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La psicóloga Esther Bockwyt, autora de un libro recientemente publicado en Alemania sobre la psicología del izquierdismo woke, sienta en el diván a esa nueva ideología que también ha capturado en tierras germanas al progresismo, medios de comunicación y otras instituciones del poder.

Si el activismo de izquierdas de los últimos tiempos parece histriónico y narcisista es porque, según expone en esta entrevista con Revista Centinela la psicóloga Esther Bockwyt (Herten, 1985), ese activismo es efectivamente histriónico y narcisista.

He ahí dos características esenciales de esa izquierda que ahora se llama woke y a la que Bockwyt, una firma habitual del diario conservador suizo Neue Zürcher Zeitung, ha dedicado su último libro. ‘Woke: Psychologie eines Kulturkampfs’ o «Woke: psicología de una batalla cultural» (Ed. Westend, 2024) se llama el volumen.

En él, Bockwyt analiza, psicología en mano, esa ideología que se está imponiendo contra las mayorías a través de la presión del activismo de izquierdas, las instituciones políticas y los medios de comunicación. «La mayoría de la gente no comparte las ideas woke. Pienso que hay una discrepancia, una alienación, resultante de que la gente que trabaja en los medios de comunicación, por ejemplo, han adoptado las ideas woke y las plantean a sus consumidores», expone Bockwyt.

Que desde el activismo woke se lancen acusaciones de «transfobia», «xenofobia» y demás «miedos irracionales» contra aquellos que critican esta forma de izquierdismo no debe importar. Bockwyt recuerda que esas acusaciones no tienen fundamento en la realidad y sólo las explican la incapacidad de debatir quienes dicen estar woke – «despiertos», en inglés – ante las injusticias del mundo.

Su libro iba a publicarse en una editorial vinculada a la Iglesia protestante alemana. Pero fue cancelado. ¿Qué ha pasado? ¿La Iglesia protestante también se ha hecho woke y no quiere tener que ver un con un libro crítico con esa ideología?

No soy una insider y no puedo decir lo que está pasando en una iglesia a la que no pertenezco. Puedo decirle, sin embargo, que he visto cosas desde fuera. Por ejemplo, en la última edición del Día de la Iglesia Evangélica Alemana, el año pasado, se habló de muchos temas woke. «Dios es queer» fue título de un sermón. Si esto tiene que ver con que la editorial que quiso publicar el libro y luego dijo no querer hacerlo, eso es algo que sólo lo puedo conjeturar.

Pero, desde el principio, vi que en la editorial había mucha preocupación por las reacciones negativas que podía generar un el tema del libro, digamos, un tema delicado. Tuve que tratar de convencerlos para que publicaron el libro y, finalmente, me dijeron: ‘no lo publicamos’. Eso habría significado escribir un libro para nada. Podría haber ido a los tribunales en esa situación, pero finalmente, otra editorial se interesó por el libro.

Su libro alude a que lo woke es un tipo de «religión de sustitución». ¿Es una religión de ateos izquierdistas?

Algunos dicen que es una religión, sí. Yo prefiero utilizar la expresión «visión del mundo». Pero si los hay que dicen que lo woke es una religión es porque muchas cosas que se dicen desde lo woke no tienen sustento científico. O porque se tiene una visión del mundo en la que se puede creer o no; o por el celo religioso que hay detrás de ese movimiento woke, que ha sido capaz de realizar una «larga marcha través de las instituciones». Lo woke también tiene un lado misionero, por el convencimiento de que sus ideas son las únicas verdades. Por todo esto puede decirse que lo woke tiene un carácter religioso.

¿Se podría decir que la ideología woke es una enfermedad?

No. Pero esa visión del mundo woke tiene una serie de mecanismos y rasgos malsanos.

Usted señala en su libro, entre otras cosas, que el pensamiento woke «destaca la fragilidad emocional y el narcisismo excesivo en todas sus formas destructivas».

Lo woke tiene una imagen muy negativa del mundo y de la gente. Trae consigo ese carácter depresivo por considerar que el ejercicio del poder siempre está al servicio de la mayoría blanca. También creen que en las sociedades occidentales, la gente, debido a la influencia del racismo, sólo pueden salir con mucha dificultades del pensamiento racista.

