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En España hay cientos de pueblos abandonados. La España rural atesora una riqueza inigualable y apenas conocemos el tesoro que esconden nuestras provincias. Casonas medievales destruidas, pazos a medio caer y masías desconocidas forman el reguero de la abandonada belleza de España. Ninguna institución se ha preocupado por restaurar estos pueblos abandonados, por recuperar la valiosa herencia de cuantos nos precedieron. No interesa económicamente a los gobiernos autonómicos. Sin embargo, sí se ha interesado por ello un periodista catalán. Cazatesoros ibérico, Aureli Vázquez ha puesto su profesión periodística al servicio de la abandonada belleza de España.

UNA AVENTURA RURAL

Puede parecernos el Iker Jiménez de los pueblos abandonados. Aureli Vázquez no investiga ovnis ni trata de explicar fenómenos paranormales, pero sí persigue una misma inquietud: llegar donde nadie llega, indagar en las pruebas del olvido. Hace apenas un año, en septiembre de 2022, creó una cuenta en Instagram con el propósito de dar a conocer los pueblos abandonados de la Península. Un año después, decía, ya atesora más de sesenta mil seguidores, que descubren auténticas joyas de la arquitectura que han sido olvidadas a través de sus publicaciones.

«El periodista de pueblos abandonados» −como él mismo se ha llamado− sigue el método periodístico de toda la vida. Es el que Chaves Nogales definió con tres sencillos verbos: «andar, ver y contar». Aureli comenzó andando por su provincia barcelonesa y descubrió una ingente cantidad de yacimientos olvidados. El primero de todos ellos fue Montpaó, pequeño conjunto de casas medievales del siglo XIII que un día circunvalaron el pueblecito de Calafell. Así, como esta pequeña aldea abandonada, Aureli ha ido recopilando cientos de poblados desatendidos. En Tarragona, por ejemplo, descubrió la fortificada capilla de Montargull, «que resiste a duras penas el olvido».

UNA PARTICULAR PEREGRINACIÓN

Aureli no va por los pueblos, sin embargo, como el turista lo hace por las ciudades. Etimológicamente «turista» se refiere al que gira, y el viajero es mucho más: es el que se alimenta de la aventura, el que rumia lo recibido. En esta aventura rural por los pueblos abandonados de España, Vázquez ha descubierto iglesias «que acogen al peregrino como un refugio espiritual». En una España urbana y caótica, su labor consiste en recuperar el sentido de construcciones como el monasterio de Cardó. Construido en 1606, fue primero hospedería de los carmelitas descalzos hasta que se convirtió en balneario. En un enclave privilegiado de Tarragona, los republicanos usaron este monasterio como hospital de campaña durante la guerra civil, hasta que las autoridades lo abandonaron en 1967.

Igual que con este monasterio, Aureli Vázquez hace descubrir a sus seguidores toda una suerte de itinerario religioso por la España rural. No es la suya, por tanto, una investigación periodística cualquiera, puesto que busca el alma de aquellos lugares que descubre. Así, en su cuenta de Instagram muestra decenas de iglesias, como la de Albarells, construida en el siglo XVI, la iglesia neogótica de Claret o la románica de Sant Miquel Arcangel, escondida en los bosques del Montmell. En rinconcitos del pirineo catalán, desconocido para muchos pero cartografiado en su memoria, Aureli ha recorrido su peculiar peregrinación, descubriendo edificaciones como la iglesia de San Martí de Víllec, «joya del románico de finales del siglo XII que conserva sus muros originales y una antiquísima pila bautismal».

UNA LECCIÓN APRENDIDA

No son todo descubrimientos físicos. Porque Arueli Vázquez explica en sus redes sociales mucho más que detalles arquitectónicos o lecciones de historia. En una España donde lo rural queda relegado al turismo de casas ideales y maderas barnizadas, este periodista de pueblos abandonados trata de transmitir una lección mucho más profunda. A través de pueblos despoblados y de escudos de armas que ya no tienen guerrilleros. A través de heráldicas que nunca más sentirán orgullo y blasones que jamás se volverán a desempolvar. Vázquez explica que muchas de estas fortificaciones «no tienen puertas», pues están destruidas. Y la verdadera lección es que el mundo rural nos espera siempre con las puertas abiertas.

Dice Rodrigo Cortés en su Verbolario que olvidar es «hacer hueco». El trabajo de Aureli Vázquez, recorriendo los pueblos olvidados, consiste en rellenar de bella memoria ese espacio que la indiferencia ha dejado. En una España de abandonados cementerios sin oraciones donde «nadie duerme» como en el «Nessum dorma» de Puccini, recuperar la abandonada belleza de España resulta urgente. Es una cosa que depende de todos nosotros. Nos lo dice Aureli: «La belleza, en el fondo, es una forma de mirar».