Es rarísimo ser normal. Pero es tarea imposible si llenas estadios desde hace más de treinta años en ciudades de todo el mundo. Hay veces que está permitido volverse un poquito gilipollas. Ellos tenían todas las condiciones. Pero misteriosamente no lo hicieron. Hombres G son la bandera más alta del pop español en todo el mundo. Son cuatro amigos. Y están juntos desde 1982.
No conozco a nadie que haya permanecido tanto tiempo compartiendo empresa y amistad. Y todo lo entiendes cuando te sientas a charlar con David Summers. Hace unos meses compartimos en Madrid mesa, mantel y larga sobremesa. Es imposible no quererlo, al menos tanto como él ama la música. Tal vez ahí está el secreto de la longevidad. En la pasión por las cosas simples.
Cuando en 1989 la fama les consumía cada segundo, y en el mismo disco que se abría con el bombazo fiestero de Voy a pasármelo bien, David Summers se destapaba con una letra que desvela exactamente lo que queda después de la locura de los autógrafos y las portadas de la revistas: “Siempre quieres parecerte / a tantas cosas que no eres / viajar en coches deportivos / acostarte con mujeres. / No puedo dormir, / estoy tan solo aquí”.
El papel de Manuel Summers
Con la perspectiva que dan los años, estoy convencido de que es imposible comprender lo bien que llevaron la popularidad sin prestar atención al papel del padre de David, el genial cineasta, dibujante y humorista Manuel Summers, fallecido en 1993. Primero, la pasión por crear, en cualquier formato. Después, la honradez intelectual. Más tarde, la sencillez. Y por último, la visión serena. Al artista le gusta recordar esta frase de su padre, repleta de un sencillo optimismo: “lo importante del día es llegar a la noche”. La prueba de que la sombra genial de Manuel Summers es alargada -y no solo para sus hijos- es la vigencia de su obra. Como esa célebre viñeta de La Codorniz, en que un político con un bate de béisbol responde a un periodista mientras lo agarra por las solapas: “ya le he dicho tres veces que repudiamos la violencia. ¿Se entera? Ya me tiene hasta los cojones y la próxima vez que me pregunte le voy a…”.
El propio Manuel Summers se encargó de dirigir las dos películas basadas con fidelidad en la historia del grupo, Sufre mamón y Suéltate el pelo, como si quisiera enseñarles al tiempo a actuar en la fama, la popularidad y los escenarios, y vivir en la realidad del día a día. Siempre he visto la sombra de esta influencia en el grito de guerra del chico que, desde el lujoso Caribe, añora Madrid y el “chalecito en Navacerrada”: “¿qué coño haré yo en las Bahamas?”.
“Chico tienes que cuidarte”
En el mismo álbum Voy a pasármelo bien, Hombres G abordan esa otra cara de una juventud bajo el foco de todas las miradas. Después de siete años viviendo la música sin freno, los chicos empiezan a estar un poco hartos de que tanta gente les diga que tienen que llevar una vida más sana, emborracharse menos y tomárselo con más calma. Su venganza, firmada por David y Dani Mezquita, es tan divertida como irónica en Chico, tienes que cuidarte: “Levántate la camisa / respira hondo y dime treinta y tres / Tu fumas bastante, dime si me equivoco… / ¿Pero qué te pasa, te estás volviendo loco? / Chico tienes que cuidarte / ¿Cuánto crees que durarás así? / ¿Cuánto crees que tu organismo podrá resistir?”.
El modo de vida que les ha acompañado aparece también en otra extraordinaria canción, La carretera, que ellos hicieron para su segundo álbum y que Antonio Vega inmortalizó en 2004 en un disco homenaje a Hombres G. Allí David Summers nos cuenta lo que se siente en mitad de una de esas interminables giras por el mundo. “Ya en el camerino, bebe agua y relájate / La toalla robada de un hotel, y los autógrafos que das / Que no sabes su valor, pero los das… ¿por qué no darlos? / Y quisieras irte ya, te duele la espalda. / Te miras a un espejo y ves sudor y whisky y agua / Y mientras tú… estás en casa, donde el tiempo no pasa. / Y no paro de pensar en ti, sueño con las calles de Madrid”.
Al fin, tras el éxito sin precedentes en España y América Latina, a comienzos de los noventa decidieron tomarse un descanso. Llevaban diez años sin poder asomarse por las calles de ninguna ciudad sin un montón de fans detrás. Llevaban diez años viviendo a toda velocidad, componiendo sin parar, tocando sin respirar, enamorando más y más a su inmenso público en una espiral de vértigo. Un adiós, después de Historia del Bikini, que era en realidad un hasta pronto.
