Hoy es el 90 aniversario de la proclamación de la II República, periodo histórico que sigue levantando pasiones entre sus detractores y, sobre todo, entre sus defensores. Estos últimos lo han idealizado, proponiéndolo como modelo político a imitar. Y no. La II República no fue el mejor de los regímenes posibles, ni siquiera el mejor de los imaginables. Tuvo más sombras que luces. Señalamos algunas.
No hubo referéndum
La República proclamada el 14 de abril de 1931 no se votó en referéndum. El nuevo régimen se constituyó tras unas elecciones municipales donde, si bien las fuerzas republicanas se impusieron en los grandes núcleos poblacionales, las monárquicas lo hicieron en el resto, y con mayoría a su favor.
No hubo consensos

Proclamación de la II República
La II República, como planteamiento político, no buscó la síntesis de los diversos sentires y pareceres de la España de la época. La Constitución de 1931 se redactó pensando en las izquierdas, como si las derechas no contaran. Y estas claro que tenían algo que decir en cuestiones como las reformas militar y agraria o la nueva relación entre la Iglesia y el Estado. ¿Una Constitución de consenso? Una Constitución de revancha.
No hubo libertad de expresión ni religiosa
No solo la religiosa, la libertad de expresión también conoció limitaciones durante la II República. Leyes como la de Defensa de la República o la de Orden Público condicionaron la prensa, en algunos supuestos, de forma más restrictiva que la dictadura de Primo de Rivera.
No hubo paz social
La II República no fue un periodo caracterizado por la paz social precisamente. Elementos derechistas conspiraron, activa y violentamente, contra el nuevo régimen. Pero también lo hizo la izquierda. Caso paradigmático fue el del PSOE, que guardó las formas democráticas durante el primer mandato republicano, del que formó parte, pero se echó al monte -véase su participación en la Revolución de Octubre de 1934- cuando la CEDA de Gil Robles posibilitó el Gobierno de Lerroux en 1933.
Fraudes electorales
Se dice que en las elecciones de 1931 las derechas echaron mano de los caciques para imponerse en los núcleos rurales. Las izquierdas no quedaron exentas de la sombra del fraude. Cinco años después, en 1936, el Frente Popular recurrió al fraude y la violencia para lograr la victoria en las urnas, como han acreditado recientemente los profesores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García.
Arbitrariedad como programa
El Frente Popular llegó al poder con la arbitrariedad como programa de gobierno: se incautaron propiedades, se procedió al cierre de centros de enseñanza, se detuvo a adversarios políticos y se nombró activistas de izquierdas en sustitución de policías, jueces y otros funcionarios. Cuando la izquierda reivindica la República, ¿Qué República reivindica? ¿La que apoyaron Marañón y Ortega? ¿La del bienio de centro derecha? ¿O la del Frente Popular? Bueno sería saberlo.