado inmanente, rodea la identidad de un pueblo». Un pueblo que no quiere morir.

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A principios de 2024 saldrá a la venta BLOODLINE, el libro fotográfico exclusivo sobre el Mensur, una obra de Alberto Palladino, quien tuvo el honor de inmortalizar duelos nunca antes ofrecid os al ojo de la cámara.