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Evolución. La palabra flotaba en el ambiente. 1967. La música estaba cambiando, el soul pegaba con fuerza en las pistas de baile de la Costa Brava, Mallorca y Torremolinos. Ningún conjunto quería quedarse atrás: Los Bravos, Los Salvajes, Los Huracanes… grupos establecidos que añadieron a su formación la clásica sección de metales. Aparecen Los Canarios, los Pop-Tops, Z-66 y Los Kifers… toda una nueva hornada de bandas modernas y estridentes entre las que destacan nuestros protagonistas, los inconmensurables Henry & the Seven.

Enrique Martínez fue pionero en esto del rock en Madrid. Habitual entre la parroquia de las matinales del Price y asiduo a las sesiones de El Parral, el local más moderno de los veranos en la capital, pronto monta Los Oscars para, poco después, crear su banda beat, Los Buitres, conjunto melenudo con los que graba para Columbia un EP de cuatro temas, hoy en día cotizadísimo. Quique es un fanático de Elvis y Buddy Holly pero no pierde de vista lo que se está haciendo en Liverpool. Colecciona singles de los Beatles y los Swinging Blue Jeans, discos que adquiere en Alfa Yébenes, en la Plaza de Callao, establecimiento donde un joven Álvaro orienta las compras del negocio familiar. Álvaro Yébenes toca en Los Continentales, una banda instrumental de gran prestigio. Con el fichaje de Enrique como cantante, Los Continentales se transforman en un potente conjunto pop, uno de los mejores de la capital.

Los Continentales

Son los años de la diversión. Enrique se sumerge en la escena artística, asiste al concierto que los Animals dan en la Sala Mónaco, también presencia el descalabro de los Kinks en la discoteca Yuliá. Cada tarde abandona su casa en el puente de Vallecas para sumergirse en un mundo de guitarras eléctricas, flequillos y luces de neón. Actúa regularmente en Caravelle y Picadilly. También en la base americana de Torrejón, donde Los Continentales se hacen con un equipo de sonido que es la envidia de todo Madrid. Acuden a la primera edición del festival de conjuntos de León y su imagen causa sensación. Para cuando vuelven a visitar el certamen, la banda ya ha añadido trompetas y saxos. Ganan el primer premio. Son los tiempos del “Sonido Detroit”, de la moda op-art, de alternar con músicos y actrices y vestir a la última con modelos adquiridos en Angie Cat, la boutique más “in” de Plaza de Santo Domingo. Pero el éxito les esquiva, así que Álvaro ficha por Los Canarios y Quique decide abandonar la música y marcharse a Ibiza, a trabajar en un hotel.

Mientras tanto, un nuevo grupo se está formando en Madrid. Quique recibe en Ibiza la llamada de Ángel René, apodado “La Maestra”, que está montando una banda de soul y necesita un cantante con carisma, un líder en la línea de las grandes estrellas negras americanas. Enrique vuelve a Madrid y se convierte en Henry. A pesar de que él prefiere la sonoridad agresiva de Jimi Hendrix, los Stones y las bandas de la Costa Oeste, se adapta a la perfección al estilo soulero que persigue el grupo, marcado por la fuerza de los metales y una sección de ritmo contundente en manos de Rafa Lara a la batería y un bajista de la talla de Jose María Panizo, un auténtico cañón sonoro.

Panizo viene de tocar en Los Arlequines con un joven Pepe Robles, un músico imprescindible en la historia del pop en España. Robles era vecino de Henry en Vallecas y además trabajaba en las oficinas de CEM, Compañía Española de Música, el sello que proyecta a Henry & the Seven hacia el éxito discográfico. Tras un voluntarioso primer intento a comienzos de 1968, con “Llévame allí” como tema principal, el grupo se lanza a conquistar el circuito de directo. Sufren los cambios de formación habituales, pero su prestigio va creciendo bajo la acertada dirección musical de Ángel René. También es clave la figura de Enrique Bergier, mánager argentino que orienta a Henry & the Seven en cuestiones de vestuario y estilo musical. Por su parte, Enrique socializa con los Pop-Tops y otras bandas extranjeras de paso por Madrid como The Mode o The End. Y visita con asiduidad el piso que tienen Los Canarios en Gran Vía, donde disfruta de la compañía de sus amigos y de la impresionante colección de álbumes de James Brown, Etta James y Nina Simone que los chicos atesoran.