Es cierto que en la realidad existe la discriminación y el racismo, pero no en la cantidad en la que se piensa cuando se es woke. Esa forma de pensar no tiene fundamento en la realidad. En el mundo, tal y como lo ve la gente woke, sólo hay dos opciones: o bien, por un lado, uno es impotente y no hace nada o, por otro lado, uno lucha de forma agresiva. Lo segundo es lo que caracteriza a la gente del movimiento woke. Por eso una de sus características es que es muy combativo.

En el mundo woke, o se es activista o se es complice de las injusticias que se dice combatir.

Sí, se piensan las cosas de forma binaria: las cosas son de color o blanco o negro.

¿Qué piensa usted de que desde la gente woke se llame xenófobo, islamófobo o tránsfobo a quienes critican a este movimiento? ¿Son las críticas a lo woke de su libro producto de una fobia o miedo irracional?

Puede haber gente que ante lo woke formule críticas irracionales. Pero la mayor parte de las críticas son racionales, justas e informadas. Dentro del movimiento woke usan esos descalificativos resultado de la intolerancia, de la incapacidad de entender una posición intelectual contraria y de la incapacidad de recibir críticas.

Aquí volvemos a hablar del infantil funcionamiento de la gente del movimiento woke, pensando en ‘o blanco o negro’, por lo que inmediatamente se utilizan contra los otros palabras denigrantes como «tránsfobo» o lo que sea. Eso se hace para estigmatizar, para presionar al otro. Es una forma de reaccionar en la que se reprocha al crítico la actitud propia. Son ellos los que estigmatizan y tratan de impedir así cualquier tipo de discusión y debate racional. Esa es la pena, que en seguida se acaba en ese nivel tan bajo.

¿Por qué no se levantó la voz entre los psicólogos para decirle a los activistas que las fobias son otra cosa distinta a lo que ellos llaman transfobias, xenofobias, etcétera? ¿Hubo pasividad entre los psicólogos frente a esto?

Esa pasividad sigue existiendo. La psicología y otras ciencias están muy influenciadas por lo woke. Cuando uno critica lo woke en el mundo de la psicología, se le arrincona. Va a hacer falta mucho tiempo para que en este sector se empiecen a reconsiderar cosas, lamentablemente.

¿Piensa usted que las opiniones woke son minoritarias en la sociedad pero ocurre que se perciben como populares y, por eso, se están imponiendo a la fuerza a la mayoría de la sociedad?

Yo pienso que la mayoría de la gente no comparte las ideas woke. Pienso que hay una discrepancia, una alienación, resultante de que la gente que trabaja en los medios de comunicación, por ejemplo, han adoptado las ideas woke y las plantean a sus consumidores. Y esto ha dado lugar a una brecha social, lo que es un problema.

Uno tiene la sensación en su libro que quiere usted tumbar en el diván al movimiento woke para analizarlo. ¿Faltaba un análisis psicológico de esta forma de ver el mundo?

Yo es que percibí en esto una serie de suposiciones y mecanismos malsanos desde un punto de visa psicológico. Paralelamente, he visto que las creencias woke se han impuesto en muchos ámbitos y que tiene mucha influencia a través de los medios de comunicación y otras instituciones. Esta combinación hace que yo, como psicóloga me diga que este tema había que tratarlo, pero haciéndome la pregunta: ¿es esto algo sano?

Y qué ideas cree usted que son especialmente malas para la salud en la ideología woke y, en último término, para las sociedades que están bajo la influencia woke?

Lo más destacable es la simplista forma de pensar a la que aludía antes y, también, la división en grupos que hacen en lowoke. Lo woke divide el mundo en minorías, que son víctimas siempre, y las mayorías privilegiadas, que siempre son perpetradores. Con esto en mente, siempre se trabaja hacia la inducción de sentimiento de culpa hacia las mayorías. Por ejemplo, cuando se dice: «Tienes que preguntarte cuáles son tus privilegios, sentirte culpable, pasar a la acción y darnos tu poder».

