El 2 de enero de 1492 el último rey nazarí, Muhammad XI —también conocido como Boabdil el Chico— atravesaba las puertas de la ciudad de Granada junto a cincuenta jinetes y, en un lugar situado en la orilla izquierda del río Genil, donde se sitúa en la actualidad la ermita de San Sebastián, le entregó las llaves de la ciudad al rey Fernando. El protocolario acto no solo ponía fin a 10 años de guerra, sino que culminaba el proceso histórico iniciado en una cueva del monte Auseva en el año 722: la Reconquista.
La Monarquía Hispánica de los Reyes Católicos: un proyecto nacional
Tras la firma del Tratado de los Toros de Guisando (18 de septiembre de 1468), en el que se reconocía a Isabel como legítima heredera de la Corona de Castilla, Juan II de Aragón se apresuró a pactar el enlace matrimonial de la joven con su hijo, Fernando. Las capitulaciones se firmaron en marzo de 1469 y el 19 de octubre se casaron en Valladolid. No obstante, su ascenso al trono se haría esperar varios años, pues Isabel no sería proclamada reina hasta el 13 de diciembre de 1474 en la segoviana iglesia de San Miguel, mientras que Fernando no lo haría hasta el 20 de enero de 1479, tras la muerte de su padre.
Durante este periodo suceden diversos acontecimientos que son de suma importancia. El primero de ellos es la victoria de Isabel —apoyada por ciudades castellanas como Ávila o Burgos, por la Corona de Aragón y por familias como los Mendoza, los Enríquez o los Alba— sobre su hermanastra Juana en la batalla de Toro (1476); el segundo, la posterior firma del Tratado de Alcaçovas con los portugueses en 1479, que puso fin a la guerra de sucesión castellana y acordó el reparto atlántico entre Castilla y Portugal.
Desde ese momento, los Reyes Católicos emprendieron una profunda renovación del Estado que pasaba por asegurarse el monopolio de la fuerza frente a la nobleza, el patrocinio de las ciudades como base de apoyo de la Monarquía, la unificación legal a través de códigos como Las Ordenanzas Reales de Castilla (1484) o restarle poder al Solio Pontificio a través del ejercicio del Patronato Regio. No obstante, quedaban dos importantes asuntos que resolver desde el aspecto territorial: Navarra, que no sería conquistada hasta 1512 por las tropas castellanas capitaneadas por Fernando el Católico, y el reino nazarí de Granada.
El casus belli: el ataque musulmán sobre Zahara
La guerra civil en Castilla había causado que la Reconquista quedara en un impasse hasta la finalización del conflicto. Además, desde la llegada en 1464 del emir Abu l-Hasan’Ali —Muley Hacén—, los musulmanes se habían dedicado a practicar la razia, a tomar castillos y a desatar la violencia en las posiciones cristianas del sur. Por ejemplo, los musulmanes granadinos asaltaron durante esos años La Higuera de Martos (1471) o Villacarrillo y Cieza (1477), sin declaración de guerra.
En 1475 se acordaron una serie de treguas, renovadas en 1476, 1478 y 1481, pero la negativa de los emires a pagar parias y la toma por sorpresa de Zahara el 27 de diciembre de 1481 hicieron estallar la guerra. Durante la madrugada de aquella noche los musulmanes lanzaron sobre la ciudad a 300 caballeros y a 4000 peones, haciéndose fácilmente con ella y matando a toda la guarnición.
Los Reyes Católicos, fortalecidos tras la victoria isabelina en los conflictos castellanos, vieron aquí la oportunidad idónea para escalar otro peldaño en su proyecto de unidad nacional y consolidarse como el brazo armado de la Cristiandad en el Mediterráneo. Respondieron a las hostilidades islámicas con la guerra. Una de sus primeras decisiones fue enviar enviar a Rodrigo Ponce de León a tomar Alhama (28 de febrero de 1482), siendo este el primer éxito de la que sería la guerra final entre Granada y Castilla.
2 de enero de 1492: Boabdil rinde la ciudad de Granada.
Según la guerra iba avanzando, la balanza se iba inclinando sobre el lado castellano. En los siguientes años, importantes hitos se produjeron: la toma de Ronda (22 de mayo de 1485), la de Málaga (26 de junio de 1487) o la de Baza (4 de diciembre de 1489). Boabdil reaccionó intentando tomar Salobreña en agosto de 1490, pero la operación fue un rotundo fracaso.
El 25 de abril de 1491, con el rey nazarí incapaz de controlar las intrigas internas que había en el seno de la corte granadina, los Reyes Católicos cercaron la ciudad, dando inicio al fin de una guerra a caballo entre el medievo y la modernidad. Un conflicto en el que el uso de la artillería y la diplomacia política para la resolución de conflictos se combinaba con los ideales que representaron el heroísmo caballeresco cristiano de la Edad Media.
En Reconquista (La Esfera de los Libros, 2022), el investigador Iván Vélez nos cuenta que participaron en las negociaciones para la rendición de la plaza el secretario de los reyes, Fernando de Zafra, Gonzalo Fernández de Córdoba, y el visir de Granada, Abú il-Qasim al-Mulih. Dos versiones existen en este punto sobre la fecha de entrega: una del 25 de noviembre, que acordaba la entrega para el último día de marzo de 1492; y otra del 30 de diciembre, que adelantaría la entrega a enero. En un primer momento, se garantizaría a los granadinos la conservación de sus propiedades, de su religión, leyes y un sistema tributario propio. También permitiría la emigración al norte de África a quien no quisiera permanecer allí.
Sería al amanecer del lunes 2 de enero de 1492 cuando Boabdil intentaría besar la mano al rey Fernando —quien se negó— y entregaría las llaves de la plaza al conde de Tendilla y al comendador mayor de la Orden de Santiago, Gutierre de Cárdenas.
Con la toma de Granada se puso fin a 780 años de permanencia de cualquier poder político musulmán en la Península Ibérica. El evento se recibió con júbilo entre los asistentes, que cantaron el Te Deum Laudamus y alzaron el pendón de Santiago en el que fue el último reducto de poder mahometano. La Reconquista había terminado y los Reyes Católicos pusieron especial empeño en revitalizar desde un punto de vista cristiano Granada. Por su parte, Boabdil partió a finales de febrero hacia Andarax para establecerse en una villa que los reyes le otorgaron, pero abandonaría el territorio peninsular en octubre de 1493 en dirección a Fez.
Cuenta la leyenda, que recoge el propio cronista Hernando del Pulgar, que, al abandonar la ciudad, Boabdil se detuvo para contemplar por última vez la que había sido su ciudad en lo que hoy se conoce como puerto del Suspiro del Moro, y su madre Aixa le recriminó: «llora como mujer lo que no supiste defender como hombre». Aunque esto fuera una invención de Antonio de Guevara, obispo de Guadix y Mondoñedo, sirvió para alimentar el halo romántico del lugar, que Francisco Pradilla llegó a dar vida en un espectacular óleo a finales del siglo XIX.
En definitiva, la toma de Granada supuso el broche final de la Reconquista y liberó la Hacienda y el interés de los Reyes Católicos para emprender otras empresas, como la mencionada conquista de Navarra. Pero también puso en marcha uno de los acontecimientos que cambiaron el rumbo de la Historia y que situaron a la Monarquía Hispánica, ya asentada en Europa y el Mediterráneo, como la primera potencia del mundo: el descubrimiento colombino de América. En un sentido poético, parecía que, una vez cristianizada la Península, Dios había dado a los españoles la misión de llevar su palabra al Nuevo Continente y a todos los confines del globo.