El próximo 15 de septiembre se estrena en los cines de España «Vencer o morir». La película francesa, primera producción de «Puy du Fou Films», muestra con no poca épica las rebeliones campesinas que se dieron durante los ecos de la Revolución Francesa en los campos de La Vendée, al sur del Loira. Bajo el protagonismo de François Athanase de Charette, las tropas católicas se levantaron en 1793 para defender su fe, su patria y su rey. Sobre la película y su éxito abrumador hablamos en Madrid con Hugo Becker, actor protagonista, pocos días antes del estreno. «Había que tener mucha fe para grabar una película así», nos reconoce.
He visto la película en francés, pero la versión española cuenta también con tu voz. ¿Por qué era importante tu presencia en el doblaje?
Doblar mi propia voz para «Vencer o morir» ha sido una oportunidad única que me ha regalado Bosco Films. Con el director de doblaje hemos trabajado mucho y ha sido genial. Hace años trabajé en España para la serie «Bajo sospecha» y me gusta trabajar aquí, estoy a gusto. Además, tenía sentido que fuera yo porque conozco perfectamente la película y esta experiencia ha sido como grabar de nuevo la película. La verdad es que ha sido duro porque cualquier actor de doblaje español lo habría hecho más rápido, pero yo pongo en la voz parte del alma del personaje. Espero que le guste mucho al público español porque hemos trabajado mucho en el acento, en el ritmo de las frases y en la entonación.
Hablemos de tu personaje. Protagonista de las rebeliones contrarrevolucionarias de la región de La Vendée, «Vencer o morir» nos muestra el retrato de un líder heroico. ¿Era santo François Athanase de Charette?
Al principio de la película Charette dice una frase que lo deja claro: «yo no soy un santo». En general, a lo largo de toda la película quedan claros sus valores pero también se ve cómo enloquece con la guerra. Uno de mis diálogos favoritos lo tiene con Jean-Baptiste Couëtus, su mano derecha: «la guerra nos enseña a ser personas que no somos». Charette enloqueció durante la guerra y eso se ve, por ejemplo, en las ejecuciones de prisioneros que ordenó. Más tarde se daría cuenta de que él no era ese, y que la guerra le había cambiado. Por eso la película creo que es sincera. Muestra las partes más oscuras de su alma y también sus virtudes más nobles.
Un alma que queda al descubierto con el recurso de voz en off… La primera media hora, incluso, parece un documental. ¿Es la película una carta de Charette al espectador?
¡Qué bueno que me lo digas! La película nació como docuficción. Al principio del principio se planteó así, pero según íbamos grabándola, nos dimos cuenta de que teníamos algo muy grande entre las manos. Todos los actores, todo el equipo de la película, las acrobacias, la impresionante producción, el atrezo… en fin, pronto nos dimos cuenta de la dedicación de cada uno y esa implicación brutal nos animó a superar el docuficción. El director de montaje, los actores, la productora y todos los demás vimos que esto era una película, y en eso se fue transformando a lo largo del proceso. De hecho, al principio de la película hay mucha narración, mucha voz en off que establece el panorama histórico a través de los ojos de Charette, y la segunda parte está dominada por diálogos y acción.
Hablando de las escenas de acción, ¿cuál ha sido el mayor reto de «Vencer o morir»?
La preparación. Esta película la hemos grabado en muy poco tiempo, apenas han sido veinte días de grabación. Eso no es nada para un rodaje. Por eso hemos tenido que prepararnos muy bien. Yo estuve un mes y medio de preparación con el equipo de acrobacias, montando a caballo y aprendiendo a empuñar un arma. Y eso se nota porque no hay dobles en la película. Hay mucha autenticidad. Lo mismo con el texto: tuvimos que ensayar previamente y tenerlo todo muy claro para los días de rodaje. A veces cuando uno tiene poco tiempo todo lo técnico está más claro, no hay dudas. Por eso nos pudimos centrar en el arte dramático, en el carácter de los personajes, en el alma de la película.
A mí este proceso me ayudó a entender a Charette y toda su realidad. El «voy a volver muerto o victorioso» no es una frase más, es una vocación, es la forma en que el personaje se despierta cada día. Y de su boca, desde que pronunció aquello, todo lo que sale es definitivo. Charette vive para vencer o morir y yo he querido reflejar eso.
La fe de Charette es un poco particular, pero está muy presente en su vida…
Totalmente. Si te fijas, hay en la película unas escenas algo confusas que reflejan la vida interior de Charette. A lo largo de toda la película se puede llegar incluso a escuchar su conciencia. Estas escenas son el reflejo de sus ilusiones y sus tormentos, y en su celda, antes de morir, también queda clara su vida de fe. Como decía antes, puede que no fuera un santo. ¡Ninguno de nosotros lo somos! Pero dentro de él hay una fe muy fuerte. Al fin y al cabo uno no muere sin creer en aquello que defiende.
¿Y el papel de Dios en esta película?
Cada uno de nosotros tenemos algo de fe. Muchos lo quieren ocultar y tapar, pero es algo que tenemos todos, aunque algunos lo llamen de otra manera. La fe es necesaria en nuestra vida. Cada día necesitamos de Dios porque todos tenemos nuestras luchas y sufrimientos. Sin fe no hay esperanza, no hay posibilidad de un mundo mejor.
Una fe en Dios que se manifiesta en confianza hacia uno mismo…
¡Claro! Hay que creer en la capacidad que tenemos para lograr las cosas. En el caso de una película así, con una grabación intensa de apenas veinte días, ¡había que tener mucha fe! Y eso espero que se note en la película.
En la película Charette protagoniza una evolución, desde el primer sentimiento de venganza hasta morir perdonando a sus asesinos…
Este es uno de los motivos por los que me interesaba esta película. Hablamos de reconciliación y concordia. El principio es muy duro y Charette busca la venganza por tanta sangre derramada. Es el ritmo imparable de la guerra. Y tiene sentido, porque esto es una película. No se puede empezar directamente con el perdón. Ahora bien, en «Vencer o morir» también contamos los episodios más oscuros de la historia, pero siempre con el propósito de reconciliar.
Un propósito que se debatió con los directores y guionistas, según me cuentan.
¡Sí! Estuvimos hablando mucho en el equipo de cómo grabar el final, de cómo poder reflejar este espíritu de reconciliación. A Grégory Fitouss y a mí nos parecía acertado jugar con el guion y que su personaje, el General Travot, repitiese una de las frases que Charette dice al principio de la película. Se muestra perfectamente que los dos enemigos se entienden y se respetan.
«De oficial a oficial», os decís…
Exacto. Eso era lo que queríamos transmitir. Hay una cosa curiosa. Travot, el general de la Revolución, también se volvió loco en su vida real. Cuando uno vive episodios así, en los que el hombre pierde su humanidad, es fácil enloquecer. A ambos lados de la guerra se sufrieron las mismas tragedias, y me gusta que la película busque la concordia y no generar más problemas. Otras películas terminan por todo lo alto con venganza. Nosotros mismos podríamos arremeter contra la Revolución y todas sus consecuencias, pero eso no sería justo. La concordia, y no el enfrentamiento, es lo que perdura.