El descubrimiento de América y el espíritu aventurero y explorador de los españoles del siglo XVI dieron pie a toda una serie de acontecimientos novedosos. En el Nuevo Mundo, del choque de culturas pronto surgieron ejemplos de simbiosis como el de Gómez Suárez de Figueroa, conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, ejemplo de mestizaje de lo hispano y lo incaico. Sin embargo, Granada fue testigo de la vida de uno de los personajes más fascinantes del siglo XVI: Juan Latino, la primera persona negra que recibió estudios universitarios y obtuvo una cátedra en Europa.
El origen de Juan de Sessa está sujeto a varias teorías. La defendida por la profesora de la Universidad de Georgia, Elizabeth R. Wright, dice que éste nació en la localidad cordobesa de Baena en 1518 y que, probablemente, era hijo de Luis Fernández de Córdoba. Otra, plasmada por el propio Juan, manifiesta que «Juan Latino, cristiano, etíope, traído desde Etiopía cuando era niño, esclavo del excelentísimo e invencible Gonzalo Fernández de Córdova, nieto de Gonzalo, el Gran Capitán de las Españas».
Sin embargo, la versión más creíble es la que dice que Juan fue un esclavo negro al que comerciantes portugueses llevaron al Algarve y vendieron en Sevilla al convento de San Francisco. Después, sería comprado por el duque de Sessa, perteneciente a la familia Fernández de Córdoba, descendiente del ilustre capitán general de los ejércitos de Castilla y Aragón, el Gran Capitán.
Juan Latino: el primer universitario afroespañol de Europa
Su niñez aparece mejor documentada y sabemos que creció en Baena y que se trasladó junto a los Fernández de Córdoba a Granada a finales del primer tercio del siglo XVI. Allí, Juan demostró pronto una avidez e intelecto por encima de la media de la época, recibiendo gracias a los Fernández de Córdoba una educación muy superior a la que las personas de su estatus podían acceder. Ello le permitió ingresar en la Universidad de Granada, donde obtuvo el grado de bachiller en 1546.
Fue en ese periodo cuando conoció a la bella y noble dama Ana de Carleval, con la que contrajo matrimonio, del que nació su hija Juana. Eso hizo que el duque de Sessa le manumitiera y le otorgara una generosa dote. En ese momento, Juan ya se había volcado por completo en la labor docente en la Universidad de Granada. Sin embargo, su gran hito en la educación tuvo lugar en 1556, cuando recibió la cátedra de Gramática en el estudio catedralicio creado por el arzobispo Pedro Guerrero. Ese mismo año consiguió también la licenciatura y el doctorado en Artes.
Afincado en la ciudad de la Alhambra, Juan fue testigo del levantamiento morisco en las Alpujarras (1568-1571), donde llegó a ejercer de consejero de Juan de Austria cuando el hermanastro de Felipe II se asentó allí para sofocar la rebelión. De hecho, tras la victoria en la batalla de Lepanto, Juan Latino le dedicó a Juan de Austria su célebre obra Austriada Cármine.
Latino y el ambiente humanista granadino
De talante sagaz, su lucidez y su ingenio le hicieron relacionarse y entablar amistad con relevantes personalidades de la época y formar parte del grupo humanista conocido como «Poética Silva». Este se reunía en la Cuadra Dorada (Casa de los Tiros), propiedad de Alonso de Granada Venegas, donde se acudían otros poetas como Hernando de Acuña, Hurtado de Mendoza o Gregorio Silvestre.
Tal era el prestigio que Juan adquirió en Granada que, cuando Felipe II pretendió trasladar los restos de los Reyes Católicos al Escorial, el cabildo de la ciudad le encomendó la tarea de convencer al Rey para que los dejara en la ciudad. Por lo tanto, que hoy continúen reposando en la Catedral de Granada es, en parte, gracias a la habilidad de Juan Latino, que llegó a ser alabada por Miguel de Cervantes en el prólogo de El Quijote: Pues al cielo no le plug(o) / que salieses tan ladí(no) / como el negro Juan Latí(no).
«Y como le llamó por eminente la antigua Roma a su Adriano, el griego, la noble España me llamó Latino»
Juan falleció entre los años 1594 y 1597 y sus restos descansarían en la Iglesia de Santa Ana, donde también lo harían los de su esposa y los de sus descendientes. Más allá de sus ilustres vínculos y su carrera docente, Juan destacó como traductor y comentarista de clásicos grecolatinos y como la primera persona de raza negra que publicó un libro en imprenta: sus epigramas editados por el maestro impresor Hugo de Mena entre 1571 y 1574. Más tarde, compuso otras obras como De translatione corporum regalium (1576) o Ad Excellentissimum et Invictissimum D. Gonzalum Ferdinandez a Corduba (1585).
La vida de Juan Latino es un ejemplo de cómo la sociedad castellana peninsular del siglo XVI era capaz de acoger y dotar de prestigio y estatus a personas como él y dejar a un lado las diferencias raciales. Además, su vida es un ejemplo de superación personal a través de las letras y del saber, vía que utilizó para mostrar un profundo amor y respeto hacia la España y la Granada que acabaron siendo su hogar.