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«Que alguien haga algo», dijo un joven estudiante de Medicina -Jesús Poveda- cuando vio aquel feto recompuesto en una bandejita tras un legrado. Pero allí no había nadie. Así que fue a él al que le tocó hacerlo. Y vaya si lo hizo, vaya si lo ha hecho, vaya si lo sigue haciendo. Casi cuarenta años lleva el tío dando guerra, rescatando bebés en el último minuto de las trituradoras de la muerte, sin perder jamás ni el humor ni la alegría, siempre con la vida en los talones.