Estos mantras hacen que la gente acabe interiorizando sentimiento de culpa, un sentimiento contra el que hay que luchar. Por otro lado, está la idea de que la ideología woke divide a la sociedad. Y esto, cuando se desarrolla, se observa en lo que se llaman ‘espacios seguros’, donde, por ejemplo, los ciudadanos blancos no pueden acceder, o donde la pertenencia a según qué grupo social está muy marcada. Esa separación y esa división termina por instalarse en las cabezas de la gente. Y uno deja de verse como individuo o como persona, sino como parte de un grupo.

¿Puede usted ponerme algún ejemplo significativo de qué pasa en la sociedad cuando se aplican ideas woke?

Hay una enorme cantidad de temas. Podría hablarle, por ejemplo, del lenguaje inclusivo. En esto se está tratado de cambiar la lengua para modificar el contenido de la cultura. Se está cambiando el lenguaje de los libros. En los ‘espacios seguros’ que les comentaba, se está separando a la gente por el color de la piel. Esto es algo que muestra claramente que con lo woke estamos ante un atraso, más que ante un avance.

¿Podría hablar de alguna ley alemana que traduzca el ‘woke state of mind’?

En Alemania estamos en el inicio de todo esto. Pero la «Ley de Autodeterminación» [el equivalente a la conocida com ‘Ley Trans’ en España, aprobada en Alemania a finales de 2023 y que entra en vigor en noviembre de este año, ndlr.] ya es un ejemplo de lo que son las políticas de identidad. Es una ley que sólo se dirige a un grupo de gente, además de estar asociada a multas cuando alguien dice algo contrario a lo que dice la ley sobre el sexo.

En este contexto, hay que ver que en Alemania hemos tenido a hinchas de fútbol mostrando en las gradas el mensaje: «sólo hay dos sexos». Esos mensajes han dado lugar a multas contra los clubes. Para los clubes, las multas no son nada. Pero la gente, el mensaje que recibe es que esa afirmación de que sólo hay dos sexos es algo que no se puede decir. También, en Alemania, hay un proyecto de Ley de Promoción de la Democracia, en la que se quiere ‘mejorar’ la definición de lo que es odio, delito de odio y lo que es discriminación. Con esas mejoras, se puede acabar reduciendo lo que se puede o no decir.

Se habla mucho de la idea de «la guerra cultural», una expresión que recoge el título de su libro también. ¿Hay guerra cultural debido a la reacción frente a lo woke o empezó la guerra cultural con la expresión atribuida activista alemán Rudi Dutschke y que usted mencionaba antes: la «larga marcha de las instituciones»?

Estoy de acuerdo en que la guerra cultural comienza a partir del momento en que se empieza a querer cambiar contenidos culturales, en aspectos de la vida muy distintos, hasta la vida privada. Estos cambios se buscan de forma agresiva en lo woke, como ya he dicho. Por otro lado, también la reacción a esa voluntad de cambios ha generado una respuesta desafiante, especialmente en círculos liberales y conservadores. Esta respuesta es completamente comprensible. Porque cuando a la gente se quiere eliminar aquello a lo que están habituados y aquello que se valora, eso genera resistencias.

Usted señala en su libro que el narcisismo y el carácter histriónico son dos puntos esenciales de la ideología woke. ¿No es una paradoja ser narcisista y woke? La gente woke dice estar «despierta» ante las injusticias sociales para terminar con ellas y así, supuestamente, ayudar a los demás.

No hay paradoja alguna. La necesidad de valorarse uno mismo y de verse como alguien especial es algo que se puede tratar de satisfacer de muchas maneras. La manera clásica sería a través de la obtención de símbolos de estatus. Pero también es una forma de satisfacer esa necesidad el querer tener relevancia dentro de una escena intelectual que se percibe y presenta como especialmente justa y moderna, o, por ejemplo, como activista progresista. Ya tenemos estudios científicos, también en Alemania, que muestran el vínculo entre el activismo woke y el narcisismo. En esos estudios se señala que, al menos en parte de estos activistas, las causas que dicen defender dan igual, porque lo que importa es quedar como personas bien valoradas en la sociedad.

El carácter histriónico, junto al narcisismo, son cosas típicas de niños. ¿Es un síntoma la ideología woke de una infantilización de la sociedad y de una sociedad en la que los niños están sobre protegidos en exceso?

Sí. Es muy infantil pensar que todo deseo debe ser satisfecho. Esto está relacionado con el narcisismo, el estar excesivamente centrado en uno mismo.