La Revista Centinela me invita a salir de mis tradicionales dominios centroeuropeos para regresar a mi amada Italia, cuyo único dios, ya saben, es la Belleza. Me brindan la oportunidad, pues, de reseñar aquí una de las grandes series -mejor dicho, miniseries- que nos llegan desde la península con forma de bota: «Esterno notte» o, como la han traducido para su distribución en España en la plataforma Filmin, «Exterior noche».
Dirigida por el aclamado director Marco Bellocchio (Bobbio, 1939), que regresa al tema que ya trató en el largometraje «Buongiorno, notte» (2003), y estructurada en seis episodios de en torno a una hora, «Esterno notte» se ocupa del que tal vez haya sido el magnicidio por antonomasia de la Italia posterior a la II Guerra Mundial. Me refiero, por supuesto, al secuestro y asesinato de Aldo Moro (Maglie, 1916-Roma, 1978), presidente de la Democracia Cristiana muerto a manos del grupo terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas.
Así, el interés de esta miniserie no reside en el suspense de ver qué pasa. Todos conocemos el trágico final del político italiano que quiso un entendimiento con el «eurocomunismo» de Enrico Berlinguer (el famoso Compromiso Histórico). No es, en este sentido, un «thriller». Sin embargo, Bellocchio nos cuenta la misma historia en cada capítulo asumiendo distintas perspectivas: el propio Moro, el ministro del Interior (Francesco Cossiga, que terminaría su carrera política siendo presidente de la República Italiana entre 1985 y 1992), el Papa Pablo VI, amigo de Moro, los terroristas y Eleonora, la esposa del político.
Capítulo a capítulo, la serie se va volviendo más tenebrosa e inquietante. Ante el espectador, se va destejiendo una madeja que, sin exculpar a los terroristas de su evidente responsabilidad en el secuestro y muerte de Moro así como en la de los miembros de su escolta, desenmascara los intereses, las miserias y las cobardías en torno al crimen. En 2011, Ernesto Villar publicó un libro titulado «Todos quieren matar a Carrero: La conspiración dentro del Régimen» (Libros Libres). Después de ver todos los capítulos, podríamos permitirnos la paráfrasis y la hipérbole a propósito de Moro. Bueno, el Papa hizo lo que pudo y su esposa y familia sufrieron lo indecible, pero sus compañeros titubearon entre el deber de salvarlo y la razón de Estado. ¿A fin de cuentas, ¿se debe negociar con terroristas? ¿No supone eso una claudicación? ¿No es eso un reconocimiento de los terroristas como interlocutores al nivel del Estado? El propio Moro no sale del todo bien parado en la serie. Se nos muestra como humano, demasiado humano. Hay poco de heroico en el sentido clásico -aquel que decide su propio destino- en este hombre a quien vemos dudar, sufrir y sentir miedo. Sin embargo, es inevitable pensar en la inmensa, formidable carga que llevaba sobre los hombros: salvar la democracia italiana mediante un acuerdo histórico con los comunistas.
Más allá de la historia terrible y dolorosa del secuestro y asesinato, la miniserie evoca los Años de Plomo en Italia, es decir, el tiempo de la violencia política entre finales de la década de los 60 y finales de los 80. Los nombres están presentes en la memoria de todos -o tal vez no y por eso cuesta tanto entender aquellos años- pero conviene recordarlos: Brigadas Rojas, Primera línea, Grupo 22 de octubre, Lucha Continua, Poder Obrero, Autonomía Obrera, Orden Nuevo, Vanguardia Nacional, Orden Negra, Núcleos Armados Revolucionarios, Tercera Posición… Súmenle al crimen organizado -Mafia, Camorra, Ndranghetta- y a la influencia extranjera (la URSS, los Estados Unidos, la Red Gladio…) y ya tienen el cóctel explosivo que condujo a unos años espantosos.
Se trata, en suma, de una magnífica miniserie con una dirección de actores deslumbrante. Admiren la interpretación de Fabrizio Gifuni (Aldo Moro), Margherita Buy (Eleonora Moro), Toni Servillo (Papa Pablo VI) y Fausto Russo Alessi (Francesco Cossiga). Tengan cuidado con Roma, que aparece, oscura y peligrosa, como un personaje más.
No se la pierdan.