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Antes de tomar la Plaza del Trocadero, colgarse de la pantalla y apagar el proyector, François Truffaut llevó a la gran pantalla la novela distópica de Ray Bradbury. Faltaban dos años para que los primeros gritos impresos en “Cahiers du Cinéma” por la destitución de Langlois resonasen con fuerza en la calles de París durante las revueltas del mayo del 68.

En la adaptación cinematográfica de ‘Fahrenheit 451’, Guy Montag – el triste bombero interpretado por Oskar Werner – conversa con la maestra – una jovencísima Julien Christie – sobre la cotidianidad de su empleo, a las órdenes del capitán Beatty:  “El lunes quemamos a Miller, el martes a Tolstoi, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner y el sábado y domingo a Schopenhauer y Sartre. Los convertimos en ceniza”.

Pese a los sueños utópicos, los estudiantes del 68 nunca encontraron arena de playa bajo las barricadas, construidas con los adoquines de las grandes avenidas de la capital francesa. Hoy, los 20 distritos de París lucen aceras asfaltadas, amables con el paso de – casi – cualquier pisada, domesticadas por el paso del tiempo.

En territorio comanche

El distrito VI, uno de los más antiguos de París, alberga una de las mayores densidades de librerías de Europa. Situado en la Rive Gauche – margen izquierda del Sena – tiene como núcleo histórico a la universidad de La Sorbona, y una historia reciente ligada a los sucesos de mayo de 1968. El VI fue el centro neurálgico de los diferentes movimientos de protesta. En este barrio, que tiene un hueco especial en el imaginario colectivo parisino de la insurrección, y que guarda una excelente relación con la vida intelectual francesa, se sitúa La Nouevelle Librarie, un espacio permanentemente autónomo situado al margen derecho del universo editorial parisino.

La Nouvelle Librarie se exhibe sin complejos en este lugar tan simbólico, desmarcada del hastío de la corrección política y la quimera de la neutralidad ideológica que inundan algunas corrientes intelectuales contemporáneas. Cofundada por François Bousquet y dirigida por Alexandre Nantas, la librería guarda una estrecha relación con la Revista Elements – la revista de la “Nouvelle Droite” publicada por el think tank GRECE.

Más allá de las ventas, un espacio de encuentro

Además de vender libros – que no es poco – una de las misiones de La Nouvelle Librairie es ser un espacio abierto al público donde organizar firmas de libros, aperitivos de discusión, conferencias, debates y encuentros editoriales para reflexionar y avanzar en comunidad.

Este espacio es un lugar de encuentro para el cruce de ideas y está especialmente proyectado para las generaciones más jóvenes de Francia. Si antaño Ezra Pound, Ernest Hemingway, Henry Miller o Scott Fitzgerald pasearon su juventud por las calles del Barrio Latino, hoy, una nueva generación de jóvenes no conformes con las etiquetas que les postulan como una generación sin rumbo, encuentran en La Nouvelle Librarie un lugar vivo donde desarrollar nuevas y viejas ideas al asalto del futuro. Entre sus estanterías acoge a todas las voces disidentes que participan en la renovación ideológica actual, sin perjuicio de estar etiquetados como de derecha o de izquierda. La librería distribuye las obras de Hervé Juvin, Eric Zemmour, Alain de Benoist y Matthieu Bock-Côté, así como de Christophe Guilluy y Jean-Claude Michéa, entre muchos otros.

François Bousquet.
Fuente: L’Express

Este proyecto colectivo cuenta con una colección única de libros de difícil acceso, con ejemplares nuevos en la planta baja y de segunda mano en la planta superior. Es también una editorial – desde octubre de 2019 – que sirve como “conductora de ideas para ganar la lucha cultural”. Su primera publicación, “¡Coraje! Manual de guerrilla cultural” (François Bousquet), es un manifiesto fundacional para las generaciones más jóvenes. Una guía para la batalla de las ideas y toda una declaración de intenciones.

Un refugio ignifugo

Si Guy Montag visitase esta librería inconformista, luciendo su uniforme corporativo y dispuesto a ejecutar sin rechistar las órdenes recibidas, -el sueño húmedo de más de uno- podría quemar el lunes a Alain de Benoist, el martes a Céline, el miércoles a Orwell, el jueves a Houllebecq y el sábado y domingo a Marcel Proust o Brasillach. Pero la librería está construida a prueba de incendios – por fuerza, en contraste con las librerías vecinas. La Nouevelle tiene el desagradable honor de contar con una protección metálica en buena parte de su vidriera principal, pues ha sido objeto de daños materiales e intimidación violenta hacia sus empleados en repetidas ocasiones, tras ser señalada en algunos medios de comunicación como el establecimiento idóneo para ser convertido en cenizas. Las marcas en el escaparate del local dan buena cuenta de ello. Los adoquines de las calzadas domesticadas de París – lanzados por cerebros domesticados – no han llegado a fracturar el vidrio.

En una escena de Fahrenheit 451 difícil de olvidar, la librera – interpretada por Bee Duffell – decide inmolarse para visibilizar su oposición a la quema de libros. Ante esto, la maestra afirma que tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada.

Cincuenta años después de Mayo del 68, la derecha vuelve al corazón del París intelectual y estudiantil para hacer la guerra cultural – si es que algún día se fue. Desde un lugar cargado de simbolismo, el número 11 de Rue Médicis, La Nouvelle Librairie y también De Benoist, y Céline, y Houllebecq, y Smith, y Guilluy, y otros tantos pensadores, reclaman su derecho a la ciudad en este pequeño establecimiento. Un espacio desde donde escribir, publicar y distribuir libros en libertad.