Anuncio de Telefunken. ARCHIVO JUANÍN FERNÁNDEZ

Un nuevo choque de personalidades durante una actuación en Santander provoca que el guitarrista sea apartado del grupo y, tras una llamada de urgencia, Francis Cervera se incorpora a la formación en la primavera de 1968. Francis es un músico todoterreno, solvente y experimentado. Además es vecino de Panizo en Avenida de América (una de las zonas más interesantes de ese Madrid Pop en el que brillaban el club Nikka’s, la sala Picadilly, las oficinas de CEM y el emblemático edificio Torres Blancas). Cervera llega justo a tiempo de registrar el que sería el gran tema de Henry & the Seven: “You Love Me”.

Para este segundo sencillo el grupo escoge el idioma inglés y el director de CEM, Alfonso Agulló, tira la casa por la ventana. A pesar de que la compañía tenía su propia sala de grabación, la banda registra el single en los nuevos Estudios Celada, en Alcorcón, unas instalaciones diseñadas al estilo de Abbey Road (donde grababan los Beatles), con sala sinfónica, una acústica esmerada y la maquinaria más vanguardista. El tema elegido es una composición, sobre todo, de Ángel René, con letra en inglés de Phil Trim, vocalista de Pop-Tops y gran amigo de todos. Una canción soberbia, con una línea de metales espectacular, un ritmo endiablado, el bajo atronando, con Enrique sublime y con Francis aportando unos fraseos preciosos de guitarra, una Gretsch Nashville. A la base de la banda, el productor añade toda una orquesta formada por los mejores profesores del país (la mítica trompeta de Medrano suena por esos surcos) y en los coros… las chicas del trío La La La. El resultado es inmejorable, pop-soul “made in Spain”, perfecto para el mercado internacional.

Verano y otoño del 68 es la edad de oro de la banda, girando sin parar por toda España: Holiday en Bilbao, Fiestas de Valencia, Gijón… en el Sgt. Peppers de Palma actúan con gran éxito y ven en directo a Hendrix, un instante que Enrique nunca olvidará. El show de los Seven es explosivo. Se inicia con una intro facturada por Cervera, enlazando con una versión del “Shout!” para pasar al “Loco-Motion” de Little Eva. Y sigue el jolgorio con versiones de Sam & Dave, “La tierra de las 1000 danzas”,” Dock of the Bay” de Otis Redding, un “Summertime” en clave íntima y hasta una adaptación con metales de “And Suddenly…” de los Tremeloes. Todo ello salpicado por composiciones propias y algún que otro guiño a los Rolling Stones. Una apisonadora. Lamentablemente, las relaciones entre los componentes nunca fueron idílicas. Seguramente no ayudaba la actitud del nuevo mánager, Eusebio Laguna, un caradura que… vamos a formularlo con prudencia, gestionaba las finanzas del grupo muy a su favor.

Francis Cervera intenta compaginar infructuosamente su mili con la actividad de la banda. En televisión desentona con su cabeza de recluta y, siguiendo las directrices del realizador, se coloca una peluca que horroriza al censor, que exige un nuevo corte de pelo. En el cuartel la situación es cada vez más tensa y Francis no consigue permiso para grabar la aparición en el mítico film “Un, Dos Tres… Al Escondite Inglés”, emocionante documento pop  en el que Henry & the Seven parecen más bien “Henry & the Six”.

El cansancio y las rencillas provocan abandonos y desorientación. En esta época, Henry juega bien sus bazas, protagonizando campañas publicitarias (Café, Calmante Vitaminado…) y grabando en solitario. Mientras, el conjunto trabaja su impactante imagen: casacas orientales, sombreros, collares, ponchos y bigotes. Soul hippie y psicodélico. Para cuando se graba el tercer sencillo, en el año 70, ya no están presentes ni Panizo ni René ni Cervera. La banda se disuelve y Henry ficha por Los Tamara, para tirar la toalla poco después. Tanto José María Panizo como Francis Cervera siguieron tocando, acompañando a las más importantes figuras de la canción: Ana Belén, María Dolores Pradera, Alberto Cortez, Sergio y Estíbaliz, Cecilia, Vainica Doble, Mari Trini… Francis, hoy en día, forma parte de Los Brincos.

Henry & The Seven fueron otra pieza maravillosa del luminoso puzzle pop de la España de los sesenta. Merecieron mucho más.