Regreso tras el cambio de siglo
En el 2002 volvieron por la puerta grande. A través de Popes80.com, me tocó vivir en primera línea de fuego periodístico el regreso de muchas bandas de los 80, tras el cambio de siglo. La vuelta de Hombres G fue decisiva para inundar España de ochentamanía. Tras ellos fueron todos. Habían pasado diez años, David Summers había seguido tocando en solitario -quien lo conoce sabe que no podría vivir sin música- y, en lugares como México, llenaba enormes recintos. Su público les estaba esperando y solo hizo falta un pequeño ademán de Hombres G para que se volvieran a entregar como en los 80, y atrayendo a nuevas generaciones. A eso contribuyó también la inteligente y multitudinaria gira junto a El Canto del Loco en 2005. De algún modo Dani Martín comenzaba a recorrer la “Avenida de Cristal” -por usar palabras de la genial canción de Cooper dedicada a la fama-, la misma que había transitado David Summers unas décadas atrás. Pero aquello no era la escenificación del paso de testigo en una carrera de relevos. Solo una parte más de la dimensión de Hombres G, siempre abiertos a juntarse, divertirse y colaborar con grupos que parecen recorrer su misma senda de éxito: lo hicieron también con Pereza y años después con Taburete.
En uno de esos conciertos de su gira de vuelta a los escenarios tuve la oportunidad de visitarlos en su camerino momentos antes de empezar el concierto. Había visitado cientos de camerinos antes, de todo tipo de artistas. Pero aquel me impresionó y por eso lo he contado en detalle en el libro Nos vimos en los bares, en donde lo describí con cierto cachondeo como algo más parecido a un banquete de Primera Comunión que al cuarto de una estrella del rock. Naturalidad, cordialidad, oficio y pasión por la música. Allí estaba todo lo que son hoy.
De modo que aquel “siempre hemos sido una cosa normal”, verso de El ataque de las Chicas Cocodrilo, sigue siendo sin duda el secreto de su longevidad. El secreto del éxito musical hay que buscarlo en el talento compositivo, la pervivencia de muchos de sus clásicos y, para qué desviar las cosas, en la pasión con la que viven su oficio.
Canciones como Lo noto, que nos regalaron en su vuelta a los estudios de grabación en 2002, demostraban que los chicos seguía en forma, que aún podían componer lo mejor de su carrera. Una parte del público quería verlos nostálgicos y dirigiéndose a su nueva situación: sus fans se habían casado y tenían niños, y trabajos serios. Hombres G ha manejado como pocos esta contradicción. Su repertorio seguía vivo. Miraban con respeto a los éxitos del pasado, pero su verdadera pasión era seguir poniendo a todo el mundo a bailar con nuevas canciones: lo consiguieron con No te escaparás, su primer single tras la reunión. Entre No te escaparás y Lo noto, sus dos nuevas canciones, estaban las dos caras de Hombres G: la alegría y la juerga, el ansia de pasárselo bien, y el chico intimista que había sido capaz de hacer enloquecer a miles de personas con los versos rotos de Temblando.
Lo mejor estaba por venir
Una vez más, lo mejor estaba por venir. Tres discos en seis años, un público de varias generaciones en cada actuación, giras multitudinarias y cientos de horas de avión triunfando en lugares como México, en Perú, en Colombia, pero también en Estados Unidos, donde en 2016 ofrecieron más de una decena de conciertos llenando recintos de unas 15.000 localidades de aforo. No es casualidad que al público le encantara escuchar a los G cantando uno de sus temas más optimistas de 2007, Me siento bien: “Abro las cortinas, es un nuevo día / Y me siento bien / Como si todo empezara otra vez”.
En 2019 nos sorprendió el videoclip de Con los brazos en cruz, magistralmente protagonizado por Quique San Francisco, que llegaba con estos versos de apertura como adelanto de su nuevo disco: “Yo soy más chulo que nadie / No me dejo acojonar / Cuando me hierve la sangre / Siento que el mundo empieza a temblar”. El álbum, Resurrección, se convirtió pronto en número 1 en ventas y la gira posterior habría sido uno de los mayores éxitos de su carrera si no fuese por la inoportuna pandemia que ha paralizado el mundo.
En pleno confinamiento, tenían la opción de deprimirse por la ilusión desbaratada y el dinero perdido tras la suspensión las giras, pero optaron por algo mejor. ¿Qué es lo normal de Hombres G? Tocar. Componer. Hacer canciones. Así, David Summers dedicó el encierro a componer y en el momento en que escribo esto están grabando el nuevo álbum en casa del propio líder del grupo. Por primera vez, lo tienen todo a su gusto, a su ritmo, bajo su control, en sus manos. Eso es responder a una crisis aprovechando una oportunidad. Esa es la actitud.
Mientras los fans esperan con ansia el nuevo disco de Hombres G, el grupo ha anunciado la llegada de su biografía Nunca hemos sido los guapos del barrio -a la venta el 12 de noviembre-, escrita por Javier León, y en la que repasan su historia sin pudor. Entre otras increíbles batallas, en esas páginas nos explican cómo David compuso Sufre mamón pocas horas antes de salir a tocar al escenario de la mítica sala madrileña Rock-Ola, cuando se enteró de que la chica que le había dejado pensaba acudir al concierto en compañía de su nuevo novio. Aunque no conocemos la identidad del joven, sabemos que ha quedado para la posteridad como el mamón más mamón de todos los mamones. Nos alegramos por el éxito de Hombres G, aunque tal vez el chico no merecía tanto. Aunque si su oprobio eterno nos ha traído la discografía de éxito de Hombres G, bienvenido sea el sambenito de ese mamón.